La imagen incendio:
Teocalli,
del Colectivo Los ingrávidos

Carlos Alberto Rodríguez Gómez
travesías
agosto-septiembre de 2025

 

 

Sensemayá, Colectivo Los ingrávidos, México, 2021, 7 min.

 

Imaginen un ojo no gobernado por las leyes humanas de la perspectiva, un ojo no predispuesto por la lógica compositiva, un ojo que no responde al nombre de cada cosa, sino que debe conocer todo aquel objeto encontrado en vida a través de una aventura de la percepción.

Stan Brakhage

Teocalli (2024), del Colectivo Los ingrávidos[1] no es una película común: es una pieza audiovisual que deviene membrana para tocar nuestra piel. La pieza de cuarenta minutos recupera metrajes de diversas fuentes y pone en  tensión diferentes materiales (16mm y Super 8), para compartirnos desde un tono mítico una multiplicidad de imágenes como si fueran umbrales hacia otros tiempos. De manera simultánea transforma al espectador en un decodificador de experiencias pretéritas y futuras.
          Cuando la película muestra su anomalía con respecto a otras propuestas de cine expandido (o expansivo) fuera de los rectángulos y las salas comerciales es cuando Teocalli es un mapa sensitivo que distribuye una lucha en contra del despojo salvaje de nuestra percepción y nos proporciona una velocidad distinta desde materiales estéticos y sagrados por descubrir. Si tuviéramos que sintetizar la obra en unas cuantas palabras, la pieza audiovisual pierde sus elementos más potentes, sin embargo, al tratarla como un jeroglífico audiovisual en devenir, el trabajo de Los ingrávidos nos ayuda a escapar de la experiencia cinematográfica que sólo busca consumir una película en su visionado. Logra colocar a la pieza en un ejercicio de autopercepción de los límites entre el mundo producido y la sensación estética que deviene imagen-palabra, eco, gesto, trazo, y, de nuevo, palabra, trazo, gesto, eco e imagen.

En Teocalli las percusiones que escuchamos reactivan lo sagrado con la ayuda de la obra sonora de João Pais Filipe, natural de Oporto, un baterista, percusionista, escultor de sonidos y reinventor de sus propios instrumentos. El trabajo sonoro acompaña la danza fílmica en la que resuenan las imágenes como tránsitos de distintas temporalidades. Así, logran hacer de la libertad del teocalli un espíritu musical que alcanza a mostrar el acceso a una trascendencia histórica a través del ritmo. El teocalli, como palabra, es el nombre de un antiguo templo mesoamericano, de la cultura mexica, construido sobre una pirámide. El nombre proviene del náhuatl que significa “casa de dios” y funcionó como espacio mágico para realizar ceremonias y rituales. El templo fue tallado hacia el año 1507, para la llamada ceremonia del Fuego Nuevo, un signo que daba inicio a uno de los periodos de 52 años del calendario azteca. Esta ceremonia elucubra la amenaza del fin del mundo y también la fuerza de un nuevo comienzo. El teocalli fue portal y ruptura, muerte y vida. Todos los fuegos el fuego que reinician la energía vital y celebran la muerte, en una experiencia ritual que conmemora el fin de un periodo sagrado.

Lo ancestral se presenta en la película en la medida en que nos provee de un basamento, de un recinto audiovisual ceremonial, que guarda en su corona un templo a descubrir. En una comunidad rítmica, el teocalli fílmico quiebra lo fugaz para reconocer en la repetición un eco que se desplaza hacia todos los sentidos, hacia el encuentro con la vitalidad de lo humano y descansa en un saber primitivo presente en el aquí y ahora. Cine-ritual, ceremonia del Fuego Nuevo, abigarramiento de flechas temporales hechas sonidos, umbral circular tejido entre ojos y cristales en movimiento que transmiten el pasaje hacia una síntesis de la memoria nunca desligada del paradigma político. En la textura de las imágenes de Teocalli no hay una cámara cinematográfica lista para contar historias, tampoco un aparato que documente la realidad. En esta propuesta del colectivo audiovisual mexicano, el cine y la cámara, el montaje, las manos y los ojos de los integrantes, muestran la potencia de transformación perceptiva de lo real. Nos invitan a romper con la desautomatización en nuestra manera de  mirar y absorber aquello que trastoca nuestro cuerpo desde materiales específicos.

