Fotograma de La zona de interés
Cada vez que el tema del Holocausto es convocado para su representación sobreviene directamente la controversia ante la tensión clave para los sobrevivientes y sus herederos, quienes enfrentan el dilema del silencio o el testimonio, dada la necesidad de alimentar el imaginario colectivo con una pizca de ese horror que deberá asimilarse como proscripción de una conducta extraordinariamente atroz o a modo de advertencia por la posibilidad de su ominosa réplica.
El cine ha aportado incontables perspectivas al respecto, concentradas mayormente en la restitución de esa humanidad perdida dentro de la barbarie, con títulos de popularidad reciente como La lista de Schindler, de Steven Spielberg(1993), El pianista, de Roman Polanski (2002), o El niño de la pijama de rayas, de Mark Hermann (2008); a los que subyacen tributos contundentes como Noche y niebla, de Alain Resnais (1956), y el magno documental Shoah, de Claude Lanzmann (1985), que se encarga de ofrecer un impresionante panorama testimonial de sobrevivientes y perpetradores.
A la fila de autores cinematográficos que han abordado el tema, se une en fechas recientes Jonathan Glazer con La zona de interés (2023). El director inglés parecería un candidato poco previsible para abordar temas de semejante densidad, ya que su fama aún resuena en la realización de videos musicales como “Karmapolice”, de Radiohead (1997) o “Rabbit in your headlights”, de UNKLE (1998), mismos que inclinaron su consolidación como director de cine hacia un camino sinuoso de vacilación entre estilos en los que la experimentación obtenida en el medio musical nunca se han dejado de lado. Con un escaso puñado de películas que van desde su debut Sexy Beast (2000), un rutinario abordaje al tema del mafioso inglés de clase baja (género prácticamente clausurado gracias a las redundantes propuestas del director Guy Ritchie), a la película que podría haberlo consolidado como un director con trabajo estable en Hollywood Reencarnación (2004), es Bajo la piel (2013) la que parece ser el hallazgo de un lenguaje propio, en el que la sólida mancuerna de imagen y sonido (proporcionado por la música de Mica Levi) catapulta el ejercicio fílmico hacia una comprensión de los hechos más enfocada en la percepción del espectador que a una diégesis convencional. Con diez años de distancia entre largometrajes, La zona de interés aparece en la carrera del cineasta como una obra de madurez que en sus decisiones formales alude a un firme posicionamiento político.
Fotograma de La zona de interés
Si una de las grandes preguntas del Holocausto es cómo representar la deshumanización, Glazer evade el obvio retrato de crueldad y opta por ofrecernos la desconcertante recreación de la cotidianidad de la familia de Rudolf Höss, el comandante que pasó más tiempo como director del campo de concentración de Auschwitz, a modo de desmitificar la monstruosidad del mal y confrontarnos con el terror de la semejanza. Lejos de los retratos sombríos de crueldad, la película nos introduce en el paisaje luminoso y bucólico de una numerosa familia, aparentemente impoluta, que disfruta de los privilegios de una vida campestre rigurosamente organizada por la madre del clan, Hedwig Höss, ejecutada de manera magistral por la actriz Sandra Hüller.
Es mediante lo que podría denominarse una cautela estética que el director hace patente aquello que sucede a espaldas de este retrato de bonanza con detalles que apelan a nuestra consciencia colectiva, enmarcando las escenas de la familia bajo gloriosos cielos azules que se ven interrumpidos por el humo constante de chimeneas y trenes que llegan, o el lacerante sonido de gritos y órdenes militares que acompañan las actividades del día. Bajo ese contraste, Glazer establece una peculiar tensión dramática al hacer correr en paralelo un filme que se ve y otro que se oye, para así confrontarnos al juicio moral de los personajes y acaso de nosotros mismos.
Dentro de este escenario prevalece una mirada casi forense que da cuenta del registro cotidiano de las conductas asombrosamente codiciosas de los personajes, quienes buscan a toda costa conservar un bienestar directamente asentado en el magnicidio. Pero más allá del consabido retrato de vileza humana uno de los puntos que más interesa a Glazer sobre el tema es la resistencia como una fuerza crítica y vital para afrontar los acontecimientos. Para representar este motivo, el director encabalga en la trama de los Höss escenas filmadas con una cámara infrarroja militar, en las que se ve a una joven mujer plantando manzanas en un muro de tierra. El extraño escenario cobra sentido cuando se evidencia que es un personaje basado en las acciones reales de la activista polaca Aleksandra Bystroń-Kołodziejczyk, a quien se dedica el filme. A lo anterior también se añade una escena que corta la distancia histórica de los acontecimientos al presentar a un grupo de mujeres de la época actual que hacen trabajo de limpieza sobre las vitrinas del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, donde se exhiben los objetos personales que quedaron como evidencia de la magna tragedia. Todos los estímulos a los que Glazer nos expone orquestan progresivamente una intensa resonancia dirigida no sólo a la conclusión del seguimiento a la familia Höss, sino a un impacto ético que cimbra y nos lleva a pensar en la realidad inmediata.
La película fue estrenada en mayo de 2023 en el Festival de Cine de Cannes bajo una interesante recepción que ponderaba la representación del Holocausto como una discusión imperecedera y necesaria. Esto confirmó el impulso del director, quien es de ascendencia judía y enfrentó el cuestionamiento de su propio padre respecto al proyecto, pues no veía en el horizonte un aporte posible al tema del Holocausto. Sin embargo, los acontecimientos del 7 de octubre de ese mismo año en la franja de Gaza catapultaron La zona de interés a un nivel de extraordinaria contundencia, como una interrogante sobre los aspectos más oscuros de la conducta humana y su ominosa repetición.
Durante la entrega de los premios Oscar 2024, Jonathan Glazer aceptaría el premio a Mejor Película Extranjera con un incendiario discurso en donde dimitiría de su identidad judía en favor de la condena a los ataques del estado Palestino, refrendando el mensaje de su obra como un acto en favor de la resistencia y en contra de la deshumanización: “No quiero decir ‘mira lo que hicieron entonces’, sino más bien ‘mira lo que hacemos ahora’”. Este pronunciamiento de Glazer provocaría un intenso rechazo por parte de una fracción de la comunidad judía ligada al medio cinematográfico, quienes paradójicamente lo señalaron como un ataque a la memoria del trágico acontecimiento que marcó su historia.
De cara a la realidad contemporánea, en donde un asomo a cualquier pantalla ofrece bombardeos y crímenes de lesa humanidad en aras de discursos atávicos que incluyen la apropiación del territorio, La zona de interés inusitadamente va más allá de su función espectacular y de entretenimiento para colocarse como usina de discusión y encomienda de una responsabilidad civil, que bien puede activar en nosotros la generosidad de la resistencia. Para lograrlo habrá que apelar a un eco de la formalidad artística de Jonathan Glazer al cuestionarnos qué es lo que decidimos ver cuando sabemos qué es lo que se escucha.
La zona de interés
Dirección de Jonathan Glazer
Reino Unido / EU / Polonia, 2023, 105 minutos
(Ciudad de México, 1976). Egresada de la licenciatura en Lingüística de la ENAH, guionista y dramaturga. Es autora de los libros La inocencia de las bestias, Nada es para siempre y Somos animales en peligro. Bululú autobiográfico. Ha sido becaria del Imcine, del Fonca y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.