El sepelio de un escritor
en los archivos de la dfs

Eduardo Sabugal
febrero-marzo de 2025

 

 

Fragmento de Alfabeto. Nueva familia tipográfica, del colectivo Tercerunquinto

 

Encontrarse con un documento que permite saber que José Revueltas acudió al sepelio de José Mancisidor. Especular literaria e historiográficamente: ¿por qué a un escritor como José Revueltas le interesaría acudir al sepelio de un representante, para entonces, del oficialismo y el canon literario nacionalista? Encontrarse con un testimonio escrito que nos esboza un símbolo de ese relevo generacional e ideológico. Encuentro ceremonial entre un personaje con vida y otro fallecido: reunión de dos signos bajo los cuales se escribió en torno a la izquierda y el socialismo en México.

Revueltas y Mancisidor representaron líneas poéticas contrarias, opuestas incluso, cuando se institucionalizó la Revolución y cuando el proletariado se quedó sin cabeza. Porque, en efecto, los proletarios de La ciudad roja tienen ya poco que ver con los que aparecen en Los muros de agua o El luto humano. Para nuestra sorpresa ese documento existe, y sin embargo no fue escrito por un sujeto interesado en la historia de la literatura mexicana o un investigador de la evolución literaria y sus protagonistas o de los virajes de estilo y contenido entre los años treinta y los cuarenta; no, ese documento se trata de una hoja tamaño carta, mecanografiada trabajosamente, con errores, redactada con el tono frío, despojado de cualquier dimensión emocional o espiritual, que tiene la escritura burocrática.

Este tono casa muy bien con el desinterés ortográfico y sintáctico de un agente de la antigua Dirección Federal de Seguridad, una escritura desnuda, que parece salir con dificultad de un cerebro que se imagina el apellido de Mancisidor escrito con “s” y no con “c”, y que coloca, casi al azar, puntos y aparte y puntos y comas de forma indistinta, bajo ninguna lógica. Lo paradójico es que la DFS que pretendía borrar del mapa político a personajes de la izquierda en nuestro país haya contribuido, sin quererlo, a dejar rastro de ellos.

El Age 42, como firma el documento, hace suponer que era de los que espiaban a intelectuales de izquierda. Escribe con el cometido de vigilar y castigar, y quizá por eso piensa que es útil saber a qué se dedican las personas que nombra. Es curioso ver que Revueltas aparece en su caracterización como “escritor” y “novelista”. ¿Un novelista no es un escritor? ¿Acaso Age 42creyó necesario distinguir la escritura en general, quizá periodística, de la del género de la novela? No es creíble; simplemente corresponde a la escritura involuntariamente kafkiana que mecanografió a todo vapor Rafael García, el Agente 42, para cumplir con uno de sus reportes diarios. En el documento, disponible hoy en el Archivo General de la Nación —la antigua cárcel de Lecumberri, en donde estuvo José Revueltas en calidad de preso político—, puede leerse:

 

México, D.F. a 22 de agosto de 1956

Con copia al Director Federal de Seguridad

Presente.

 

Me permito hacer del superior conocimiento de Usted, la información obtenida en relación con el sepelio del que en vida llevó el nombre de José Mansisidor.

El día de ayer a las 20:30 horas, llegó el cadáver del extinto José Mansisidor, a la capilla ardiente que se le instaló en la agencia Gayoso de Reforma, acompañado de su Sra. Esposa, hijos, demás parientes y amigos.

En seguida estuvieron asistiendo al acompañamiento de diche cadáver distintas personas, entre las que se destacaron las siguientes: Sr. Salvador Parlatto, José Velasco, José Manuel Aguirre Colorado, José Morales, Aurora Reyes (poeta), Olga Costa (pintora), Tomás Chávez Durán (Escultor), Rafael Jiménez Viles (pintor), Profesor César Rivero, Profesor Vicente Casarrubias, de los cursos de verano de la Normal Superior y Jefe de personal de la Enseñanza Normal. Federico Monreal, Cónsul Gral. de España, Martínez Feruchi. Gustavo Valcárcel y Manuel Mejía Valero, poetas peruanos, Juan Pablo Sainz, Secretario del Consejo por la Paz; Federico Silva, pintor; Esposos Varela, Raúl Leyva, poeta guatemalteco; José Revueltas, escritor y novelista; Rosaura Revueltas, artista; Lic. Vicente Lombardo Toledano, Hortensia Rojas; Manuel Quintero, Representante de vendedores ambulantes, Lya Cardozo y Aragón, escritora, Ana Reyes, Maestra; Enriqueta de Serrano, empleada de Recursos Hidráulicos, Licenciado Rafael Murillo Vidal; Dr. Álvarez de la cadena; Lic. Antonio M. Quiroz, candidato al Gob. De Veracruz; Lic. José Velasco; Oscar Frías, pintor, Gómez Monroy, pintor, Leopoldo Méndez del taller gráfico popular, Javier Íñiguez, pintor, José Iturriaga pintor, Luis Cardozo Aragón, Lic. M. Sánchez Esponda, Ing. Manuel Meza, Efraín Huerta, Señorita. Calderón, Lic. José González Saavedra y Carlos Bofian del extinto XXXXX, Gral. Lázaro Cárdenas, 4 miembros de la Embajada Rusa que se negaron a dar sus nombres.     

