Fotografías de la exposición Voces disidentes: ficciones, corporalidades y visualidades: Grisel García
El monstruo es siempre irregular, opaco, llama la atención sobre sí mismo,
retiene la mirada del Otro, que choca con su corporalidad
como contra un muro de contención que
hace inexpugnable su campo simbólico.
mabel moraña
Entras, traspasas el marco de la puerta y te recibe un nicho sobre el que se proyectan las extrañas imágenes de un video: ¿espagueti, pintura, sangre? ¿Alguien está devorando algo en una bañera de aguas rojas? No terminas de conjeturar cuando el centelleo de otro proyector atrae tu mirada, esos destellos continuos, ruido visual, rasgan el piso y la superficie de dos —los sabremos después— xilografías de Queso Rayones; más adelante también nos enteramos que los videos del nicho, titulados “Sopa de Flaca” y “Carnoso”, pertenecen a la colección Triponas de Rojo Génesis. De este modo, imagino, pudo ser la experiencia de quienes entraron por primera vez a la sala de la planta baja, una de las dos que acogieron la muestra visual Voces disidentes: ficciones, corporalidades y visualidades en Casa de la Primera Imprenta de América de la uam. Inaugurada a principios de mayo de 2023, vale asentar que en ese espacio aconteció, quizá por primera vez en el campo visual mexicano y sus circuitos culturales, un ejercicio de exposición exclusivamente de arte hecho por personas trans y no binarias, incluyendo la curaduría. Por eso considero que resulta trascendente ahondar en los actos de visión y las posibilidades que ahí tuvieron lugar.
En su momento, tuve la oportunidad de servir de enlace con la uam e involucrarme en la propuesta de la sala ya mencionada, gracias a Florerosx y Rojo Génesis, artistas curadoras que exhibieron su trabajo junto al de otrxs cinco artistxs.[1] Apuntábamos en la hoja de sala: “las obras compiladas desplazan los códigos identitarios más convencionales y recurren a la heterogeneidad de las formas: cuerpos desbordantes, incircunscritos, polimorfos. Lo animal, lo terrorífico, lo insólito y lo grotesco devienen la substancia de un contenido cuyos soportes formales como la ilustración, el fanzine, el video y la plástica, vehiculizan narrativas ficcionales sobre la experiencia trans”. Lo anterior se deja condensar en forma de monstruosidad, en tanto despliegue creativo que retoma el cuerpo y la agencia sobre él, subrayando así su alteridad. Estos rasgos generales apuntan a una serie de materiales que, sin ser homologables, mantienen algunos ejes articuladores como ese (des)centramiento del cuerpo y una voluntad ficcional. Son vetas que se anudan en la producción de una mirada que, en efecto, sin negar la identidad tampoco apela a ella: más bien tienden a emborronarla y resituarla. En consecuencia, cada propuesta individual presenta su propia formulación: ahí está la ciencia freakción de Queso Rayones para alejarse de lo realista; la activación de formas orgánicas y psicodélicas para explorar el cuerpo trasnmasculino de Yolotzin Arias; el reclamo por la legítima existencia de subjetividades abyectas y precarizadas que imagina La Sebas en el cómic El niño cucaracha y las mugres travestis; o la preocupación por el existir gordo que, junto a sus excrecencias corporales y simbólicas, desdice el binarismo hegemónico del cuerpo sexuado en la plástica de Karl Frías. Ahí están también los personajes a veces anónimos, otras alter egos, que protagonizan los fanzines, cómics e ilustraciones de Jovana, Floresrosx y Rojo Génesis. Antropomórficos o simplemente enigmáticos, estos seres habitan la imagen y retienen la mirada del espectador, persiguen su atención. La elección por exponer una corporalidad desbordada y multicromática apunta a una deconstrucción desde el exceso, en que garras, colmillos, órganos sexuales tentaculares, la multiplicación de extremidades, el par de alas o el vello desmesurado, funcionan como una especie de metáfora de las prácticas corporales trans: hormonas, siliconas, aceites, cirugías. Pero, más aún, estas figuraciones involucran otra visión de los afectos y vivencias trans, no como definiciones sino como potencias, diría Florerosx.
