En unas escuetas líneas, abundosas de información, Pierre Lemaitre (Francia, 1951) describe y devela el interior del Ancho Mundo:
Era un local enorme situado en la rue des Marins, en el barrio chino de Cholon; una especie de bazar que albergaba salones de juego, salas de espectáculos, restaurantes, bares y tiendas. En ese lugar, al caer la noche, se congregaban todos los jugadores, noctámbulos, putas, malhechores, burgueses, campesinos y coolies de Saigón dispuestos a perder en unas horas lo que habían ganado en una jornada.
Centro de diversiones del Saigón de 1948 en la Indochina francesa, el Ancho Mundo deviene el espacio vital para los habitantes de la ciudad, atrapados entre la telaraña de corrupción de la administración colonial y la amenaza del Viet Minh y sus guerrilleros, invisibles pero presentes, indeterminados pero reales. Tal es el ambiente en que sobreviven las y los personajes de El ancho mundo[1], primera entrega de una tetralogía novelística titulada Los años gloriosos, en la que Lemaitre ha de exponer la decadencia de la Francia colonial, vista a través de las venturas y desventuras de los hijos de Louis y Angèle, los Pelletier y su próspera fábrica jabonera asentada en el Líbano post francés.
De hecho, aunque El ancho mundo presenta el panorama general de la familia, la novela se centra en Étienne, el hijo homosexual que emigra a Indochina para unirse a Raymond, el belga enrolado en la Legión extranjera, quien encuentra la muerte a manos de la guerrilla. Despojado de su gran amor, Étienne se queda en Saigón a apurar, como los demás franceses, la derrota moral de los colonialistas, preludio de la caída; microcosmos social en que todo aquello que antes parecía sólido y cohesionado, se pervierte en farsa, como ocurre en la catedral de la secta Siêu Linh que visita Étienne:
Un poco más allá estaba Einstein con la cabeza ceñida por una corona de planetas; después, santa Teresa, en la cama, experimentando un orgasmo o pariendo un hijo, no estaba claro; Louis Pasteur alzaba una jeringa hacia el cielo; Cristo crucificado posaba entre Abraham Lincoln y Juana de Arco, no muy lejos de Mahoma y León Tolstoi.
Así, El ancho mundo es una realidad casi ilimitada, en la que coinciden y se bifurcan las tradiciones y evoluciones históricas más diversas y, al mismo tiempo, una realidad irrespirable, que estrecha a los Pelletier a los ámbitos de Beirut, Saigón y París, ciudades que, en lugar de expandir las posibilidades de la familia, más bien las decrecen, como decrece Francia que, de altiva potencia colonialista que lleva la civilización a los territorios conquistados, pasa a ser un decadente país invasor y saqueador, una sociedad que sólo había sido capaz de enseñar a los pueblos sometidos sus vicios y mezquindades, según comprende Étienne:
Gracias a la guerra, los franceses traficaban con la piastra; las empresas y el capitalismo local aprovechaban ese tráfico para enriquecerse, para forrarse, pero eso no era lo peor.
El Viet Minh había conseguido entrar en el sistema.
Y aprovechaba el tráfico de la piastra para equiparse.
Preciso en la prosopografía, sutil en la etopeya, Lemaitre retrata con agilidad el ocaso de la Francia colonialista, pero también con humor, porque el discurso de El ancho mundo está impregnado por una ironía tan fina como filosa, que hace del ocaso una tragicomedia en la que se enredan las atroces ejecuciones de los legionarios a manos del Viet Minh y la solemnidad caricaturesca de los corruptos e indolentes funcionarios coloniales, o el sádico e inexplicable asesinato de una estrella de cine, crimen que permite a François el ascenso como periodista, que se equipara con el expansionismo de Francia, que aprovecha la tragedia de los pueblos sojuzgados para erigir la farsa civilizatoria, que no por nada el asesinato de la joven actriz se pervierte en una suerte de reality show que encandila al gran público, un espectáculo que sustituye al cine y a la realidad misma:
Subió de tres en tres las escaleras que llevaban a la redacción.
Hay días así, en que todo va rodado. Seguramente la joven víctima del Régent no habría estado de acuerdo, pero para François aquello era casi un milagro: Malevitz, el jefe de la sección de sucesos, que no libraba ni tres domingos al año, estaba en la boda de su hija; el redactor jefe se había ausentado de su despacho.
Si en Los hijos del desastre, trilogía de entreguerras, de una u otra forma, el erotismo significaba rebelión y autonomía, en El ancho mundo los personajes sólo pueden recurrir a la ironía, porque el erotismo, en vez de ser conocimiento en el sentido bíblico, deriva en aislamiento, vacío y confusión, como descubre Hélène en su relación con Lhomond, el sádico profesor de matemáticas, y que llega al extremo en el tortuoso matrimonio de Jean, donde el carácter sardónico de Geneviève, la esposa, remplaza al sexo.
La sustitución del erotismo por la ironía deviene alegoría de una sociedad atrapada, no tanto por sus crímenes y culpas, sino por su negativa a aceptarlos, que se traduce en la tensión que domina los ambientes en que se mueven las mujeres y los hombres de El ancho mundo, tensión aparentemente intangible, hasta que se exterioriza mediante accesos de violencia individual, o con la premeditada violencia institucional:
Levantó la porra. Sin tiempo de buscar el carnet de prensa en sus bolsillos, François blandió la libreta. Era ridículo.
—¡Periodista!
El policía le arrancó la libreta de las manos.
—¿Y a mí que cojones me importa?
Y le dio un fuerte golpe en la cabeza. Él cayó intentando protegerse el cráneo, pero la cosa no había acabado.
Ajeno a la auto conmiseración y al hieratismo, Lemaitre despliega en El ancho mundo un discurso en el que se cohesionan las voces de Alexandre Dumas, Gustave Flaubert, Eugene Ionesco y John Le Carré, entre otras muchas en las que el autor se apoya para concretar una novela de gran plasticidad narrativa, donde los ecos de la vieja Francia se manifiestan como una incisiva advertencia a la Francia contemporánea, sacudida por las contradicciones de un sistema político que insiste en aferrarse al recuerdo de su pasado colonialista, aun a costa de ensuciar la gran tradición humanista y revolucionaria del pueblo francés.
[1] Lemaitre, Pierre. El ancho mundo (Le Grand Monde). Traducción del francés de Juan Antonio Soriano Marco. Narrativa Salamandra. Penguin Random House Grupo Editorial. México, 2023. Las citas de la novela provienen de esta edición.
El ancho mundo
Pierre Lemaitre
(Traducción de José Antonio Soriano Marco)
Barcelona, Salamandra, 2023, 592 pp.
Poeta y ensayista, ha publicado el libro de poesía De tantas vidas posibles (2007). En colaboración con Guillermo Fernández Ampié, tradujo del inglés al español Ciudad tropical y otros poemas (2009), primer libro de Salomón de la Selva..