Construcción del caso

Adriana Galván
abril-mayo de 2024

 

 

Imagen: Pixabay

 

19 de mayo

Hace una semana soñé con mi padre, un hombre alto y barbado. Vi sus ojos grandes y cejas pobladas. Tenía una voz grave y paciente. Yo era una niña, entre los siete y ocho años. Lo vi acercarse lentamente, tocó mi cara con una de sus manos que estaba fría y áspera; acomodé mi mejilla contra su palma y solté un beso fugaz. Cuando desperté escribí en un papel suelto:

¡Oh! Su presencia

¡Oh! Mi padre me besa

La frente tibia

 

30 de mayo

Anoche soñé con mi padre, de nuevo, era un hombre fuerte y erguido. Lo tuve de frente, se inclinó, puso su cara sobre mi cabeza y le dejó un beso que se estacionó por tiempo infinito. Desperté sintiendo el vaho de su respiración.

Hoy, mientras tomo café, vuelvo al par de sueños consecutivos y pienso en la posibilidad de convertirlos en el inicio de un cuento o poema.

En 1899, se publicó La interpretación de los sueños. Me apresuro al librero. Leo en el primer capítulo La literatura científica sobre los problemas oníricos, Freud escribió: “En las páginas que siguen aportaré la demostración de la existencia de una técnica que permite interpretar los sueños”.

Comencé a escribir un diario.

 

30 de mayo

Soñé que P caminaba entre una multitud, en una calle de una ciudad desconocida. Yo intentaba avisar de mi presencia y otro hombre, grande y de barba canosa, tapaba mi boca. En ese momento sentía cómo mi saliva embarraba la palma de su mano mientras yo intentaba gritar. Ensucié mi rostro con mi propia saliva. P se perdía entre la multitud. Me fundí en el pecho del hombre que me sofocó.

 

Encuadre

Para Lacan, el psicoanálisis no cura. En los hallazgos lacanianos el análisis debe resistirse a la estandarización. Es decir, se puede desarrollar una teoría que sea sistemática, consistente en tanto episteme, pero la práctica no será partícipe de esa uniformidad.

 

15 de junio

Tras el sueño del padre, soy yo la analizada, quien se tumba en un diván para hablar de sí misma e intentar encontrar la interpretación de aquellos sueños. Asisto donde una mujer alta, de edad madura y con una voz aguda sin llegar a ser punzante me deja hablar con el fin de llegar a ese momento metonímico en donde el sujeto tiene la posibilidad de señalar el lugar de su deseo.

 

Primera sesión de análisis: construcción del caso

Le cuento mi sueño a la analista, está muda. Freud pronunció –ya no confío en mis histéricas–. Entonces, ya no confía en la histeria de estas mujeres, pues, la verdad en el análisis psicoanalítico no debe confundirse con un problema sujeto-objeto que se encuentran en el mundo de lo real. La verdad del análisis está en el plano ontológico, en el lenguaje, en la palabra; todo aquello que se encuentra en el inconsciente. Es evocar la historia censurada en el sujeto. Mi terapeuta que, diré que se llama Marcela, ha de no creer en mí en tanto cuerpo en el diván. 

 

Segunda sesión de análisis: construcción del caso

Mi antigua analista llegó a la conclusión que la afectación paradigmática en mi vida amorosa se debía al Edipo no resuelto. En la teoría psicoanalítica, Freud propusó, para pensar en el desarrollo psicosexual, tres etapas: oral, anal y fálica. Es durante esta última que, el infante, desarrolla rivalidad con el padre del sexo opuesto, la existencia simultánea se resuelve con el parricidio. Le cuento la conclusión de mi anterior terapeuta a Marcela. Ella no se inmuta.

—Y, ¿estás de acuerdo con esa conclusión?

—No

El inconsciente entiende la relación entre el lenguaje y la historia, que censurada busca ser revelada. Tamara Kamenszain, en el libro Una intimidad inofensiva. Lo que se escribe con lo que hay, usa el término lacaniano “éxtima” para referirse a lo más próximo, lo más íntimo que es, al tiempo, exterior. Tamara habla de literatura.

 

Tercera sesión

Intento cambiar el tópico del édipo con el que terminé la última sesión y le cuento a Marcela que mi relación con P es reciente, también le mencioné que encuentro en P un recuerdo de V.

—¿Quién es V?

—Fue un hombre con el que tuve una relación de cuatro años.

—Y, ¿qué hay de V en P?

—La lentitud en el habla, las líneas de expresión, la media joroba que le aparece cuando busca aleccionarme.

V es el parámetro con el que mido a los hombres de mi vida, digo sin reflexionar la oración. Recordé el sueño en la ciudad desconocida, me reí con aquella imagen que me resultó graciosa, quizá V es el hombre que sofoca mi grito y P es el hombre que fácilmente se desdibuja. Ese es el problema con P, que es dispensable. Giré la cabeza para mirar a Marcela, tiré la carcajada, ella permanece en aplomo.