Actualizando la estrategia de retomar la monstruosidad, como han hecho lo queer y otras subjetividades subalternas, estas visualidades, sin embargo, lo hacen situadas desde sus propias coordenadas. Es ahí —desde mi perspectiva— que encontramos su singular marca política: en la mirada que proponen para repensar lo político trans. Y cuando digo lo político, me estoy refiriendo a aquella distinción hecha por politólogos en la línea de Chantal Mouffe, donde la política sería el entramado institucional (partidos, elecciones, políticas públicas, secretarías) que intenta gestionar o contener lo político, es decir, el antagonismo, el disenso o la discrepancia inherentes a las relaciones sociales humanas. ¿De qué modo proceden las imágenes teratológicas para expresar su disentir y cuál sería éste? Como ya anunciaba, tiene que ver con (des)centrar el cuerpo y con la voluntad ficcional. Con la grafía “(des)centramiento” quiero señalar, por un lado, el modo en que estas visualidades recuperan lúdica y críticamente la historia de patologización, abyección y transfobia que, reiterados por industrias culturales y ciertas formas artísticas, ha conducido a presentar un soma trans monstruoso, amenazante o fetichizado. Por otro lado, pero simultáneamente, la manera en que se desplazan, se desagregan, se desembarazan, de aquellas identificaciones sintonizadas con los derechos, la inclusión democrática, agendas políticas concretas o, incluso, la salud en tanto saber médico. Creo que la vía de la monstruosidad, en este caso, busca conducirnos a no olvidar el devenir minoritario, una genealogía contemporánea donde los derechos no logran ser suficientes, donde la inclusión no termina de llegar y que, en todo caso, no moldean siempre las realidades realmente encarnadas. Estos hechos visuales se dejan pensar también como llamados de atención sobre una heterogeneidad corporal, muchas veces solapada por la cultura visual producida desde los medios tradicionales o por la oficialidad y, de hecho, no siempre y no obligatoriamente deseada por la comunidad trans cuando, por ejemplo, adquiere forma de disforia. En la medida que hacen una invocación al disenso, al desacuerdo representacional, las ilustraciones plantean una mostración irreverente que complejiza las trayectorias visuales en lugar de estandarizarlas.
No podía ser de otra manera, la minoría trans, no por minoritaria, es homogénea. Diría que es aquí donde tiene peso la ficción. Su importancia radica en aquel contrapunto que enfrenta lo documental a lo ficcional. Hasta ahora la primacía que han tenido los formatos testimoniales, realistas o de no-ficción, háblese de literatura, cine o periodismo, no pocas veces persiguiendo ansiosamente una verdad desgarradora y espectacular sobre lo trans, ha dejado poco espacio para la fantasía y los géneros de ficción. Ello nos remite a la necesidad de renovar las búsquedas creativas, una que se hace evidente, como he pretendido dar cuenta, en el trabajo de las y los realizadores y que tuvo una salida en la muestra visual mencionada al principio. La veta ficcional, entonces, adquiere trascendencia no sólo porque resulta inusitada, sino también por su eficacia simbólica: ficcionalizar no es mentir, es densificar la realidad, es recurrir a lo no existente para iluminar áreas de la existencia. En ese sentido el significante monstruo, con su alteridad drástica y misteriosa, sirve a lxs artistxs para interceptar dimensiones que acompañan la cuestión del sexo-género incorporando la vida cotidiana, la gordura, la precariedad económica, el historial de violencias, discriminación, transfobia y sus emociones. Tales ficciones visuales plantean un más allá no resuelto, sino evocado, que nos orilla a reflexionar por metonimia. No es ocioso señalar que los relatos gráficos de lxs artistxs no equivalen a narrativas con principio, nudo y fin, sus personajes no necesariamente encarnan modalidades actanciales ni se mueven en universos bien constituidos o delimitados, su narratividad es más bien una energía ficcional que sólo se completa en la recepción imaginativa del espectador. Más que aterrorizar, estos seres parecen querer interpelarnos, no mediante el lenguaje articulado, sí mediante actos de transferencia performática y visual, un estar ahí desde donde nos miran al mirarlos y que, en ese cruce, existe la posibilidad de seguir imaginando sin renunciar a la pluralidad y la divergencia que viene con ella. Será tarea de cada quien no ignorar ese llamado, asumirlo y así concebir un mundo donde la diferencia y no la homogeneidad es la pauta, uno donde las personas trans existimos y persistimos.
[1] En ese núcleo participaron, por orden alfabético y agregando sus redes sociales para que sigan su trabajo: Floresrosx (@floresrosx / @poni_alta); Jovana / Bruja Prieta; Karl Frías García / Baby Pooh (@baby_pooh__ / @_karlfriasgarcia_); Rojo Génesis (@_rojogenesis / @_tripona / @_casa_de_hadasmx / @_disparotransexual); Sebastián Guevara / La Sebas (@sebaslasebas); Yolotzin Arias (@yoloma / @superficiesdeplacer__).
Licenciada en Estudios Latinoamericanos por la unam. Recibió el premio Inca Garcilaso de la Vega 2018 al mejor trabajo de titulación del Colegio de Estudios Latinoamericanos. Es Maestra en Comunicación y Política por la uam Xochimilco. Actualmente cursa el Doctorado en Humanidades en la línea de Estudios Culturales y Crítica Poscolonial.