La expresión “imagen-incendio” hunde sus raíces en nuestros cuerpos y encuentra su ecosistema en el contacto con la luz que genera como elemento audiovisual, pero sin olvidar la temperatura de vida-muerte en tensión con los espectadores en las  redes sociales. Aquellos que adiestran su mirada en analogía con el jugador de casino, espectadores ansiosos por dopamina. En Teocalli los partícipes del ritual se enfrentan con la lucidez del juego y se vuelven un “nosotros” desde el ritual mágico, alejado de la matematización de la vida. Magia y matemática, dos polos modernos para entender el ritual desde la cultura, como nos sugiere Bolívar Echeverría en un libro que recupera sus clases al respecto del quehacer humano y su  transnaturalización: Definición de cultura (2010).

Teocalli, Colectivo Los ingrávidos, México, 2024, 41 min.

 

Teocalli expone figuras-tiempo que danzan entre la fugacidad de la duración de la película y la paradoja recalcitrante de una impresión mental que recubre la semilla colocada quirúrgicamente para nuestros ojos. Es una película semilla, una fuerza natural de fuego nuevo que reconoce su  movimiento entre paradojas y el carácter lúdico de la cultura que, en este caso, retoma sus fuerzas desde la propuesta audiovisual del Colectivo Los Ingrávidos, fundado en 2012. En sus palabras:

Cuando hablamos de lo ancestral, lo pensamos como una imposibilidad de  retrogradación: la imposibilidad de recuperar un pasado indígena o ancestral como  nuestros abuelos lo hacían, porque estamos mediados por el capital, la destrucción del tejido social y las colectividades, la creación de políticas agresivas para los  pueblos; una erosión de las políticas sociales por la imposición de un capitalismo  neoliberal. No podemos regresar a los mismos pasos porque sería instrumentalizar  los saberes y las prácticas antiguas, incluso sería oportunista. Preferimos recuperar  prácticas que tienen que ver con la subversión, en términos del origen de la palabra,  subvertir, invertir, y eso incluye prácticas como el sacrificio y la ofrenda; la  purificación.[2]

En Teocalli hay un cúmulo de jeroglíficos por descubrir que hacen al espectador partícipe de tiempos aciagos en los que una actitud crítica es violentada por las grandes narrativas que nos imponen qué ver y qué decir de aquello que vemos. Cine-acto, imagen-fuego que eleva el sacrificio y la ofrenda al nivel de una obra para cuestionar a la tecnología, la historia y la ley. Y así darnos la posibilidad de cuestionar la violencia que anida en las imágenes, cuando éstas sirven de compra-venta y no dan apertura a un tiempo sagrado alojado entre ellas: 

Aquí las materias acumuladas inducen una danza, invocación-elevación-iniciación.  Ascensión y caída en la casa del sol. Los cuerpos circulares reverberan en el éxtasis  amniótico del color. Plasmas elípticos. Las oscilaciones cromáticas alrededor de  acumulaciones cinéticas desprenden el lado oscuro del sol. Plasma solar. Mancha  lunar. Pueblo de las imágenes: cara trenzada al sol. Pueblo aural de los sonidos:  translúcidos rostros lunares. Imágenes, sonidos. Pueblos alucinados por el Sol.[3]

Teocalli busca la visión ancestral y no el reconocimiento de imágenes comercializables. Encuentra otras imágenes que no descansan en una  sinopsis. No estamos frente a una película que revalora sus energías entre las  líneas de un acápite, o entre las murallas de una historia con motivo único como fuerza ontológica. Los espectadores tienen la llave para romper con la anestesia perceptiva y encontrar en las visiones del relámpago y el rectángulo  mágico los movimientos de la imagen-incendio.


[1] Teocalli, material ritual y audiovisual del Colectivo Los Ingrávidos, disponible en línea: https://vimeo.com/user15819885, México y Portugal, 2024.

[2] Disponible en línea, https://www.imcine.gob.mx/Pagina/Noticia/colectivo-los-ingravidos--asi-sera-el-trance-en-roterdam, 2025.

[3] Colectivo Los Ingrávidos, en revista FICUNAM 15 años, Dirección General de Actividades Cinematográficas, México, 2025. p. 58.

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Carlos Alberto Rodríguez Gómez

Maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México.