En el panorama contemporáneo de la literatura mexicana, decir que un libro pertenece a la narrativa fantástica resulta insuficiente, no hace justicia a la singularidad de las obras. Antologías, estudios académicos y motes editoriales relacionan un corpus cada vez más extenso y heterogéneo bajo esa rúbrica. Esa imposibilidad clasificatoria, sabemos, ha expandido lo fantástico por derroteros que lo emparentan a nivel de contenido con cuestiones temáticas (ruptura de la realidad y la irracionalidad humana) o con motivos sobrenaturales (los acontecimientos y criaturas antinaturales). Y a nivel formal habilita la tensión narrativa clásica, los mecanismos de la metaficción, la minificción y el final epifánico. La terminología vecina, como en la noción de literatura de lo insólito/extraño puede hundirnos en una confusión conceptual si no se va con el debido cuidado. En un territorio tan impredecible y dinámico es mejor seguir la tesitura que cada texto particular nos propone sumado al diálogo con el género textual. Hablemos, pues, en torno al último libro de cuentos de Liliana Blum titulado Un descuido cósmico.
La escritora mexicana se ha dado a conocer como novelista en historias donde la crueldad deshumanizante se alcanza desde una monstruosidad paradójicamente muy humana. Violencia, sordidez y género se anudan en novelas como El monstruo pentápodo o Cara de liebre. Si con su trabajo novelístico obtuvo un lugar ya consolidado en el panorama literario contemporáneo, el cuento consolida su trayectoria en libros como Tristeza de los cítricos y Todas hemos perdido algo. De hecho, es en el relato corto que la escritora duranguense articula lo fantástico con sus obsesiones literarias. Quizá en ningún otro de sus cuentarios esta veta se expresa con la potencia que en Un descuido cósmico.
Así, el más reciente libro de relatos de la autora impregna sus páginas de lo fantástico pero intercepta esa decisión creativa con los temas que ha venido trabajando: las condiciones en que las mujeres devienen sujetas y sujetadas, es decir, siempre navegando dificultosamente las mareas patriarcales y sexistas, muchas veces encarnadas y asumidas desde el cuerpo y somatizadas a modo de contradicciones que se padecen muy a flor de piel. Sin embargo, en este libro hay una novedad en ese tratamiento: la venganza. Este eje actancial permite a Liliana Blum dar forma a un libro redondo, cohesionado y habitado por personajes frustrados o cuyo hartazgo cotidiano se ve asaltado por alguna ruptura con la realidad. Esos “descuidos cósmicos” —fuera de este mundo— se presentan como la oportunidad para la vendetta sobrenatural contra los agravios cotidianos. Así empoderadas, las protagonistas de cada cuento hallan la revancha contra la dominación patriarcal: traiciones y hasta asesinatos reciben, por vías totalmente inesperadas, justicia expedita. Lo único necesario para que el mecanismo fantástico se desate es la voluntad femenina, decidirse a agitar el sedimento machista que pesa sobre sus vidas.
Estos personajes viven vidas solitarias, no porque no haya personas a su alrededor si no porque carecen de verdaderas conexiones con ellas. En el primer cuento, “Alas a los alacranes”, una esposa acude al vudú como escape terapéutico; confecciona el muñeco que representará a su esposo, no porque sea vengativa, pero necesita volcar su impotencia en un objeto. Termina por descubrir que la práctica mágica vudista, a diferencia de ella, no es impotente. Este primer argumento abre el hilo conductor.
Dicen que la venganza es amarga, pero algunas de estas mujeres la encuentran de su gusto. Así, la protagonista de “Una Lady Macbeth cualquiera”, por pura casualidad, se pone en contacto por correspondencia con un asesino serial que termina por satisfacer sus deseos homicidas. En “La semana de Nínive” una vampiresa sui generis hace de justiciera nocturna satisfaciendo sus apetitos con hombres que se lo ganaron a pulso. Ambas cuestionan sus actos en algún punto, pero terminan por disfrutarlos. Empero, no todo en este libro es venganza lúcida o pertinaz, algunas revanchas son internas, emergen del cuestionamiento de las decisiones tomadas y los elementos fantásticos más bien se presentan como oportunidades límite. Las mujeres de estas historias harán de todo con tal de cambiar drásticamente el rumbo de sus vidas: pactos demoníacos (“La abuela no tiene quién la visite”), maternar seres desplazados de lo humano (“Pajarita” y “Un descuido cósmico”) y perseguir sus obsesiones hasta la locura (“No me gusta el tono de tu voz” y “Ardea herodias”). Podríamos considerarlas simples lunáticas, pero los atisbos a sus vidas, mediante la prosa límpida de Blum, nos plantean una suerte de justificación; si en nuestra contemporaneidad ya existen caminos divergentes para las mujeres, la miríada de opciones no garantiza la plenitud. Las expectativas y mandamientos sociales que pesan sobre ellas se combinan con su propio deseo conduciéndonos a tensiones que revelan la complejidad de la condición femenina.
A nivel estilístico, el conocido tratamiento sórdido de los temas de Blum, mediado casi siempre por una figura masculina, tiene continuidad en estos relatos aunque matizado por un humor satírico dosificado en diálogos, pensamientos y descripciones. Pero es posiblemente la búsqueda de justicia por estratagemas no realistas lo que más diferencia estos cuentos de otros libros de la autora y lo emparenta con otras plumas cuentísticas como Dahlia de la Cerda (ella también concibió una vampira verduga).
¿Por qué imaginar soluciones fantásticas en tiempos de feminismo y frente a cuestiones tan serias como los feminicidios? A modo de atisbo, podemos recordar que, en términos generales el modelo de lo fantástico se manifiesta cuando un estado cotidiano o familiar de las cosas se ve invadido por lo no natural, por lo desconocido, por la ambivalencia. La mismidad vs la otredad amenazante: en esa polarización se fue asentando la construcción textual a modo de estrategia narrativa, pero también es el vehículo simbólico de la relación entre el orden, lo cotidiano y lo normalizado, fracturado o asaltado por el desorden, lo insólito y lo anormal. En ese despliegue lo que se veía trastocado solía ser el paradigma racional decimonónico (momento en que se consolida el género) peligrando sus ideales de orden y progreso. ¿Pero ahora? Blum pareciera decirnos que la cotidianidad de las cosas es hoy esa violencia sexista, el feminicidio y el acoso, una normalidad amenazante. Así, la intrusión de lo Otro, de la alteridad y del caos sería una intrusión deseada. Lo que debería inquietarnos es que nada se inquiete. Liliana Blum nos propone vislumbres creativos de justicia, pero más allá de simplemente tomarla por propias manos, creo que de lo que se trata es no cejar en su búsqueda.
Un descuido cósmico
Liliana Blum
México, Planeta, 2023, 152 pp.
Licenciada en Estudios Latinoamericanos por la unam. Recibió el premio Inca Garcilaso de la Vega 2018 al mejor trabajo de titulación del Colegio de Estudios Latinoamericanos. Es Maestra en Comunicación y Política por la uam Xochimilco. Actualmente cursa el Doctorado en Humanidades en la línea de Estudios Culturales y Crítica Poscolonial.