Ahora caos: Moonage Daydream,
un documental sobre la vida de David Bowie

Carlos Alberto Rodríguez Gómez
abril - mayo 2023

 

Fotograma de Monnage Daydream, dirigido por Brett Morgen en 2022.

 

Las mediaciones al filmar el arte creado por David Bowie a lo largo de su vida nos aportan un mínimo de diferencia cuando encontramos tanta homogeneidad en la aduana de la racionalidad. Me refiero a las capas de intensidad que integran la memoria cuando imprime en el espacio la posibilidad de encontrarnos con un cuadro de Vincent Van Gogh o uno de Francis Bacon, pese a tener frente a nosotros la presencia de dos pintores y expresiones de un mismo arte. Sus mediaciones y diferencias son los elementos a tener en cuenta. La mediación en el arte plástico a la que me refiero no es la tinta y el material, sino aquello que dejó atrás Van Gogh o Bacon para prefigurar un territorio visual en el lienzo. Ese dejar atrás no puede asimilarse de ninguna manera con el cuadro final, sólo puede ser susurrado por una síntesis de vivencias que los espectadores traen consigo a partir de lo que vemos en pantalla. Algunas de las palabras que salen de la boca de David Bowie en el documental Moonage Daydream hablan de lo anteriormente dicho y me extenderé en ello en esta reseña crítica.

Primero. El documental está filmado por Brett Morgen, que en su filmografía ha realizado documentales sobre Kurt Cobain, Cobain: Montage of Heck (2015), y otro sobre el productor de Paramount Robert Evans, El chico que conquistó Holywood (2002). En el caso del documental que nos ocupa, la vida de David Robert Jones está expuesta en pantalla con un cúmulo de referencias que provienen de programas de televisión y de una investigación, no rigurosa ni novedosa en estricto sentido, y quizá solamente reunida con la intención de comercializar una vida artística fascinante. Pero, ¿qué vida no es comercializable últimamente con las redes sociales? A grandes rasgos, lo fascinante del documental es la reunión de disciplinas artísticas en las que Bowie participó como creador. De la pintura a la música, del performance al diseño de vestuarios y, por supuesto, a la filosofía y la literatura. Bowie era un hombre que renacía constantemente.

Segundo. David Bowie nos habla durante todo el documental y nos confiesa que no le interesa el arte entendido a través de su técnica, que por lo demás entiende muy bien, sino la manera en cómo el arte transforma la vida; de cómo le crecen tentáculos a la realidad cuando se empalma con una dimensión estética, no para explicar algo o conocerlo, sino para saltar en el vacío; en cómo nos afectan de distintas maneras las cosas, las personas, las ideas o los sonidos. Para Bowie las ideas son principalmente sonidos y los sonidos son vehículos de sensaciones. En Bowie, nos enfrentamos a los recovecos de un universo que se crea y recrea en situaciones límite de una vida privada que, paradójicamente, no es privada cuando comparte ese movimiento. Como si Bowie tomara distancia de René Descartes: para el artista inglés su cuerpo es el lienzo en el que se imprime su filosofía; para el filósofo francés tendríamos dos Bowie, uno cerebral y otro corporal. Imposible.

El documental posee, en su manera caótica y acartonada de mostrar imágenes, y aunque no lo haya, un principio en la vida de Bowie; sin embargo, debe mostrarse para facilidad de la narración. Los intervalos de sonido y de música que observamos dirigen nuestra atención a formas no precisamente creadas por Bowie, sino hechas con un afán de comercialización. Mientras esto sucede en algunas secuencias de tipo powerpoint con ansias caleidoscópicas, Bowie le coquetea a la esquizofrenia y reconoce el eco del lenguaje en los sitios más inhóspitos que visita. Es en esos lugares donde la sonoridad de su voz permanece quieta bajo las sombras cuando se pregunta: ¿somos personas con ideas excéntricas o vamos hacia algún lugar? Dicho por Nietzsche: si supiéramos a dónde se dirigen todas nuestras energías, ¿lo diríamos? Una idea mediante su voz también está conectada con el silencio: un lugar que no se hace visible en el documental por la naturaleza de este pero puede ser aludido. Por definición, una película está centrada en las imágenes en movimiento, pero el silencio puede ser referido mediante  el sonido. La presencia de Brian Eno, quien ha elaborado su carrera mediante el género Ambient, puede darnos una señal de cómo Bowie trabajó el silencio. Otro lugar de referencia al sonido está en el fundido a negro tan común en los documentales cuando quieren poner un punto y aparte a las secuencias.

Entrar en contacto directo con el documental es reconocer la voz de Bowie como conductora del metraje de principio a fin. Su voz es la que guía al espectador, es su voz la que termina por despedirse de los espectadores al concluir la película. Y agreguemos: su voz hecha música nos obliga a guardar silencio, a detener nuestro propio sonido. Estos movimientos de sonido, música y voz hacen del documental un lugar idóneo para preguntarnos si la voz de Bowie es una máquina que aún conserva misterio en su engranaje. Al visualizar el cuerpo de Bowie en la voz y no en la repetición de sus imágenes, que por lo demás se pueden reconocer fácilmente, nos enfrentamos a una puerta abierta que cuestiona los espacios en blanco que Bowie no pintó de sí mismo. ¿Los hubo? Si así fuera, tener la visión de un personaje con muchas capas de intensidad y fuerza, que son el proyecto de vida de un artista que inventó máscaras con los instrumentos que tuvo en sus manos, arroja la pregunta: ¿hay algo más cercano a nosotros mismos que nuestro cuerpo y su silencio? Y en Bowie: ¿hay algo nuevo todavía por descubrir?

Uno de los recursos del documental es jugar con sentencias filosóficas que no le pertenecen. Aunque aquí nos resulten útiles como mediaciones en el momento de pensar a un artista que no sólo trabajó la sensibilidad desde la música. Nietzsche, uno de los filósofos aludidos en el documental, escribió a finales del siglo xix que deberíamos hacer nuestras máscaras lo más parecidas al rostro en previsión de la última hora del desenmascaramiento. Cuando la máscara ha sido terminada, no queda otro rostro que descubrir, por más documentales que aparezcan sobre Bowie. Al menos en apariencia, pero en el cine, el fuera de campo es uno de los recursos más fértiles para contar una historia mediante las imágenes. El documental encuentra en la voz de Bowie un fuera de campo escurridizo y listo para entregarnos un espacio vital y único de conocimiento sobre él.

Moonage Daydream es una despedida del vehículo convulso del siglo xx, cuando el deseo y la máscara constituyeron la explosiva fórmula erótica de la modernidad y uno de sus pasajeros más virtuosos aún nos puede mostrar algo si encontramos en su silencio el misterio de su vida.

Moonage Daydream

Dirección de Brett Morgen

Alemania-Estados Unidos, 2022, 140 minutos

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Carlos Alberto Rodríguez Gómez

Maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México.