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En 2022 y en 2023, la editorial mexicana Polilla tuvo a bien publicar en esta parte del mundo dos excelentes libros de narrativa latinoamericana: Sofoco, de la colombiana Laura Ortiz Gómez, y La muerte viene estilando, del chileno Andrés Montero. Con el primero, Ortiz Gómez obtuvo el Premio Nacional de Narrativa Elisa Mújica. Con el segundo, Montero ganó el Premio Mejores Obras Literarias, del Círculo de Críticos de Arte y el de la Academia de la Lengua. Ambos narradores, además, cuentan con estudios universitarios, puestos laborales en el ámbito literario y otras obras editadas tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, poco o casi nada en comparación con otros escritores hispanoamericanos contemporáneos, verbi gratia, las argentinas Mariana Enríquez y Ariana Harwicz, la ecuatoriana Mónica Ojeda, la boliviana Liliana Colanzi o el cubano Carlos Manuel Álvarez.
Los nueve cuentos que conforman Sofoco —“Aíta la muerte”, “Tigre americano: Panthera onca”, “Mingus el ardiente”, “Esperar el alud”, “El corazón del señorito”, “La cajita de Avon”, “El último pibe Valderrama”, “Un toro bien bonito” y “Parto de vaca”— destacan por su brevedad, contundencia, filigrana estilística y variedad de voces narrativas. Ninguno sobra ni demerita en esta primera publicación de la bogotana. Sea que comience en primera persona a manera de una confesión como en “Aíta la muerte” y “Parto de vaca” o un diario no escrito como en “Tigre americano” y “El último pibe Valderrama”; sea que recurra al conocido narrador omnisciente como en “Mingus el ardiente”, “El corazón del señorito”, “La cajita de Avon” y “Un toro bien bonito”; sea que experimente con la segunda persona en “Esperar el alud”, la habilidad para desarrollar personajes complejos en pocas páginas es uno de los puntos destacados de su escritura. Nada de “trópicos y paraísos” ni clichés “idiotas como de turista: qué linda la lluvia, qué verde la montaña cuando cae agua y qué oloroso el mango. Obviedades de burgueses”. Con un toque de humor y sin caer en la folclórica imagen del caribe colombiano, la pluralidad de voces femeninas y masculinas que protagonizan estas historias van desde una mujer soltera que “pasa de los cuarenta”; una niña de ocho años que aún se hace pipí en la cama; un negro tamborero de San Basilio de Palenque, primer pueblo de esclavos libres de América; un indio guerrillero desertado, antes hombre de campo, quien mediante su propia muerte busca cobrar venganza y, al mismo tiempo, alcanzar una suerte de redención; un muchacho que recurre a una bruja para conquistar a la prieta Marita; una mujer que se ha desempeñado como aseadora de la Alcaldía durante veinte años y un buen día comienza a fantasear con vivir en San Petersburgo, como el personaje de la telenovela rusa El Capote; una muchacha cuyo padre solamente fue fiel al futbol colombiano en los noventa; Jeremías, un campesino que desentierra un secreto familiar que le cuesta la vida; y Harold Andrés Sánchez, otro campesino cuya madre fue desaparecida por un paramilitar, pero su abuelo nunca pierde la esperanza de encontrar sus restos viven el sofoco de una cotidianidad en la cual la dictadura, la guerra, la injusticia, la pobreza, “la contradicción de la miseria”, la explotación de las hidroeléctricas y la violencia no sólo del estado sino también del narcotráfico son el pan de cada día.
