Fotografía: Rodrigo González Olivares, "El peso de la plaza", 16 de diciembre de 2023, Monumento a la Revolución.
Comienzo por decirte que descreo.
No puedo concebir
extraterrestres
ni viéndonos, buscándonos;
pensando en invadir nuestro planeta.
Segundos en que sientes el abrazo
de la noche sideral y fría,
es solo —sin piel de reptil, ni rayo láser—
la pura soledad que se aglutina.
Sugiero que le creas a tus ojos.
No está de más mirar
al “no” que de por sí nace con uno.
Si yo pudiera ir hacia atrás,
salir de este planeta como luz
cenital que nos envuelve y abraza,
podría, quizá, explicar sin decir nada:
que no hay paredes aquí arriba,
no estamos solos en la casa.
Cuarenta y cuatro noches me he quedado despierto y sin cerrar los ojos.
No he visto más que luz artificial
y gente.
Gente mala y fea
multiplicándose; pegando en sus paredes posters
de ovnis ficticios
a la misma hora en que Mulder
toma daiquiris en su piscina de Los Ángeles
y ríe.
No. No hay nada. La pared existe: no ha caído.
Una noche,
de niño,
vi atravesar a una liebre
la carretera oscura,
encendida, apenas, por los faros del Dart-k de mi padre.
Bajamos del auto
para saber qué luz se había
estampado ante nosotros.
El reflejo de una centella en el cielo
titilaba en el medallón del coche rojo.
Clareó por un momento
todo el descampado.
Silencio.
Sobre nosotros una madriguera de blancos conejos
giraba sobre las órbitas
de algunas estrellas.
Te exhorto a deshacer esa ternura
Esa cándida
mirada de quien ama
Atrae el astrolabio de la urgencia,
mira bien -milagro al cabo-
que Dios es un centímetro cuadrado.
Y voy a sonreír, porque te quiero, al tiempo en que imagino parentelas
con dedos
largos
verdes
quizá grises.
Permíteme subir los decibeles.
Los pájaros no existen, nos dijeron.
Y tercos inventamos plan de vuelo.
No puedo descender hasta ese infierno, estás solo
(dijo Cardenal)
como astronauta.
Que algo me pase.
Si yo tan solo fuera
un vaquero en una cinta de Jordan Peelé.
Ficción, que sea, no me importa.
Estar de pie
en un helipuerto,
como Kiersten Warren
cuando la nave espacial desintegra
la Torre Us Bank.
Que yo observe, quiero,
la mirada del alien
en el cuchillo del Reverendo Graham Hess
porque ya no cree en Dios.
Que no se manche este poema
con basura espacial
que un exoplaneta arrojó a la galaxia.
Quiero.
Yo siempre he querido
regresar a la tarde en que
una horda de perros callejeros
me salvó de ser asesinado
por un hombre disfrazado de E.T.
También
vi Mars Attack y me doblé de risa.
Con clavitos oxidados fijé a este continente mis pies como de un perro.
En medio de las fiebres
del hijo
rasqué constelaciones con la rabia
de quien cava con las uñas agujeros en el fango.
Soy un Santo Tomás
en mitad de las Gemínidas:
meteoros que caen: fenómeno astronómico.
Será lunes otra vez y
al volver a la oficina, ni nave ni alienígena
no hay (otros) mundos que salven al mundo de sí mismo.
En 1947, el piloto Kenneth Arnold
vio lo que parecían 9 platos lanzados al agua
mientras volaba su aeronave cerca del Monte Rainier,
en el estado de Washington.
Sería el primer avistamiento:
9 platillos en el ancho azul marino de la atmósfera
se mantenían erráticos,
"como la cola de una cometa china", dijo.
En 1998, una liebre cruzó la carretera Panamericana
a gran velocidad
para alumbrar a mis padres el camino.
Jamás perdieron ese brillo en sus ojos,
"era eso un ovni", dijeron.
Una noche de 2023, mi hijo y mi sobrino
subieron a descolgar ropa a la azotea de nuestro departamento
en San José Chapultec
y observaron en el cielo nocturno
una luz roja que no dejaba de seguirlos.
"Parecían los ojos de un conejo", dijeron.
La historia es un círculo que gira sobre su mismo eje
como un platillo volador
pero con diferentes personajes.
Prestando atención a los sonidos
Que grabaron desde el Voyager 2 y transmitieron
en cadena mundial
el 6 de agosto de 1996,
se escucha claro:
el espacio es un valle oscuro sembrado de amapolas tintineantes
donde solo el pensamiento de un turista estelar les acompaña
al tiempo mismo que las imagina.
Un racimo de preguntas se alza
en los circuitos de materia indescifrable
¿Dónde nace y rompe el silencio galáctico?
¿A qué caricatura se parecen los seres que me observan?
He ahí que se cifra el cosmos de la nada; la soledad
que tiñe de proezas estar vivo.
Las tristes cuatro y cuarto de la tarde
cuando la habitación
magenta en pleno
susurra el abismo del que salimos,
al que hemos de volver después de todo
como Novalis volvió después del verso
cada noche
al regazo del padre imaginado.
Yo creo que siempre han estado ahí:
como un foco encendiéndose y apagándose,
detrás de una cortina de nubes.
La constante se repite
una y otra vez.
Elijo creer lo que a los ojos
de mis hijos
les hace brillar.
(Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1985).
Comunicólogo, diplomado en guion cinematográfico, actor y escritor. Autor de: Cuaderno invertebrado, Travelling, Solana, Las armas que me dejó la guerra y Junk, entre otros. Su obra ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio Regional Centroamericano Rodulfo Figueroa 2015, el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2018 y el Premio Nacional de Poesía Tijuana 2022. Es director general del Colectivo de Arte y Cultura Carruaje de Pájaros.
(Chicontepec, Veracruz, 1977).
Poeta y dramaturgo. Es licenciado en Ciencias de la Cultura por la Universidad del Claustro de Sor Juana y cursó el posgrado en Literatura en la Universidad de Arhus, Dinamarca. Estudió Teatro en el inba y es egresado de la Escuela Dinámica de Escritores. Becario de la Latin American Performer Artist Foundation, Nueva York, 2007. Es autor, entre otros libros, de: Del silencio, Hombre, mujer y perro, Quicio, El fervor de la materia y Viajes Virgilio.