Hasta la una de la mañana de hoy, todavía se desconocía la hora del sepelio, solamente se sabe que será sepultado en el Panteón Civil.

El acompañamiento estuvo formando guardias constantemente, sin que hubieran pronunciado discursos.

 

Respetuosamente. El Age. 42.  Rafael García Vélez.[1]

 

Pese al respeto con el que se despide el Age 42, hay cosas que a él seguramente no le importaron cuando redactó su informe, pero que a nosotros sí. Por ejemplo, nos interesa saber el nombre de los asistentes al entierro, no para ficharlos, perseguirlos y borrarlos, en una lógica policiaca, sino para recuperarlos, resucitarlos. Este informe nos da una idea de qué veneros confluían en José Mancisidor: perteneció a una generación que incorporó el marxismo de la Tercera Internacional al pensamiento de izquierda nacional; intentó abonar a la interpretación del desarrollo histórico al afirmar: “el realismo socialista no insiste en ideales abstractos, sino en el hombre real, tomado de la realidad real sobre la tierra real”,[2] el mismo hombre que también interesó a Revueltas, pero éste desde un realismo crítico. Revueltas consideraba su prosa como heredera de la de Martín Luis Guzmán y se alejaba de la de Mancisidor por considerarla idealista y sentimental, aunque podemos suponer, a partir de lo que escribe, las causas por las que asistió a su sepelio:  “Admiro y respeto la buena voluntad y la indiscutible honradez de Mancisidor, de quien soy amigo y camarada, pero no puedo compartir con él la posición literaria que se deriva de su obra”.[3]

Dentro de quienes asistieron a su sepelio sabemos que hubo normalistas, pero también diplomáticos de España y de Rusia, prueba de que su pensamiento era importante para la causa del socialismo en algunas regiones donde se combatía contra el fascismo, y al mismo tiempo esa lucha se vinculaba con la misión educativa en México, máxime porque Mancisidor era, él mismo, profesor en la Escuela Normal Superior. Cada personaje que asistió al sepelio es un hilo que podría jalarse para desenredarlo de una madeja; nombres como el de Lombardo Toledano, que monopolizó la supuesta corriente marxista mexicana, polemizó con Revueltas y fue culpable, según el dictamen del autor de El apando, del descabezamiento del proletariado; por otro lado, nombres tan importantes para la escena nacional y contrarios al “artepurismo” como los de Leopoldo Méndez y Efraín Huerta y que nos obligan a preguntarnos: ¿qué los unía a Mancisidor y cómo dialogaron con esa tradición que representaba? Del mismo modo, junto al nombre de Luis Cardoza y Aragón, poeta guatemalteco asilado en México y parte de la LEAR, figura el del ex presidente Lázaro Cárdenas, que en 1956 era ya un referente ético en América Latina.

Esa constelación de personajes en un sepelio —que podemos imaginar como en una fotografía inexistente— es una forma de rastrear las rupturas, estéticas y políticas de una época; también, es un rasgo que humaniza a Mancisidor y lo devuelve a la cercanía que tuvo con el pueblo, puesto que sabemos que en el sepelio estuvieron representados los vendedores ambulantes y nos recuerda que el también historiador veracruzano simpatizaba con la causa proletaria porque él mismo desde niño había visto a su padre como lector de un sindicato de trabajadores del tabaco. La escena vista con la imaginación, recuperada del olvido e informada por el agente Rafael García Vélez a su superior es la prueba de que el pasado no pasa, y que en esa reunión de personajes en torno a la muerte de un compañero continúan los murmullos de un instante.


[1] Tomado del archivo de la Dirección Federal de Seguridad dedicado a José Revueltas Sánchez. Versión pública del 2019, legajo 1 de 8; caja: 97; foja: 341; periodo: 1953 - 1968. Se respeta la redacción original.

[2] José Mancisidor, Obras completas V Sobre literatura y filosofía, Xalapa, Gobierno del Estado de Veracruz, 1980, p. 846.

[3] José Revueltas, “Visión del Paricutín (y otras crónicas y reseñas)”, en Obra reunida. Tomo 6. Crónica. México 68: Juventud y revolución. Visión del Paricutín, México, ERA, conaculta, 2014, p. 582.

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Eduardo Sabugal

Escritor, guionista y académico mexicano. Licenciado en Humanidades con especialidad en Filosofía y Maestro en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la Universidad de las Américas Puebla, udlap. Ha sido ganador dos veces de la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes Puebla foecap, en el área de literatura (2003 y 2009).