Las ondulaciones del mar, de Claudia Cabrera Espinosa: un reencuentro con las emociones prístinas

Josu Roldán Maliachi
Febrero-marzo de 2024

 

Las ondulaciones del mar, de Claudia Cabrera Espinosa (Ciudad de México, 1984), nos conmina a establecer un homenaje a la epifanía como uno de los recursos literarios más luminosos en potencia. Si pensamos la epifanía más allá de su dimensión religiosa, apegándonos a la obra de James Joyce, encontraremos el elemento sorpresivo no únicamente desde el punto de vista del personaje, sino también desde la perspectiva del lector. En las doce narraciones que componen este libro, la ganadora del Premio de Literatura José Emilio Pacheco 2019 (Posibilidad de los mundos) explora diferentes posibilidades narrativas que son detonadas por su relación con el contexto marino.

El título del libro nos ofrece una mirada del mosaico literario en que la autora se refleja. Claudia Cabrera Espinosa me ha relatado que durante sus años universitarios leyó un texto de Alfonso Reyes que hacía referencia a un título que nunca se le borraría de la memoria: “De la influencia de las colas de los peces en las ondulaciones del mar”. Años después, únicamente recordaba el título. Hoy, nos regala las siguientes palabras: “Lo bueno de la mala memoria es que todo aparece ante nuestros ojos como si fuera nuevo y nos vuelve asombrar dos, tres o cien veces más”.

En Las ondulaciones del mar la escritora mexicana homenajea al compositor marsellés Ernest Reyer, quien nunca llegó a escribir su enigmático catálogo topográfico fantástico De l’influence des queues de poisson sur les ondulations de la mer, al que aludía Reyes. No obstante, el ánimo misterioso de Reyer también se impregnó entre las páginas de este libro.

No es gratuito que José María Merino, uno de los escritores más prolíficos e importantes de la literatura española, le dedicase un prólogo a este libro, en el que destaca la precisión lingüística de la autora para darle un orden muy preciso a las tramas de sus narraciones. Cabrera Espinosa congrega de manera atinada los finales de sus cuentos por medio de unas revelaciones hondamente humanas, a veces de guisa inesperada. La autora demuestra el profundo conocimiento de las técnicas narrativas de Anton Chéjov, James Joyce, Jack London, Joseph Conrad y Herman Melville. Sin embargo, propone un tratamiento narrativo que tiende a la universalidad, el cual suscita que el lector se identifique por su cercanía ética y moral con las historias, a pesar de que cada una se desarrolla en contextos específicos. Las vicisitudes de los personajes y narradores de estos cuentos nos conectan con su vena natural. A veces, los finales luminosos o abiertos de este libro provocan un espacio de indeterminación que —como dice Wolfgang Iser— cada lector llenará con sus propias experiencias de vida. Éstas pueden ser potencialmente efímeras o trágicas, aunque siempre humanas, sin mayores idealizaciones. Los desenlaces de estas narraciones colisionan con nosotros como un duro golpe de realidad.

El estilo de Claudia Cabrera Espinosa es pulcro y directo; no obstante, también nos obsequia pinceladas de su propia existencia, la cual se encuentra ligada al mar, por lo que su narrativa posee la latencia y sensibilidad humana que tanto se aprecia y agradece en los grandes escritores.

Los relatos del libro nos ofrecen distintas aproximaciones y focalizaciones narrativas. Las voces que enuncian las historias son heterogéneas: elegantes narradores en tercera persona, narradores en primera persona que nos dejan ver un ameno dejo de subjetividad o un narrador testimonial que establece un pacto de lectura típico de los relatos de aventuras mediados por un manuscrito encontrado.

El libro comienza con el relato “Ionic King”, título que también da nombre al barco en el que se desarrolla la historia. Álvaro parece huir de una pena que le afligirá al punto de mostrar una frialdad insospechada frente a la muerte y el azar mientras el universo decantado en el Ionic King confirma un mundo deshumanizado en el que la vida sigue corriendo sobre el mar indiferente.

“Casa Irma” expone el aspiracionismo social provocado por la modernidad y la pérdida de humanidad de la gente de las urbes sobre quienes se desarrollan en el ambiente rural. La autora deja pistas-conceptos que se convertirán en un elemento sensorial que provocará la explosión lumínica de la epifanía que recorre sus relatos: la realidad suele imponerse a la elucubración.

