Fotografía de portada del libro Shakespeare Palace. Mosaicos de mi vida en México, de Ida Vitale, México, Lumen, 2018
Claro rastro del mundo oscurecido. Seis acercamientos radiales a la memoria en la prosa de Ida Vitale (Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry 2020) es una serie de ensayos sobre la vida y obra de Ida Vitale, dentro de los acontecimientos que marcaron la estancia de la escritora uruguaya exiliada en México. Historias que, como dice su autor Luis Paniagua, son “mosaicos que constituyen un conjunto de recuerdos de los años vividos en México, refinados por la criba de la voluntad de la propia autora”.
Vitale afirmó en septiembre de 2018, en la antesala del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances: “No tengo palabras, pero es natural que esto me llegue de México. Casi todo lo bueno me viene de México, todavía”, y es que la poeta, quien llegó a nuestro país en 1974 junto a su esposo Enrique Fierro, ha sostenido siempre que México “…cumplió una vez más con sus tradiciones de puertas abiertas, como ya se había hecho con los españoles en la dictadura de Franco”.
En una nota, el periódico El Universal apunta que la escritura escritora uruguaya vivió en la calle Shakespeare, en la colonia Anzures, y por ello su paso por este país quedó plasmado en el libro Shakespeare Palace, del cual hace alusión Luis Paniagua en su libro:
Luego de una infructuosa búsqueda de un supuesto alojamiento para maestros en la Ciudad de México, es la propia Ulalume [Gónzalez de León] la que pone en contacto a Vitale con Elena Jordana con el fin de que la acerque al administrador del edificio donde vive (en una zona que aún se encuentra dentro del cinturón de la decencia habitacional, como quería la esposa del arquitecto González de León), el cual se encuentra sobre Shakespeare, en la colonia Anzures.
Dividido en seis partes, el autor nos ofrece en el primer segmento un espejo para observar los reflejos de Ida Vitale mediante otras miradas para conocer algunas de sus memorias, tal es el caso de Shakespeare Palace. Mosaicos de su vida en México (1974-1984). Paniagua, en relación con lo anterior, rescata este fragmento: “No pretendo presentar como memorias las páginas que siguen, aunque estén determinadas por la mía. Aquellas suelen pretender una ejemplaridad, un zumo moral exprimido de los recuerdos que se ofrecen. No es esa mi intención, si bien todo lector tiene el derecho a utilizar lo que lee tanto como lo que vive para pensar lo suyo”.
En la segunda parte, en un breve recorrido sobre escritores que han hablado de sí mismos, Paniagua pone de manifiesto libros de Wislawa Szymborska, Michel de Montaigne, Ricardo Garibay, Paul de Man, José Donoso, Michael Holroyd, Camila Sosa Villada y, por supuesto, Vitale. Cierra este apartado con una remembranza de la escritora, la estancia de Inés Arredondo en Uruguay acompañada de su esposo el escritor español, nacionalizado mexicano, Tomás Segovia:
Nunca [dice Vitale] le he preguntado a Francisco —Pancho— Segovia, hoy un gran poeta singular, qué guarda en su memoria de ese breve tiempo uruguayo de su infancia: sin duda el mar —como le decimos a lo que es estuario y en aquella altura río—, casi a la puerta, el viento, una escuela distinta, una Inés también distinta, de seguro: ¿“la playa rosa, atónita, inconsciente”, “sobre la duna esas estrías / que nadie sabe interpretar”?, como interroga uno de sus bellos poemas.
Es, pues, como dice Francisco Segovia: “Leemos el mundo como un libro. Buscamos desentrañarlo, comprenderlo para, cuando no nuestro beneficio, por lo menos no enloquecer al recorrer sus fatigosas páginas”. Y reitera Paniagua: “Lo dicho, somos animales en busca de sentido”.
En el tercer acercamiento del libro, el escritor nos habla de la literatura testimonial, de sus orígenes y por qué se tornó necesidad después de la Segunda Guerra Mundial, pues, explica, durante los últimos años hay una recurrencia a esta forma en la memoria latinoamericana: “ganan cada vez más relevancia los ejercicios testimoniales que desde su origen intentan escapar a los métodos, cánones, y aparatos académicos o burocráticos (como es el caso de Shakespeare Palace, de Vitale)”.
En el capítulo “240º. Los diversos deberes del exilio” estamos ya en la condición de víctima, como sugiere Charles Simic, porque un exiliado no necesariamente tiene historias qué contar. Señala que Joseph Brodsky critica las actitudes del escritor emigrado, siempre en busca de la patria preclara que es su verdadera patria, porque el escritor no cabe en su tierra natal, se asfixia. Es así como —dice Paniagua— Simic y Brodsky coinciden en cuanto a la condición del exiliado, pues esto no atraerá la comodidad y el éxito.
