Elección y trascendencia en “Homo Rodans”,
de Remedios Varo

Mario Mendicuti Abarca
abril-mayo de 2024

 

 

Homo Rodans, Remedios Varo, 1961. Fotografía: Thomas Quine, Creative Commons


El arte de la levitación:
pérdida de la gravedad, pérdida de la seriedad.
Remedios ríe, pero su risa resuena en otro mundo.

Octavio Paz, “Apariciones y desapariciones de Remedios Varo”

Fue en 1959 cuando, gracias a un pequeño artículo del erudito Hälikcio von Fuhrängschmidt, por fin la comunidad científica aceptó la versión correcta sobre la manera en la que nuestra especie, en la mal llamada “evolución del ser humano”, había decidido agacharse, erguirse o rodar, hasta llegar a nuestra posición actual. A partir de unas vértebras encontradas en los Cárpatos y de los dibujos hallados en el Multimirto Cadencioso, conjunto de poemas y cantares del año 2300 a.C. de un anónimo persa, el académico postula: el “Homo Reptans nunca ha existido, pero sí existió el Homo Rodans”, antecesor del Homo Sapiens. Con lo anterior, el arqueólogo corrige la forma en la que hemos concebido ciertos eventos históricos, como el origen del paraguas, la confusión del significado de ciertas palabras o el devenir mismo del ser humano. El también antropólogo y lingüista –—que utiliza, entre otros muchos, el nombre de Remedios Varo— nos presenta en el artículo mencionado, el “De Homo Rodans”,[1] una nueva forma de entender la historia, ya que elimina la idea de evolución para sustituirla por las de decisión y trascendencia, relacionadas éstas no sólo con la posibilidad de equivocación, sino también con el deseo y con la concreción de nuevas realidades comunes y personales.

Uno de los puntos más importantes tocados por Von Fuhrängschmidt es la “unánime preferencia hacia el endurecimiento” de la actual materia orgánica. Como es obvio, si lo reblandecido no quisiera erguirse, ninguno de nosotros habría sido concebido. Según sus palabras, podemos dividir en “Actitudes” o “Movimientos” las distintas etapas del universo. En la primera, toda la materia hoy llamada inorgánica se vio en la necesidad de llegar a un estado rígido: “las grandes masas de tejido conjuntivo se separaron en trozos de durezas diversas después de reñidísimos combates, y las partes más ambiciosas no cejaron en su empeño hasta constatar, con espanto, que el límite conveniente había sido horriblemente sobrepasado”. Ahora, en este Segundo Movimiento en el que vivimos, se han invertido los papeles: es la materia orgánica la que busca endurecerse y la inorgánica, reblandecerse. Como nos dice el afamado antropólogo: “El endurecimiento cobra cada día más prestigio: músculos duros, carácter inflexible, ejercicios destinados a endurecer las superficies y volúmenes anatómicos femeninos”. Como podemos notar, las cosas, las personas y las actitudes no se ven cambiadas de “forma mecánicamente desprovista de voluntad trascendental”, sino que por medio de la lucha y de la continuación en una misma dirección, se transforman el propio ser y el mundo.

Sin embargo, las decisiones que ocasionan dicha transformación pueden desencadenar eventos negativos para otros. En “De Homo Rodans” se utiliza el ejemplo del “reblandecimiento trascendental de los abismos minerales, cuando éstos comenzaron a retroceder en su equivocado y audaz camino hacia la dureza absoluta”. Esta decisión desembocó en la erupción del Moolookao, del Vesuvio y del Xitle, entre otros. Tal anhelo de trascender se materializa en hechos que afectan al total de los habitantes de un espacio, por lo que debemos asumir que hay una fuerte conexión entre los entes (orgánicos e inorgánicos, animados e inanimados) que pueblan esta realidad; en otras palabras, hay una estrecha interrelación.

Así, las alternativas tomadas inciden directamente en el desarrollo de los que nos rodean. Sobre esto, otro problema que aborda el tratado es el encuentro con lo que parecía ser un paraguas o un ala de pterodáctilo dos metros por debajo de donde se excavó el cofre que contenía el diario de la reina Tol, en Libia. Se escribieron en total treinta y dos ensayos sobre el confuso hallazgo. Unos afirmaban que era un “ala bastante completa y muy bien conservada de un joven pterodáctilo”; otros, que era un paraguas que había llegado hasta allí por un deslizamiento subterráneo. En realidad, según Von Fuhrängschmidt, se trataba de un bastón que quiso trascender su forma. Nos explica el erudito que, al decidirse el ser humano a caminar sobre dos extremidades, se vio necesitado de utilizar el bastón. Éste se convirtió en “un tercer miembro locomotivo”, con lo que comenzó a realizar paulatinamente sus “oscuros anhelos trascendentales”, creyendo que siempre sería indispensable para el hombre. Cuando éste por fin se pudo trasladar libremente, el bastón fue bruscamente abandonado. Esta decisión humana ocasionó en la especie bastonil una frustración tal que sus ejemplares se convirtieron, en su mayoría, en piedra; aunque los pocos que tenían una mayor capacidad de soportar el rechazo cambiaron su meta de transformación: de la pierna aspiraron a las alas de los pterodáctilos. Así fue que se halló el bastón aparaguado en Mesopotamia. “El hecho de haber continuado trascendiendo más allá del pterodáctilo y de haberse convertido en el primer paraguas causó la confusión y la discordia en el grupo de antropólogos que se ocuparon de este objeto”.

