La espectacularización
trágica de un feminicidio: Laëtitia o el fin de los
hombres
, de Ivan Jablonka

Lilian Michelle Medina
diciembre 2022 - enero 2023

 

Las sociedades contemporáneas se sostienen por el carácter espectacular de los acontecimientos que las atraviesan. Las noticias que se viralizan aumentan en número porque su novedad dura lo que una imagen en el scroll infinito provisto por nuestro dedo índice. La imagen pública del gobierno ante hechos de relevancia político social también se presenta como parte del collage, y los usuarios mantenemos la actitud de siempre frente al juego: expectantes, ansiosos por completar el acertijo visual.

Ahora pensemos en la relación que el poder político ha mantenido con la literatura como medio de propaganda y de control social. Pensemos también en los medios audiovisuales y en su capacidad de socializar y homogeneizar la recepción de la información. Hoy en día, no sólo la política se vale de ellos para causar un efecto uniforme en la sociedad, sino también la industria del entretenimiento, las grandes empresas y todas las redes que nos vinculan virtualmente con otros. La teoría de la aguja hipodérmica o de la bala mágica, que desde 1920 existe, continúa vigente: tendemos a reaccionar similarmente ante las noticias y, sobre todo, con radicalismos y polarizaciones instintivas que no hacen más que evidenciar nuestra tendencia a la efervescencia.

Desde el auge del teatro antiguo, confirmamos que a los seres humanos nos atraen las experiencias trágicas, su representación y el efecto catártico de la sublimación de la víctima. En los sucesos más controversiales, nos es necesaria la certeza antagónica de la maldad y la inocencia: quién tuvo la culpa y por qué son preguntas que nos urge contestar. El asesinato de alguien es el mayor detonante del despertar de opiniones. Pero sólo del asesinato que ha sido enfocado por los medios, ese que esconde un elemento de suspenso o de drama que subirá el ranking de espectadores. El hambre de curiosidad activa nuestras fantasías y las teorías surgen decantándose por la más siniestra.

El escritor e historiador francés Ivan Jablonka explica mejor este fenómeno en su libro Laëtitia o el fin de los hombres, publicado y traducido por Anagrama y Libros del Zorzal en 2017, un año después de su publicación original en Francia. Pero Jablonka no se limita a describir el suceso y el proceso de investigación, sino que lo cuestiona en todas sus aristas y lo repudia en su ámbito espectacular: “Un suceso supone un culpable. Un suceso horrible exige un monstruo. Un monstruo debe ser encerrado. Ese simplismo en el análisis traduce un movimiento de fondo en nuestra sociedad: la necesidad de asignarles a todo crimen, a todo accidente, a toda enfermedad un responsable ante el cual desviar la propia rabia”. ¿Cómo una microhistoria puede convertirse en parte de la Historia, en un referente de denuncia, en un perfecto ejemplo de la espectacularización de la muerte? ¿Laëtitia representa el fin de los hombres como conglomerado, como género, como creencia o como símbolo de algo?

En la madrugada del 19 de enero de 2011, Laëtitia Perrais, de dieciocho años, fue asesinada y desmembrada por Tony Meilhon, un hombre recién salido de prisión a quien Laëtitia apenas conocía. Toda Francia se conmocionó ante las circunstancias de la pérdida y del hallazgo del cuerpo inerte de Laëtitia. Éste tardó meses en encontrarse por completo y, durante ese tiempo de suspenso, el “caso Laëtitia” adquirió fuerza social, cultural, mediática y política. Los medios de comunicación aprovecharon lo insólito y, como es costumbre, trabajaron arduamente en mantener absortos a sus espectadores con base en la deformación de la verdad, en las conjeturas, en lo que Jablonka reconoce como storytelling: “un ‘ángel’ entregado a un ‘monstruo’, una ‘inocente’ asesinada por un ‘loco’, dos figuras reunidas —todavía y siempre— en una obscena pareja en la que la víctima y el asesino se vuelven siameses en la muerte. Misterio en torno a una desaparición y un cuerpo inencontrable, rápida politización del expediente, familias desconsoladas: una historia lista para consumir”. Y no sólo para consumirse, sino para forjar una imagen política a costa de la credibilidad del sistema judicial.

