El Arca Soviética. Víctor Serge y el Archivo de la Revolución

Tonatiuh Gallardo Núñez
febrero-marzo de 2025

 

 

Fragmento de Alfabeto. Nueva familia tipográfica, del colectivo Tercerunquinto


Tras una larga travesía no exenta de obstáculos e infortunios, Victor Lvóvich Kibálchich —de posterior pseudónimo Victor Serge— llegaría a Petrogrado en febrero de 1919. La Revolución de Octubre le había dado el triunfo a los bolcheviques; pero ello lejos estuvo de representar una victoria para la causa. Las contradicciones que se vivían noche tras noche en las calles de Petrogrado eran un índice muy claro de la situación general a lo largo del ahora territorio soviético.[1]

A pesar de su militancia anarquista,[2] Serge no tardaría mucho en unirse a la causa bolchevique;[3] comenzaría a colaborar en la Comuna del Norte, y en marzo de ese mismo año, al formarse la III Internacional, Grigori Zinóviev le solicitará “organizar sus servicios”. Serge comenzaría entonces a trabajar como parte del Ejecutivo de la Nueva Internacional.

Dentro del cúmulo de tareas que fue llevando a cabo al interior de la Comuna —que iban desde dirigir el servicio de lenguas latinas de la Internacional y sus ediciones, hasta encargarse del contrabando de armas en Finlandia—, a Serge también le fue asignado el resguardo y análisis de los archivos de la Ojrana; es decir, la policía secreta del Zar.

Los archivos de la Ojrana eran tanto más preciosos como obscenos cuanto que fueron los únicos que sobrevivieron a la destrucción que el antiguo régimen llevó a cabo. El zarismo era muy consciente del peligro que implicaba que estos documentos cayeran en manos de los bolcheviques; Serge lo tenía muy claro:

 

Yo seguí estudiando los archivos de la Ojrana. La espantosa documentación que encontré allí presentaba un interés psicológico público; pero el interés práctico de ese estudio era tal vez mayor aún. Por primera vez todo el mecanismo de la represión policíaca de un imperio autoritario había caído en las manos de los revolucionarios. Conocerlo podía proporcionar a los militantes de los otros países útiles indicaciones [...].[4]

 

De dicho análisis saldría a la luz un texto que sería publicado en tres entregas en los números 50, 51 y 52 del Bulletin Communiste de noviembre de 1921;[5] sin embargo, dada la importancia que Serge le daba a este trabajo, el análisis se completaría con tres apartados más y sería publicado en 1925 en forma de libro por la editorial Librairie du Travail con el título: Les coulisses d’une sûreté générale: l’Okhrana. O, en la edición castellana: Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión.

En la “Introducción” que Serge escribe para esta última versión podemos leer:

 

La victoria de la revolución en Rusia puso en manos de los revolucionarios todo el mecanismo de la policía política más moderna, más poderosa y experimentada, forjada en más de cincuenta años de lucha contra las élites de un gran pueblo.

Conocer los métodos y los procedimientos de esta policía, interesa de inmediato a todo militante; la defensa capitalista emplea en todas partes los mismos medios; todas las policías, solidarias por lo demás, se parecen [...]

Si se tiene un buen conocimiento de los medios de que dispone el enemigo, las pérdidas podrían ser menores… Resulta, pues, necesario, para un fin práctico, estudiar bien el instrumento principal de toda reacción y de toda represión: esa máquina de estrangular revueltas llamada policía. Nosotros lo logramos, porque el arma perfeccionada que forjó la autocracia para defender su existencia [...] cayó en nuestras manos.[6]

 

Aunado a la publicación del libro —que estaba destinado para el exterior—, en 1923 Serge sería el encargado de curar toda una sección que el Museo de la Revolución de Petrogrado le dedicó a la exposición de los archivos de la Ojrana... ¡y en el Palacio de Invierno mismo![7]

El Museo de la Revolución de Petrogrado fue fundado por Serge, “Maxim Gorki, el historiador P. E. Shchegolev [y] el veterano de la Voluntad del Pueblo Novoruski”;[8] y no estaría de más acotar que fue el primero de su tipo. En un artículo de la International Press Correspondence, Serge argumentaba lo anterior mostrando cómo en los demás museos que tratan el tema “había muy poco que nos recuerde los crímenes de los ricos. No contienen nada para la instrucción de los pobres. Ni nada que pueda preparar las mentes del pueblo para la revolución social”. De ahí justo la importancia del Museo de la Revolución de Petrogrado; pues para poder continuar la obra revolucionaria, “para los rusos era necesario concederle la importancia debida a la historia de la revolución”. Y ese era justamente el objetivo del Museo. Serge nos comenta para el caso: “Los primeros comienzos de la revolución se muestran aquí en innumerables documentos y monumentos conmemorativos que datan de hace cien años. Todas estas pruebas recuerdan los sufrimientos y la muerte de los mejores hijos de Rusia”. Por ejemplo, sobre un papel amarillento dispuesto en una vitrina donde se podía leer “el decreto de un zar sobre la venta de esclavos”, los curadores “colgaron un látigo tan largo como el que se utilizaba en aquella época para castigar a los campesinos esclavizados”. También expusieron la pequeña campana de cobre con la que, en 1848, se “puntuaban las discusiones filosóficas” que le valieron a Dostoievski una condena de “diez años de trabajos forzados en Siberia”. A su vez, los curadores exhibieron “un sinfín de retratos que mostraban a las víctimas de las cárceles, establecimientos penitenciarios y exilios zaristas; imágenes que simbolizaban 80 años de incesante lucha revolucionaria”.[9] Sin embargo, la exposición de este primer Museo de la Revolución mostraría algo más importante para la actualidad del movimiento. El trabajo que Serge realizara con los archivos de la Ojrana encontraría aquí también su lugar de exhibición.

