Lo más importante hoy
es ser indescifrable
Conversación con
Camila Sosa Villada

Melina Balcázar Moreno
agosto-septiembre de 2024

 

 

W.C., 2023. Ilustración: Rojo Génesis


Entrevistar a la escritora argentina Camila Sosa Villada es un verdadero reto. No porque sea reservada u hostil, sino porque responde con una sinceridad que desarma y obliga a cuestionarse. Conversamos en París, durante su reciente paso para presentar sus libros, Las malas y Tesis sobre una domesticación, que han producido un real entusiasmo en el público francés.

 

En Tesis sobre una domesticación vuelves al universo travesti. Has declarado que no concibes una escritura sin travestis pues “lo lírico, poético y hondo es todo ese universo que tienen las travas”. ¿Podrías hablarnos de esto que te parece tan profundamente poético en lo travesti?

Justamente en una entrevista en Italia me acaban de preguntar por qué retomé el mundo de Las malas… Pero nadie habla nunca de que Juan Villoro retomó el universo de los heterosexuales, ni tampoco de que Mariana Enríquez retomó el de las mujeres cis… Ahí hay algo para analizar. El mío es un universo y punto. Lo que sí me da la sensación es que literariamente somos más interesantes, pero no porque seamos especiales, sino porque somos novedosas. Se ha escrito poco y hemos escrito muy poco sobre nosotras. Creo que estamos frente a una especie que durante mucho tiempo fue perseguida, ignorada en su sabiduría para sobrevivir, conseguir comida, seducir, hacer del cuerpo de un hombre el de una mujer, pensarse a sí misma, tener la oportunidad de no aceptar lo que te dijeron que eras. Ese pasaje es más interesante que lo que ya viene compuesto y armado de base. Literariamente es más atractivo meterse en una cabeza así.

Hace poco Lucrecia Martel decía que el cine está tomado por personas blancas de clase media. Así, para filmar la ducha de alguien, vos filmás por lo general a una persona que entra al baño, abre un grifo y el agua cae. Ahora, si vos tuvieras que retratar la ducha de una persona que vive en una Villa Miseria, por ejemplo, en Argentina, vos tendrías que contar que esa persona debe caminar dos cuadras para traer un balde hasta su casa, calentar el agua en una olla, bañarse a jicarazos… Ahí hay un recorrido más sugestivo. ¿Cuántas veces no hemos hablado ya de las peripecias del hombre blanco, de la mujer blanca, del techo de cristal de las mujeres blancas, etcétera? Pero hay algo en el recorrido de una travesti que ha sido ignorado y que evidentemente nos pone a prueba sobre cómo narrar. No es lo mismo que una mujer blanca decida adoptar que una travesti que, como en Las malas, adopta a un bebé tirado en la calle y debe mantener ese vínculo a escondidas porque nadie aceptaría que fuera su madre.

 

Justo algo que distingue estas dos novelas es que la protagonista de Tesis sobre una domesticación ya no se esconde, sino que vive realmente a la luz. De hecho, en algún momento te referiste a la historia de esa actriz travesti como una especie de ciencia ficción.

Sí, porque es poco probable una vida así para una travesti. Plantearlo crea una sensación de extrañeza. Uno se pregunta ¿en qué mundo es posible?, ¿en qué año?, ¿dónde? Cuando la escribía pensaba que estaba sucediendo dentro de diez años

 

La narradora de la novela oscila entre empatía y juicio, ¿es porque se trata de una mirada sobre sí misma?

Sí, no le perdona a la actriz que tomara el camino equivocado, que se haya casado. En algún momento fue un milagro parecerse a una mujer, pues pasabas inadvertida. Pero ahora creo que lo mejor por hacer, incluso para las mujeres, es dejar de parecerse a una mujer y empezar a ser otra cosa.

 

Es fuerte tu crítica de la búsqueda de la protagonista por la respetabilidad social.

Puede llamarse respetabilidad, pero también puede tratarse de asimilación. O una cuestión de respeto. Pero el respeto está sobrevalorado.

 

Sobre todo en la literatura…

Yo no quiero ser asimilada por la literatura. Al contrario, yo le quiero poner una bomba dentro. Y no se lo perdoné a la actriz. Cuando ella empieza a vivir esa vida respetable con un marido en la que todo parece perfecto… me decía: tiene que haber algo más, la vida no puede ser eso. Sólo es una apariencia, pero ¿qué hay dentro? El libro mismo me llevaba cada vez más a desarmar la idea de respeto, de justicia, de la familia como último bastión del amor... Fue una guerra contra eso.