En “La nieta del pintor” se devela paulatinamente una primera persona entretejida con un relato en tercera persona gramatical. Las playas de Tierra Santa provocan un ambiente de ambivalencia en el que se busca la libertad, que se detona al final del relato.

“La torre de control” nos presenta la venganza de un pueblo con un personaje que no escatimó las mieles de la vida y una pincelada del sentido trágico de la existencia al pie de una banqueta tropical.

“La isla Bermeja” nos recuerda las aventuras marítimas como El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, y La isla del tesoro, de R. L. Stevenson, así como a la Odisea, de Homero, y las crónicas de Indias del siglo XVI. La autora nos muestra su propia visión sobre la escritura diarística como un mecanismo de aventura hacia una misteriosa isla aún no explorada en el siglo XXI y como una de las necesidades humanas primigenias: el legado de las palabras para dejar constancia de la existencia.

“Barriletes” es un relato que crece en impresión mientras más se acerca al final. Una tarde de pesca se distorsiona en una contingencia de niveles filosóficos. Como es una constante en Las ondulaciones del mar, el final de este cuento provoca que nos encontremos con un muro en el que se retrata la violencia social y económica de la contemporaneidad, así como una insinuación de la trágica y casi inherente crueldad humana.

Acompañado de la ternura y la obsesión desde principio a fin está “El litoral de los poetas”. En este relato, desarrollado en las costas de Chile, el lector es testigo de una pareja incomunicada y de la cristalización paulatina del deseo más ansiado de la narradora: la maternidad.

En “Tortuguero” se tejen dos historias que han de entrecruzarse en algún momento. La autora postula dos diferentes situaciones alrededor del mundo, aunque coinciden en un nuevo objetivo: ver desovar a las tortugas en una playa de Costa Rica. La estructura del relato nos acerca a la resolución de una gesta que explota como un fuego artificial cuando se obtiene respuesta a un gran esfuerzo.

“La techumbre” nos contagia la creciente angustia que sienten sus personajes frente a un catastrófico fenómeno natural en el que los seres humanos quedan reducidos a su innegable pequeñez. El desenlace de este relato está acompañado de una vibración epifánica: ante un evento que nos adelanta todo tipo de respuesta y solución posible, a veces no nos queda más que esperar a que el universo recobre su forma y su grandeza; como dice el narrador: “a que el mar volviera a estar en su sitio”.

En “La Galera” se exponen las más insospechadas posibilidades que detenta el ser humano para llevar a cabo el cumplimiento de un deseo, aunque implique la muerte y su desplazamiento en presencia y en ausencia.

“Finisterre” abreva de uno de los puntos que José María Merino destacó de este libro: el viaje como un paréntesis de la vida. Éste se hace visible en un desgarrón de las subjetividades de los personajes, lo que nos hace reconocernos fácilmente con las necesidades y las pulsiones que experimentan.

“El estrecho” cierra el libro con una historia que aparenta fragmentarse en partes indeterminadas; no obstante, mientras avanza la lectura y se acerca el refulgente final se postran todas las piezas del cuento en su sitio y nos dejan admirar el mosaico narrativo hecho de figuras, adjetivos, repeticiones anafóricas, sustantivos, silencios y espacios en una nueva totalidad.

Dentro del presente panorama de la narrativa breve en castellano ya destaca el nombre de Claudia Cabrera Espinosa, cuya escritura abre nuevas perspectivas del cuento que difícilmente se encuentran enarboladas de la misma manera tanto por autores jóvenes e innovadores como por escritores consagrados.

Las tramas de las narraciones de Las ondulaciones del mar abrevan en eventos o vivencias en las que la monotonía del mundo actual se difumina por una oportunidad de descubrir las emociones más profundamente humanas. La autora nos propone un reencuentro con las emociones prístinas. Así, el amor y la muerte, muy presentes en la obra, incoan muchas posibilidades más, desde su perspectiva literaria hasta el germen de la condición y la existencia humanas.

Las ondulaciones del mar

Claudia Cabrera Espinosa

España, Eolas, 2020, 160 pp.

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Josu Roldán Maliachi

Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la unam. Es profesor titular de Asignatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma institución. Ha publicado ensayo en revistas como Página Salmón, Primera Página y Piramidal, de la que es fundador.