“Varias salas están dedicadas a la historia de la policía secreta zarista”;[10] comentaba en ese entonces el curador Victor Serge. Y así, en “las salas más bellas del Palacio de Invierno”, Serge dispuso concienzudamente la selección que hizo de los archivos secretos de la Ojrana: las historias de los partidos revolucionarios escritas por los jefes de la policía, los registros detallados de las investigaciones policiacas sobre los camaradas, las fichas biográficas y antropométricas de los disidentes del régimen, carnets de afiliados, fotografías de reuniones encubiertas, y un vasto etcétera. Serge compilaba así las formas de proceder “de la formidable máquina represiva del imperio”, y exponía a la luz pública sus secretos y maniobras. El visitante podría detenerse a observar, en la sala de las malaquitas de este palacio de estilo barroco isabelino —cuya vista daba al río Nevá—, todo el poderío y el alcance de la policía secreta zarista; pero, a su vez, al mirar por la ventana, también podría contemplar que, del otro lado del río, sobre “la tenebrosa Bastilla del zar” “ondeaba la bandera roja”.[11] El mensaje era claro: la disposición artística de Serge lo hizo disponer todo de tal manera que el visitante, al hojear los documentos de la Ojrana, pudiera evocar en sí mismo “el sentimiento de la impotencia final de la represión” frente a la inminencia del desarrollo histórico.

Al final de su escrito, como portavoz de los curadores del Museo, Serge termina por hacer un llamamiento a todos los revolucionarios del mundo para que donen sus archivos al Arca Soviética.

 

Rusia es el único país en el que los revolucionarios de todo el mundo y de todos los partidos pueden esperar que sus documentos se conserven cuidadosamente. Cosas insignificantes en sí mismas, cartas, periódicos, carteles, etc., que con mayor frecuencia se tiran a la basura, pueden servir como testigos importantes de la revolución social [...]

Los conservadores del Museo de la Revolución de Petrogrado desean que su institución sea conocida y ayudada en el extranjero. La oficina del Museo de la Revolución de Petrogrado está dirigida por el camarada Zinoviev. Todas las cartas y paquetes deben enviarse a la dirección: Museo de la Revolución, Palacio de Invierno, Petrogrado.[12]

 

Serge buscará así “domiciliar” los documentos de todos los movimientos revolucionarios en el Museo de Petrogrado, y volverse él mismo uno de los “arcontes”[13] del Archivo de la Revolución.


[1] Para el caso, véase: Victor Serge, “Endangered City (pp. 57-114)”, en Revolution in Danger: Writings from Russia, 1919-1921, Victor Serge (Chicago: Haymarket Books, 2011); y Victor Serge, Conquered City (Nueva York: NYRB, 2011).

[2] Susan Weissman, Victor Serge: a political biography (Londres: Verso, 2013), p. 43.

[3] Para una argumentación sobre la decisión de Serge de volverse miembro del Partido Comunista y, sobre todo, sobre su defensa del Terror Rojo, véase: Ian Birchall, “Introduction (pp. 1-12)”, en Revolution in Danger: Writings from Russia, 1919-1921, Victor Serge (Chicago: Haymarket Books, 2011).

[4] Victor Serge, Memorias de un revolucionario (Madrid: Veintisiete Letras, 2011), p. 129.

[5] El rastreo fue llevado a cabo por Jean Rière para la edición crítica de las Memorias de Serge.

[6] Serge, Lo que todo revolucionario debe saber..., pp. 11-12.

[7] Un antecedente de suma importancia y que Hal Foster obvia por completo en su genealogía de las prácticas artísticas contemporáneas que parten de labores archivísticas; véase: Hal Foster, “An Archival Impulse”, October, 110 (Autumn), 2004, pp. 3-22.

[8] Serge, Memorias de un revolucionario, p. 128.

[9] Victor Serge, “The Museum of the Revolution in Petrograd”, International Press Correspondence, 3(54), pp. 576-577, 2 de agosto de 1923.

[10] Íbid.

[11] Serge, Lo que todo revolucionario debe saber..., p. 82.

[12] Serge, “The Museum of the Revolution in Petrograd”, p. 577.

[13] Véase: Jacques Derrida, Mal de archivo: una impresión freudiana (España: Trotta, 1997).

Ir al inicio

Compartir

Tonatiuh Gallardo Núñez

Psicoanalista. Licenciado en Psicología y maestro en Filosofía de la Ciencia por la UNAM. Candidato a doctor en Historia y Filosofía de la Ciencia por la misma institución. Investigador y curador asociado en el archivo del Centro Vlady de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.