Aunque Simic fue exiliado siendo niño y se volvió escritor en Norteamérica, Brodsky no lo fue. Es de esta manera en la que concibe el autor a la poeta uruguaya, que tenía ya por lo menos un cuarto de siglo publicando. Ida Vitale asume entonces su postura no desde el dolor y el sufrimiento, sino al contrario, dice Luis: “…la experiencia mexicana de nuestra autora pasa por un tamiz de lo que nos atrevemos a leer como gratitud”. Al principio de sus mosaicos la escritora dice: “Que la gratitud y los afectos no sean inexorables cenizas”. En este apartado conocemos cómo una joven Ida pretende venir a estudiar becada a nuestro país, sin embargo, le fue imposible. Según Paniagua hubo un segundo amago vía Rosario Castellanos, quien conocería a la poeta uruguaya debido a que escribió sobre Balún Canán. En 1964, por un azar, logró entrar a México procedente de Cuba, pero no fue sino hasta 1974, después de ocurrido el golpe de Estado en Uruguay en 1973, cuando Vitale y su esposo Enrique Fierro migran a México.
“El matrimonio Fierro Vitale se encuentra como a la deriva, naufragado, asfixiándose en las aguas en las que las certidumbres parecen haberse precipitado a un fondo no visible, dada la turbiedad. No se sabe qué pudieron salvar del desastre cuando encontraron la tabla de salvación llamada México”, abona Luis en su texto.
Vitale y Fierro, días antes de su ingreso al país, se enteran de la trágica muerte de Rosario Castellanos.
El territorio como casa, la habitación que uno hace propia, es también para Vitale el consuelo de otros muros, departamentos, plazas y avenidas llamadas México. A su llegada, la mano amiga de los intelectuales mexicanos como el matrimonio De la Colina, Juan de la Cabada, el matrimonio González de León, Elena Jordana, Noé Jitrik, Hugo Gola, entre otros, le ofreció también una buena forma de vivir, una morada.
En el penúltimo acercamiento titulado “300º. México en la memoria: estampas y retratos”, Paniagua refiere que a lo largo de Shakespeare Palace “asistimos a los más de diez años de vivencias de Ida Vitale en territorio mexicano”, y para ello se sirvió de dos escritos en particular: los de Juan José Arreola y Juan Rulfo. Dice el autor que para destacar hasta qué punto existe una penetración de su mirada hacia las figuras de estos dos creadores mexicanos, habrá de compararlos con otros dos esbozos que traza Ricardo Garibay en su libro Cómo se gana la vida.
En este ensayo, Paniagua hace énfasis y un análisis sobre los episodios y acontecimientos en torno a la vida, sobre todo, de Juan Rulfo. A manera de enjuiciar o describir a un Rulfo etéreo, Paniagua parafrasea a Garibay y dice sobre éste: “…es un buzo de aguas abisales, sumergido en las profundidades de sí mismo para emerger a la superficie solamente para dar la razón en una discusión a ambas partes, un ser que siempre anda en lo suyo, que siempre es hallar en lo oscuro y silencioso una brillante joya: la de su literatura, de mágicos perfiles que deslumbran”.
Por último, el ensayista nos ofrece la vuelta general: “360º. El merecimiento del prodigio”, donde afirma: “El prodigio, como ser bienvenido en un país que no es el nuestro, también es un don, un regalo probablemente inmerecido”. Es, pues, un análisis de la observancia en un territorio de ciegos y de gente común, nosotros: “Los ciudadanos comunes dejamos de ver el mundo y de notar la gran cantidad de comunicación que pareciera querer entablar con nosotros, pobres y lesas pero inconmovibles criaturas”.
En este compás que circula alrededor de Ida Vitale, hasta llegar al mismo punto en sus 360º, el autor nos ha hecho “oír con la oreja del pecho cuando allá arriba fallan las otras dos” — como aconseja Fabio Morábito— los pasajes más importantes en la vida en México de Ida Vitale, su llegada tropezada, su reencuentro con un artista paisano, pedir un aventón, ser reconocida en su lengua como uruguaya, y la pronta acogida por la sociedad intelectual de mediados de los años setenta.
Claro rastro del mundo oscurecido. Seis acercamientos radiales a la memoria en la prosa de Ida Vitale
Luis Paniagua
México, Fondo Editorial del Estado de Morelos / INBAL, 2020, 104 pp.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1985. Comunicólogo. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía Travelling, Solana, Base Atenas, Ciervos y La abuela está en la casa porque he visto su voz. Ha sido becario del PECDA, del Imcine y del Fonca. Ha obtenido, entre otros, el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2018, y los Primeros Juegos Florales de Comitán 2020.