Fotografía: Coordinación General de Difusión
Acaso habría que iniciar con dos presentaciones. La primera, de La Comuna: Suelo vivo. Se trata del proyecto de un colectivo de artistas escénicos que inició actividades en 2013. Su intención ha sido sumergirse en las calles, barrios o comunidades para hacer preguntas, forjar relaciones y, mediante estas, generar dispositivos artísticos de encuentro para la propia gente. Una práctica localizada.
Curiosamente, y para la segunda presentación, el Parlamento de la Memoria surgió como un reto que invirtiera el modus operandi del colectivo. ¿Qué significaría meter a un teatro nuestras experiencias a nivel de cotidianidad? Era 2018 y ocurrían dos hechos relevantes: primero, el aniversario cincuenta de los acontecimientos de 1968 y, segundo, un nuevo periodo de elecciones en México. Así que la frase aparecida en los muros de París sirvió de inspiración estética: “Cuando el parlamento es un teatro, hay que convertir el teatro en parlamento”. Y la inspiración política provenía de otro lugar: no teníamos mayores esperanzas en algún “cambio”, ganara el partido que ganara las elecciones; después de unos años de andar en casas y calles, nos parecía que la agenda de la gente no estaba representada por ningún partido. Así que decidimos darle espacio a esa agenda entre nosotrxs.
Así, en el Teatro el Granero, durante tres meses, con entrada gratuita, debatimos sobre violencia obstétrica, biopiratería, el estatus de los artistas de la calle, espacios de refugio para personas trans, minería, desaparición forzada, feminismos y otros tantos temas. Nos dimos cuenta de que el formato artístico funcionaba: la gente realmente quería debatir y lo hacía con conocimiento y pasión.
Se vuelve importante ahora describir qué hace el Parlamento de la Memoria desde el punto de vista del espectador o espectadora. En primer lugar, cuando llegas eres recibidx como “congresista”, se te invita a tomar un gafete y elegir entre los colores del listón con que lo llevarás puesto. Luego, se te invita a sentarte en “bancadas” con quienes también llevan ese color y se les pide elegir en colectivo un nombre para su bancada. Una vez que todas las bancadas han dado su nombre a las personas que hacen de monitores en las actividades, escuchas al presidente del Parlamento dar la bienvenida, leer un pronunciamiento y una breve introducción a las dinámicas del Parlamento.
Luego rindes protesta “de hacer comuna para enfrentar juntos el mundo”, con el puño izquierdo en alto, por supuesto. Entonces, después de un juego en el que todas las y los congresistas responden con una palabra a la palabra del día (“vivienda”, “migrante”, etc.) un “especialista” toma la palabra por quince minutos para exponer el tema de la sesión. Una vez que ha dado un panorama sobre la problemática, deja planteadas tres preguntas. Es en ese momento en que te piden, junto a lxs demás congresistas a pasar a las tres mesas que están en el escenario.
Una vez que estás en la mesa junto con congresistas de otras bancadas, la persona que es monitor expone la dinámica para discutir sobre una de las preguntas dejadas por el especialista. Aquí comienza lo mejor, pues con la guía de la dinámica tú y lxs demás congresistas se encontrarán haciendo un diagnóstico, desarrollando y complejizando aristas del tema y, finalmente, haciendo propuestas. ¿Cuál es la clave de esta capacidad de discusión y argumentación? El juego: que creas realmente que eres unx congresista y que tus propuestas son, si no viables, al menos coherentes y medianamente funcionales.
Pero, corrijo, lo mejor no era eso sino el último paso: lxs monitores te presentarán un menú de opciones para que en tu mesa redacten un fragmento de una ley posible. Las opciones son: redactarla como Ley, con artículos e incisos; redactarla como Manifiesto, con la enunciación de una denuncia y un plan de acción; redactarla como poema, ya sea con la libertad de sumar palabras importantes o bien como cadáver exquisito; y finalmente redactarla como Receta, mencionado los ingredientes, el procedimiento y el modo de servirla.
Finalmente, cada mesa enviará a un emisario o emisaria a leer la propuesta de Ley frente a la Asamblea, de manera que todxs conozcan la Iniciativa completa. Una vez leída, lo que sigue es la votación; se te pedirá que votes a favor, en contra, o manifiestes tu abstención. Con los números totales, el presidente proclamará si la ley se aprueba o no y finalizará la sesión con un: “Omnia Sunt Comunia. Todos los caminos son nuestra existencia”.
Y, aunque no lo creas, todo está cronometrado de manera que sentirás que el tiempo de debate fue apenas suficiente. Y es que eso también es importante: sentir que un debate puede ser disfrutado sin necesidad de tomar bando o polarizarse; que podemos escucharnos y que allí es donde comienza la democracia.
Los temas y lxs especialistas que nos acompañaron en las sesiones en el Teatro Casa de la Paz, fueron los siguientes:
19 de mayo: Gentrificación y derecho a la vivienda, con Moisés Quiroz.
20 de mayo: Migración, con Amarela Varela.
26 de mayo: Derechos laborales en la cultura comunitaria, con Marco Von Borstel.
27 de mayo: Derecho de las especies al territorio, con Lina Balaunzarán.
2 de junio: Violencia de género en espacios educativos, con Guadalupe Huacuz.
3 de junio: Defensa de la tierra y sustentabilidad, con Alonso Gutiérrez.
Fueron apenas seis temas de los mil que nos gustaría tener, pero todos fueron llevados a cabo con mucha pasión. Los y las congresistas se involucraron de inmediato en el tema y tuvieron discusiones muy acaloradas. Era muy impresionante ver, por ejemplo, como en muchas ocasiones si había una persona que no permitía mover la discusión por terquedad o ignorancia, lxs demás congresitas lo impulsaban a encontrar la complejidad del asunto. También en diversas ocasiones, las y los jóvenes demostraron mayor apertura a cambiar de ángulo de alguna aproximación al tema. Asimismo, siempre fue estimulante para las y los esepcialistas escuchar los detalles en la posición política de muchas personas, pues para bien y para mal aparecían facetas o argumentos nuevos o que se creían superados. Todas y todos aprendimos mucho y pasamos un buen momento.
Finalmente, quiero decir dos cosas: primero, que en la teatrocracia (Platón dixit) griega, el diálogo apareció como herramienta cultural —tanto o más importante que la rueda, según yo— pues posibilitó a la vez el acceso del demos al diseño por venir de la ciudad, así como una posibilidad de justicia que saliera del círculo de sangre de la venganza (¿nos parecerá importante en estos días encontrar la manera de salir de los pactos de muerte para tejer en conjunto nuevos pactos para la vida?). Es cierto que hubo importantes exclusiones en la conformación de las instituciones, pero al teatro realmente podía acceder cualquiera y cualquiera fue representadx en el escenario. Se trataba de un artefacto social que problematizaba el presente y generaba deleite. Bueno, quizá eso hemos querido retomar en el Parlamento; quién sabe hasta donde lo logramos.
Segundo, es imprescindible agradecer a todo el equipo de Teatro Casa de la Paz su disposición y profesionalismo para hacer posible una pieza tan anómala mientras, por otra parte, retoman la magnífica historia de un recinto fundamental para el teatro. Como parte de esa historia —trabajé en el Teatro Casa de la Paz de 1999 a 2003— me hace muy feliz que se esté formando un equipo tan eficiente y generoso.