Seis poemas

Jaime Augusto SHelley
Enero-febrero de 2021

 

 

 
De la partita
(algo muy sencillo)

 

En la sociedad del futuro

no habrá hambrientos,

gente descalza

o viviendo a la intemperie.

 

En el futuro, no habrá

odio racial, social, político.

No habrá nada de eso, dicen.

 

Sin cosas que lamentar,

en el futuro habrá sólo presente.

Los ayeres, una canción:

y el mañana, un cuento para niños.

 

Es algo muy sencillo

—dicen los expertos—:

                                               en el futuro

                                               no habrá futuro.

 

 

De Concierto para un hombre solo, Plan C editores, 2001

 

  

 

ARS MORIENDI

 

 

Aúllan, aúllan.

 

Dan miedo

las calles.

 

Aúllan, aúllan,

caen muertos.

 

La gente guarda

 

silencio,

cierra las puertas.

 

 

Aúllan, aúllan,

no los lobos,

 

los hombres.

 

 

 

TIERRA DE NADIE

 

Hacer el amor

en los hoteles.

Develar el misterio

humedecido de la intimidad

en tierra de nadie.

 

Por primera vez,

con manos que arden

acariciar palomas

y estrujar cadencias

ávidas de oscuridad.

 

Por primera vez,

siempre por primera vez,

jugar a conocer el cuerpo otro,

ahora tuyo,

embrocado en sustancias elásticas,

temblorosas.

 

Gargantas sumergidas

en la espuma del grito quedo

y la precipitación de una flor

que deja caer sus pétalos

de multiplicado aroma

en el arqueado respiro de los besos.

 

 

Y uñas

trepando hacia esa luz

que se derrama por el lecho.

 

Aurora de cabellos largos,

llena de respiros y de ansia,

resbalando exquisita,

cosquilleante,

mientras el fuego tibio de los cuerpos

se mueve al filo de la cama,

buscando,

allí, dentro, al fondo, fondo

perdido de la noche.

 

Noche que se graba, agridulce,

en el brusco secreto de un reloj

con su alarma de irritados gallos,

en el moho que, al despertar,

es ya jardín de la memoria.

En tierra de nadie.

 

 

 

PUNTO DE QUIEBRE

 

Todavía el dulce otoño,

cuando se conmemoran las batallas

antes de la caída irremediable de las hojas.

 

Las jóvenes parejas

desoladas

buscan refugios para desatar su tanto amor

efímero

y la escasa moneda que salta en el bolsillo

cuando ya el pan, el pan sube de precio

mientras los demás en casa aguardan, confiados

preparando el café.

 

Parejas que no saben de batallas:

de pechos frente a las balas reclamado derechos,

de muerte en las anchas avenidas

o en este parque frondoso

donde un par busca

un lugar sombreado bajo los árboles,

una maleza lejos de la mirada viandante.

 

Abrazarse al menos, tocarse entre las ropas,

olvidar por algunos minutos

la ida en Metro, volver a casa.

 

Y de lo otro,

lo de antes,

mejor no hablar.

Es la regla.

 

 

Buenos Aires, otoño del 08.

 

 

El OTRO CAMINO A SANTIAGO

 

Entonces atravieso las llanuras

cruzo altas montañas

y ya llegado, abrazo

con mi propia y desollada piel

la muerte material de ese sueño

cortado a tajos,

que todavía cargo

—inmerso en su luz—,

a horcajadas de la sombra, crecida,

de mi propia ausencia.

 

Sueño viejo

puesto a chirriar en la memoria

para que alguien, como yo,

arrojado a puntapiés,

sin misericordia, a la intemperie,

coma y beba,

siga viviendo.

Alguien cualquiera

seguramente olvidado ya

de la luz prodigiosa de esa estrella.

Urdido él en la áspera sed

y el hambre del frío amanecer.

 

Camina por las alamedas,

sin reconocerse ni reconocerme.

Juan pueblo, Juan miseria,

Que dejó de existir para no morirse.

 

Él y yo, caminando por las anchas avenidas

sin saber por qué.

Ni adónde.

Con heridas que no sanan.

 

 

 

Estudio

 

Justamente allí,

donde aprendí

a dar con todo el cuerpo.

 

Instante de ser.

Ser en el otro.

Y desde allí

trasponer la luz,

la poca luz subyacente.

Ensombrecido aparato de vida

que anda, corre, salta.

Compra y vende sus días.

 

Amedrentada bóveda

encadenada al deseo

que inerme, miente,

casi feliz cuando,

antes de la aurora,

con pájaros revoloteando,

salimos del hotel

y sin despedirnos

cada quien vuelve a casa.

Trato de recordar,

¿fue allí, entonces,

cuando aprendí?

 

Amor de uno, amor de todos.

 

Cómo se parecen

los cuerpos entrelazados

de las parejas en el sueño.

 

 

De Mar de la Tranquilidad, Molinos de viento, UAM, 2011

 

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Fotografía: cortesía de Lorena M. Larenas


Jaime Augusto Shelley

(Ciudad de México, 1937-2020). Realizó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM). En 1960 aparece su primer libro en La espiga amotinada. Ha sido colaborador en diversos diarios de circulación nacional y revistas literarias. Fue guionista y coguionista de cine y dirigió varias obras teatrales. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores y creador artístico del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) en la disciplina de letras.


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