El chiste está en terreno del inconsciente, donde confluyen la producción de significantes y la simbolización que ejerce satisfacción. Estos emergen del proceso de identificación en el estadio del espejo y la formación neurótica, ya sea edípica o preedípica. Para Lacan, el resultado del proceso de organización que involucra las sustituciones metafóricas o metonímicas incluye: el lapsus, los actos fallidos, los sueños, los síntomas y, por supuesto, los chistes. Por tanto, en el deslizamiento ininterrumpido de un objeto por el otro que es empujado por el deseo en el inconsciente se estructura el lenguaje, porque hay convenciones significantes.

 

3 de julio

Hoy no soñé. Desperté y P había salido de la cama. La casa olía a pan, mantequilla y café. Acaricié al gato y caminé hasta la cocina, nos besamos con desgano, su aliento estaba impregnado con café. Pensé que esto sería un diario de sueños. Mentí. Anoche P y yo sólo dormimos. Sospecho que las noches que no estoy en su casa lleva a otra mujer. Debería estar celosa, pero descubro que mi sensación es otra. Su casa está llena de mí, rastros que voy dejando: cepillo de dientes, cremas para la cara, aretes, ropa y la familiaridad del trato que me dan los gatos.

 

Cuarta sesión

Le conté a Marcela de mi sospecha de infidelidad. También mencioné mi discreta emoción cuando pienso en la otra mujer encontrando objetos que evidencian mi presencia sobre la suya. Me siento satisfecha de su resignación a ser borrada. Me doy cuenta que necesito que me admire, quizá es por eso que me convenzo de que, efectivamente, P tiene sexo con alguien más. P es un hombre mediocre que al inicio me resultó interesante; en su absurda presencia encuentro razones suficientes para finalizar la relación, pese a que, no quisiera renunciar a la admiración de la mujer negada. V y yo estuvimos juntos cuatro años, al inicio yo tenía 26 años y él 50. V era un hombre complejo, atormentado y brillante. Yo lo sabía y resistí. Recuerdo tener una fantasía narcisista de superioridad frente a las otras mujeres con las que me fue infiel.

—Entonces, ¿V es una vía de reconocimiento?

—V era…

—¿Era?

—Bueno, V es muchas cosas, incluso una vía para existir

En El seminario de Jacques Lacan, Libro 1: Los escritos técnicos de Freud 1953-1954, se refiere al “Momento de la resistencia”. Ahí presenta un ejemplo tomado del artículo de Annie Reich sobre la contratransferencia. Expone el caso de un hombre que ha sufrido la pérdida de la madre, entonces, es invitado a la radio para hablar sobre un tema que es de interés de la analista. El paciente llega a la consulta que sucedió a su éxito en el programa radiofónico, en un estado de incoordinación. La analista interpreta: “usted está en ese estado porque piensa que yo estoy resentida por su éxito”. Pasado un año, el sujeto se da cuenta que el estado de confusión fue parte del duelo y que sólo convirtiéndolo fue capaz de superarlo. El locutor se dirige a una audiencia invisible, mientras él mismo es invisible. La palabra no está dirigida a quien escucha, sino a todos: vivos y muertos. El paciente en su relación conflictual se lamenta que la madre no pudiese escucharlo y por tanto, no pudiera presenciar su éxito. Mientras leo, concluí que los mensajes en casa de P están dirigidos a mi padre, quien murió en los primeros años de mi vida. Pero, injustamente, la mujer negada es quien los recibe.

 

8 de agosto

Durante mi tiempo en la facultad de Psicología, para la clase Construcción de caso clínico, mi profesor, un psicoanalista freudiano reconocido, para dibujar la propuesta lacaniana, trajo el caso de las cerezas. Una mujer sufre de dolores de cabeza cada vez que sueña con cerezas. Tirada en el diván, le cuenta al analista, sobre su abuela y madre prostitutas, le dice con evidente enojo: no quiero ser esas. Ahí terminó el análisis.

Hoy soñé con V, en ese sueño, me tomaba de la mano y, mientras caminábamos por la ciudad donde vivimos juntos, mirábamos a mi padre acercarse. P estorbaba en la imagen pues caminaba sin sentido. Mi padre se cruza en el camino con V quien aún sostiene mi mano, ambos se dedican un gesto de amabilidad. Marcela me pregunta por P.

—No sé, desapareció. Hay un silencio de algunos segundos

—¿Por qué P desaparece y no V?

La noción de fantasía en Freud es leída por Lacán como una hipérbole del inconsciente, en tanto su función es proteger al sujeto del horror de la realidad. P es una cámara de cine pausada mientras encuadra, en primer plano, el rostro de V.

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Adriana Galván

Maestra en Estudios Socioculturales por la Universidad Autónoma de Baja California. Actualmente cursa el doctorado en Humanidades en la Unidad Xochimilco de la uam.