Ahora bien, más allá de una explosión volcánica o del cambio de una forma en otra, existe un gran peligro de que lo duro y lo flácido se confundan. Hacia el final de su artículo, el antropólogo nos dice que llegará un momento unificante en el que lo blando y elástico se endurezca y lo pétreo y rígido se ablande. En ese instante, él espera que ambas tendencias reboten “en la muralla del tiempo y [retrocedan], ya que si no, se cruzarán en el espacio y después de una época de dolorosa confusión en que toda materia será Infernalina Hibrido-Maniaca, lo uno pasará a ocupar el lugar que antes tenía lo otro”. Por ende, dicha confusión, así como la poca conciencia sobre nuestras decisiones en el acontecer del mundo, nos puede llevar a tomar el lugar de una silla al no comprender cabalmente la importancia de los seres y objetos que nos acompañan. Hälikcio von Fuhrängschmidt confía en que se cumpla la profecía del iluminado Augurusthus, escrita en un exquisito y pulcrísimo latín, la cual reza: “Tempora murallis separatum duos et rebotandum majesticamentae con fungoide luminaria, petreus materiae et elastiqua substanciae, ocuparem suos lugarem naturalis ad majorem comprensionibus mutua per milenariae tempora”.

De esta manera, se entiende que no sólo es necesario conocer la dirección en la que uno camina, sino también que los demás sujetos y objetos del universo están en eterno movimiento. Los problemas de inteligibilidad pueden llevar al simple y llano narcisismo, que implica un ensimismamiento hermético ante la realidad y sus maravillas, o a la pérdida de grandes conocimientos. Algo relacionado sucedió en el año 850 a. C., cuando la palabra mirto se confundió con la de mito. La segunda, según nuestro lingüista, hacía referencia a las historias que las nodrizas babilonias contaban a los niños; la primera significaba “relato de hechos fenomenales comprobados empíricamente y transmitido ya sea por escrito ya verbalmente”. Con esta gran equivocación —causada por la carraspera de un sabio al momento de pronunciar mirto en público—, los escribas de Calcárea, que habían ido a escuchar al erudito, popularizaron la acepción de fábula y muchos hechos empíricamente comprobados fueron por milenios considerados fantasía. No fue sino hasta hace poco que se dejó de lado esta antigua confusión y, desde ese momento, se han realizados algunos de los más grandes hallazgos en la historia de la humanidad.

A partir de este último ejemplo, llega a nosotros la idea de que en un sinnúmero de ocasiones estamos a la merced de voces desviadas y de deseos que terminan siendo equívocos. En “De Homo Rodans” el antropólogo nos presenta una serie de eventos mal comprendidos para, con referencias eruditas y cien por ciento válidas, hacernos ver el trasfondo de la situación. Es, de hecho, la intención principal del tratado desmentir a otro antropólogo para, así, enderezar y endurecer nuestra manera de comprender los problemas lingüísticos e histórico-óseos ya mencionados.

Si aplicamos lo aprendido en el texto a este mismo, podemos concluir que fueron sus ansias de trascendencia y el deseo de transformar el mundo lo que le ayudó a no ser sepultado entre decenas de artículos académicos sobre el origen del paraguas o sobre el endurecimiento orgánico. Así, es nuestro deber comprender sus postulados y darlos a conocer, teniendo en cuenta que tomar la decisión de difundir este escrito (así como cualquier otra decisión que tomemos), puede cambiar al mundo en sí mismo y nuestra existencia en él.

 

Perfil del tiempo, Salvador Dalí, escultura situada frente a la entrada de la Sky Tower de Breslavia, Polonia. Fotografía: Wikimedia Commons

 


[1] Remedios Varo, “De Homo Rodans”, en Edith Mendoza Bolio, “A veces escribo como si trazase un boceto”. Los escritos de Remedios Varo, Iberoamericana-Vervuert-Bonilla Artigas, Madrid-Frankfurt-México, 2010, p. 193-198.

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Mario Mendicuti Abarca

(México, 1990). Doctor en Literatura Hispánica por El Colegio de México.