Boxeo del subsuelo: Constelaciones bajo tierra,
de Héctor Fernando Vizcarra

Andros E. R. Aguilera
Diciembre de 2023-enero de 2024

 

Una sombra recorre la historia de la literatura mexicana reciente: la sombra del box. Desde la famosa crónica de Ricardo Garibay (refrita en película) hasta la obra de teatro de Vicente Leñero, pasando por los cuentos de Rafael Ramírez Heredia —es decir, desde mediados de los años ochenta del siglo pasado—, parecía que la temática pugilística por fin tomaría un lugar central en nuestra producción literaria, pero lo cierto es que ha quedado relegada a un puñado de autores con una modesta atención de los reflectores (la “academia” y su crítica literaria “seria”, así como el favor del gran público), salvo contadas y muy honrosas excepciones: me refieron claro, al Premio Xavier Villaurrutia de 2003 concedido a la novela Con la muerte en los puños, de Pedro Ángel Palou.

Francamente, creo que este panorama debería sorprendernos, dada la relevancia del deporte a nivel nacional y las posibilidades melodramáticas que ofrecen las historias de los campeones de box, como bien condensó en su momento José Alfredo Jiménez en aquella canción, homónima de la novela de Palou: la condición marginal desde la cuna (el potrero sin caballos); la falta de oportunidades y de acceso a una educación formal en contrapunto con el “piso parejo” que parece ofrecer el ring, y la tradición familiar en donde al menos un tío lejano “le sabe a eso del box”, o mínimo te enseña a saltar la cuerda (casi una sinécdoque del pueblo mexicano en general). Pero, sobre todo, el rasgo fundamental que nos atrae como lectores y espectadores es esa hambre de los puños, esa hambre por la gloria y la fortuna, que lleva a los campeones a enfrentarse contra la muerte en la danza elegante de los pies y la cintura que conocemos como esquivar y atacar (por algo la llaman “la dulce ciencia”).

En consecuencia, celebro con entusiasmo cada nuevo aporte a la literatura pugilística mexicana de los años recientes, que curiosamente ha venido de la pluma de mujeres, como Campeón gabacho (2015), de la jovencísima Aura Xilonen, o Lobo (2022), de Mónica Rojas. No obstante, la literatura mexicana todavía nos seguía debiendo la historia de una campeona boxeadora de la rama femenil. Esto lo sabía bien Héctor Fernando Vizcarra cuando se sentó a escribir la novela que aquí nos ocupa: Constelaciones bajo tierra (2023), de Ediciones Periféricas, un libro a medio camino entre la autoficción, el régimen de sospecha del neopolicial y la novela negra de retratos poliédricos al estilo Rashōmon, en donde según cada informante, el perfil de la campeona enigmática, Tere Finiel, se traslapa y muchas veces es puesto en duda.

Esto se logra con el estilo ligero y dinámico del narrador homodiegético en el que se cifra esa identificación onomástica con el autor real: Fernando, cuyo carácter autoficcional es el que nos permite el repaso de la vida de Tere bajo los parámetros de un pseudo-detective a la búsqueda de la verdad, trazando una constelación con los pasos subterráneos de la campeona por distintos lugares del mundo; pero como buena novela posmoderna, no puede más que ofrecernos todas las versiones de las muchas vidas de Tere Finiel para que nosotros, los lectores, decidamos en cuál creer.

La historia de la campeona se inicia como la de cualquier héroe nacional del ring (el Rayo Macoy o el “Baby” Cifuentes): con una infancia en la periferia de la gran ciudad (haciéndole honor al nombre de su sello editorial), en donde defenderse con los puños es el pan de todos los días, pero la historia de Tere Finiel nos lleva a reflexionar que, en este contexto, de por sí difícil y áspero para los hombres, las mujeres la tienen diez veces peor. Por eso, su ascenso y caída nos saben más amargos, y el montaje de entrenamiento iniciático al que nos tienen acostumbrados las historias de box se empaña por la lascivia del tío de Tere. Por primera vez en la literatura pugilística mexicana aparecen enunciados los peligros del embarazo y la necesidad de los protectores pélvicos y pectorales sobre el cuadrilátero.

Y así como Palou recuperó referentes clásicos (el canto XXIII de la Ilíada) para convertir su novela en un clásico instantáneo, Vizcarra echa mano de una breve historia del boxeo femenil en México para complejizar y contextualizar su obra. Porque Constelaciones bajo tierra es una novela con muchos vértices: por un lado, está la historia del box así como sus normas y técnicas (el bending & rolling, así como la combinación “uno, dos, uppercut” y el subsecuente knockdow dan título a los capítulos del texto) y, por el otro, la quiromancia, el misticismo del boxeo de sombra y los problemas de la vida migrante en EUA y Europa, con lo cual se cuestiona el cosmopolitismo de las novelas latinoamericanas en donde su protagonista viaja por el mundo y se afinca en ciudades como Nueva York, Madrid o París para leer y escribir.

Héctor Fernando Vizcarra ha logrado una novela que se lee fácil y rápido pero que a la vez es compleja y fresca: un verdadero jab en las narices de la literatura pugilística mexicana. ¿Cuál será la respuesta? ¿Morderá la lona, se irá contra las cuerdas o todo se decidirá en el último round?

Constelaciones bajo tierra

Héctor Fernando Vizcarra

México, Ediciones Periféricas, 2023, 152 pp.

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Andros E. R. Aguilera

(Ciudad de México, 1998).

Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la unam. Ha participado en varios coloquios y revistas especializadas en literatura y cultura. Como investigador, se dedica a la literatura mexicana reciente. También es escritor y docente.