La propuesta narrativa de los seis relatos en La muerte viene estilando —“El velorio”, “Formas de ganar el cielo”, “La revuelta”, “El duelo”, “Ahijada”, “Flor y truco, forastero”— resulta bastante cautivadora e innovadora, pues en su conjunto terminan por conformar algo que me atrevería a denominar un “cuentario novelado”, merced a una serie de personajes —Florencio, Juan de Dios Elizalde, el Cholo, la Negra, Eulalia—, situaciones —los velatorios de Florencio y Elena, al desaparición del último Elizalde—, lugares —el fundo Las Nalcas— y referencias que van imbricándose de narración en narración. Por ejemplo, “El velorio” y “La revuelta”; “Formas de ganar el cielo” con “El duelo”, “La ahijada” y “Flor y truco, forastero”; y “La ahijada” con “La revuelta” y “El duelo”. Más que la historia de cada uno de sus protagonistas, este libro cuenta, entre fundos y caletas, entre las orillas del Pacífico y las tierras que se extienden hasta la Cordillera de los Andes, la vida de una región rural del sur en Chile. Digo vida porque si bien en el título, desde el principio —con un velorio— y hasta el final —con un grupo de cuatro jugadores de truco que nunca se queda impar— la muerte y la lluvia son dos presencias constantes, la vida finalmente es quien gana la partida. Porque una no existe sin la otra y porque, como uno de los propios narradores aventura, se trata no de una expresión de tristeza, sino más bien “un profundo cavilar sobre la vida y la muerte”. Y digo que cuenta porque el registro oral y popular (mitos, leyendas, décimas y dichos) a lo largo de sus páginas sobresale como una de sus características. Otro elemento notable es una peculiar confluencia y yuxtaposición de tiempos y espacios con el paisaje y el clima sureño, que se filtra en los conflictos de sus personajes e intercala en momentos de tensión.
Laura Ortiz Gómez (Bogotá, 1986) y Andrés Montero (Santiago de Chile, 1990) no se cuelgan del manido realismo mágico ni del real maravilloso, como tampoco de lo fantástico ni neofantástico, conceptos utilizados por la crítica y el mercado editorial a diestra y siniestra para casi toda la literatura latinoamericana que viene escribiéndose desde 1960 a la fecha. Sin forzar ni sonar impostadas, las voces narrativas en Sofoco y en La muerte viene estilando se distinguen del conjunto en la literatura contemporánea de lengua española a pesar de toda una carga del discurso generacional. A bote pronto sus historias dan la impresión de haber sido atrapadas al vuelo del imaginario popular, pero conforme la lectura avanza el lector advierte que estas han sido reposadas en la memoria y decantadas con la expresión de la creatividad literaria. En ambos cuentarios, de hecho, es posible atisbar una especie de desasosiego ante la realidad que los vincula con autores y autoras hispanoamericanos del siglo pasado que fueron erróneamente “enmarcados” a partir —antes o después— del Boom latinoamericano, entre ellos María Luisa Bombal, Sara Gallardo, Marta Brunet, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Cada uno de los nueve y seis relatos, respectivamente, se amplifican merced a las diversas capas de tiempo-espacio que los conforman. Se trate de una abrasadora angustia “caribeña” o de una aterida angustia “sureña”, despotismos, persecuciones, desigualdades sociales, fugas, esperas, reencuentros, duelos, complicadas relaciones familiares y sentimentales resuenan en la vida de sus protagonistas. Narraciones circunstanciales, el telón de fondo está ahí —fuerzas internas vs. fuerzas externas— y los personajes continúan su existencia como pueden, recordándonos que la vida y la muerte son un continuo.
A Ortiz Gómez y a Montero nada de lo humano les ha sido ajeno, sus narradores recorren con la palabra territorios que merecen ser registrados: historias circunstanciales e íntimas enfrentadas a una Historia que las excede. Los personajes de sus relatos —mujeres, hombres, niños y localidades curtidos por el rigor de las privaciones, de la indefensión, el racismo, el desprecio clasista y los dolores— o luchan por la vida o contra la dura vida en el trópico colombiano y en el sur chileno, acompañados por el absurdo, el amor, el erotismo, la música y la cultura popular.
Gracias al esfuerzo de la editorial Polilla en México, el lector puede disfrutar y valorar dos nuevos autores que incorporan otro espacio al mapa de la narrativa latinoamericana y una mirada original a la naturaleza y la violencia en Colombia y Chile. Porque Laura Ortiz Gómez y Andrés Montero consiguen fundar en menos de un centenar y medio de páginas cada uno dos extraordinarios territorios ficcionales, Sofoco y La muerte viene estilando, donde se esbozan los contornos de dos potentes escrituras proteicas.
Sofoco
Laura Ortiz Gómez
México, Polilla, 2022, 116 pp.
La muerte viene estilando
Andrés Montero
México, Polilla, 2023, 140 pp.