 

Has señalado la dificultad para los demás de definir lo travesti. En tus libros hay elementos que permiten establecer cierta filiación latinoamericana en el uso de esa palabra.

Lo que dices es muy cierto, es algo muy latinoamericano y es imposible que lo entiendan acá en Europa. Mi elección de la palabra travesti es política. Por ejemplo, estuve haciendo entrevistas con Polonia y me decían que allá no existen las travestis. Y además consideran la palabra como un insulto.

En la edición yanqui de Las malas, la misma editorial me pidió que explicara por qué usaba el término travesti. Pero yo no podía decir “mujeres trans”, es lo más antiliterario que existe. Nunca podría escribir “una mujer trans sale de su casa” o “la mujer trans hace tal cosa”. Me parece un espanto. No es lo mismo que decir “una travesti”. Lo que pasa es que la academia europea y la norteamericana están ahí diciendo cómo son las cosas y toda Latinoamérica se pliega. Cuando las travestis han salido de Latinoamérica, somos precolombinas, estábamos en todas las civilizaciones indígenas antes de que llegaran los españoles.

Es un peligro tan grande el hecho de volverse inteligibles para Europa, pero sobre todo para los yanquis. Lo más importante hoy es ser indescifrable, ser un desconcierto, un misterio. No darles toda la información. Yo me niego. Cuando me preguntan por qué o cómo llegaste a ser lo que sos, no tengo por qué decirlo. Es un misterio mío. No necesitan saberlo. Pero claro, tienen estatutos para todo y dicen la mujer transgénero es tal, travesti es tal, transexual es tal, intersex es no sé qué… ¿Quién quiere ser leída así? Es realmente desconcertante que hayamos llegado a ese punto. Y no es sólo responsabilidad de la gente normal, de quienes nos miran. Nosotras dimos pauta. Quisimos aclararnos para nosotras, porque nos lo exigieron, porque se supone que conocerse a sí misma es muy importante, al menos en las sociedades occidentales. Entonces, aceptamos que teníamos que decir “soy intersex con género fluido y preponderancia femenina”… Pero ahí estás muerta, te asimilaron completamente.

Ninguna identidad viene de un repollo. El travestismo es una experiencia, no una identidad. Hay que pasar por eso, no es sólo nombrarse. No puede ser únicamente autopercepción. ¿Qué es eso? Yo no entiendo cuando dicen autopercepción. Y mirá que la ley en Argentina incluye eso de autopercibirse. Pero nadie es solo, constantemente los demás te devuelven quién sos, sea bueno o malo. Es parte de lo que sos. No tienes por qué eyectar la mirada del otro pues también te ha construido.

 

Has hablado de la revolución travesti, únicamente posible en el campo del deseo. ¿Verías en el deseo, en tu manera de vivirlo y escribirlo, una vía de emancipación?

Sí, pero no es precisamente en el sexo, aunque en la actriz de Tesis funciona de esa manera, sino en la capacidad de autodestruirse a una misma, de poder romperse a una misma. Dejando de lado el libro, en términos políticos, me parece que una de las mayores revoluciones es dejar de desear, es hacer una apostasía del deseo. Nuestro deseo está demasiado manipulado. No hay manera de saber qué estamos deseando. Y me parece que, en términos revolucionarios, estar sola en tu casa con tus plantas, sembrando lo que comes o dándole de comer a tus gallinas es mucho más revolucionario. Pienso en las abuelas italianas de Pasta Grannies, muy mayores, entre ochenta y cien años, que se la pasan cocinando. Es la vida perfecta. Estás en relación con la materia, con los sabores. No tenés mucho más que hacer. El otro día había una de ciento un años y le preguntaban sobre su día a día. Decía: camino un kilómetro diario, ida y vuelta con mi bastón. Vuelvo, estoy con mis animales... Una podría decir que ahí no hay deseo, que no pasa nada vital más que la existencia. Pero lo que necesita el mundo es gente que deje de hacer cosas, de pelear por sus deseos. Y lo otro revolucionario es que aprendamos a defendernos, que tomemos las armas, como sea, eso también dejando el libro de lado. Aunque pienso en las alternativas que tenía mi actriz antes de abrirse las venas. Si ella hubiera sido capaz de abandonarlo todo, irse a otra ciudad, cambiarse el nombre, ser otra, pero no lo hace. Hubiera sido renunciar a la idea del deseo, tan lacaniana, tan freudiana. Gente peleándose por pertenecer al mundo y que los reconozcan. Estoy harta de eso. Aunque, en algún momento, Las malas participó de esa contienda por demostrar que somos seres humanos. Me siento un poco responsable. Contesté a Las malas con Tesis sobre una domesticación.

 

¿El amor sería una herramienta de domesticación?

La domesticación viene por muchas cosas. En la novela el matrimonio lleva a la maternidad. Pero antes estaba la familia con la cuestión de los roles de cada uno en la filiación. De hecho, los personajes más libres y queribles de la novela son la madre y el hijo de ella. Esa madre que tira todo a la basura y dice “me largo, me voy con un tipo más joven, me lo cojo, me instalo sola en media montaña”. Ellos me parecen más libres que la protagonista.

Tesis en particular fue una advertencia para mí como escritora, porque estoy casi en la misma posición que esa actriz. De repente me llegaron un montón de cosas que no esperaba, reconocimiento, dinero… tener una tarjeta e invitar a mis amigos a comer, regalarles un auto a mis viejos, pagarles las vacaciones... Empecé a advertir que algo me sucedía y dije acá hay un peligro. Ahora, si me haré caso o no, es imposible decírtelo hoy, seguramente iré hacia esa línea de escritura. Sobre todo, después de experimentar la tercera persona y ese territorio infinito. El viaje inútil, por ejemplo, es un libro muy reflexivo, muy íntimo. Pero hoy quiero hablar de los demás.

 

En Tesis sobre una domesticación vuelves a la cuestión de la masculinidad como sinónimo de la violencia, su origen mismo…

¿Tuviste alguna vez una jefa mujer?

 

Algo así… no fue muy positivo.

¿Has visto? Es terrible, porque el empoderamiento es parecerse a un hombre. La mujer empoderada no es más que hacer las cosas que siempre han hecho los hombres. El famoso empoderamiento sería ese. Cuando ellos son los más desempoderados pues necesitan tener un auto, una mujer joven al lado, que el jefe lo ascienda. Es terrible. Pero cuando los hombres se enamoran, se vuelven tontos, frágiles, demandantes, tan dependientes de tu mirada. A mí me resulta intolerable eso de un hombre.

La actriz se mueve como un hombre a veces. Tiene gestos muy masculinos con sus fans, su director, su marido incluso. Le da plata al hermano. Hace cosas que son muy de hombre, de hombre empoderado, si se quiere. Y la narradora no podía perdonárselo. Mientras lo escribía pensaba “este personaje no tiene por dónde arreglarse”. Salvo su talento, pero ¿de qué sirve ser buena actriz si nada tiene arreglo en tu vida?

 

¿Podríamos leer esta novela como una reflexión sobre la felicidad?

¿Existe la felicidad? ¿Qué es? ¿Dónde está? No sé, ¿vale la pena? El libro es sobre la felicidad, pero también sobre la desilusión. Ella entra a ese mundo en el que aparentemente va a ser feliz y se lleva una desilusión tremenda. Es mi respuesta a la promesa que nos hicieron a nosotras las travestis que si éramos de cierta manera seríamos felices. Y cuando pasé de lo marginal, lo solitario y entro al mundo y me respetan e incluso me valoran como actriz y después como escritora y gano premios y me traducen a más de veinte lenguas… me encuentro con que no hay nada, con que sigo siendo igual de infeliz que antes. Entonces, es también una reflexión sobre esa desilusión enorme que contienen las promesas, tan semejantes a las amenazas. Ya no hay nada en mis compañeras, ni en mí, más que reconocer mi fracaso como apóstata.

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Melina Balcázar Moreno

Traductora, ensayista y profesora-investigadora de tiempo completo en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios del Colegio de México. Obtuvo el grado de Doctora en Letras francesas por la Universidad Sorbonne Nouvelle. Es autora de los ensayos Travailler pour les morts. Les politiques de la mémoire dans l’œuvre de Jean Genet (2010) y Aquí no mueren los muertos. Duelo y fotografía en México (2020); y del volumen El azar hace bien las cosas. Diecinueve entrevistas con escritores de lengua francesa (2023).