El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, se sirvió de la historia de Tony Meilhon para acusar a los jueces por no seguirle la pista a un asesino potencial, quien acumulaba un expediente de detenciones previas, pero ninguna por asesinato. Los magistrados entraron en una huelga que duró meses, pero, aun con los obstáculos que esto significaba, las investigaciones en torno al caso Laëtitia proseguían. Un antagonismo de fuerzas supuestamente coaligadas para el bien de la sociedad emergió debido a un feminicidio, cuyas causas remotas nadie parecía ver. Mientras tanto, el asesino se negaba a cooperar en los juicios. Entonces, surgía la pregunta: ¿cómo armar el rompecabezas completo de lo que pasó esa madrugada de enero?

            En este libro, Ivan Jablonka se propone reconstruir el crimen a partir de varias pesquisas: la biografía de Laëtitia; los testimonios de sus allegados, especialmente de su hermana gemela Jessica; los sistemas político, social y judicial; y la psicología del asesino. Detrás de todo, se descubre una historia determinada por la violencia masculina en la vida de Laëtitia: un padre biológico violento y un padre de acogida que ejerció violencia sexual hacia ella y su hermana. Ante este panorama, me atrevo a decir que es innegable la existencia de causas histórico-culturales que fertilizan las semillas del abuso; es innegable que Laëtitia representa el fin de la confianza en los hombres, es decir, el miedo constante a ellos, el miedo infantil y adolescente que determinó su biografía, la ansiedad al salir de casa o, peor aún, al entrar en ella. Esta aseveración es sólo una parte del espectro de la violencia histórica y patriarcal hacia las mujeres. Dice Jablonka al respecto:

 

El caso Laëtitia revela el espectro de las masculinidades descarriadas en el siglo xxi, tiranías de machos, paternidades deformadas, el patriarcado que no termina de morir: el padre alcohólico, el nervioso, histrión exuberante y sentimental; el cerdo paterno, el pervertido con mirada franca, el padre-que-da-lecciones y te toquetea en los rincones; el cabecilla adicto, presuntuoso, posesivo, el-que-jamás-será-padre, el hermano mayor que ejecuta a manos desnudas; el jefe, el hombre del cetro, presidente, decisor, potencia invitante. Delirium tremens, vicio suntuoso, explosión mortífera, criminopopulismo: cuatro culturas, cuatro corrupciones viriles, cuatro maneras de hacer de la violencia una heroína.

 

No obstante, once años después del feminicidio de Laëtitia, este espectro continúa latente y, con cada mujer asesinada, el espectáculo se convierte en una acumulación de piezas teatrales, en una novela por entregas que adquiere fuerza sólo en la inmediatez de su novedad. Jablonka no teme nombrar los hechos, se retuerce ante la politización del caso, se asquea del morbo mediático. Escribir la historia de Laëtitia, según el propio Jablonka, significa cancelar el espectáculo; luchar contra la caducidad inmediata que un nuevo suceso provoca; empatizar con las víctimas, ampliar el registro de sus voces silenciadas por la mano del hombre y regalarle a la gemela sobreviviente el recuerdo de su hermana.

En la gran lista de feminicidios, todas las muertas son personajes de una misma historia, en donde sus cuerpos eran bombas de tiempo y su recuerdo póstumo, guiones de películas. Al menos el año pasado, en 2021, el cineasta Jean-Xavier de Lestrade estrenó la miniserie Laëtitia, de seis episodios. El elemento trágico es la clave; los victimarios trascienden como mitos sociales y con el pretexto del despertar de conciencias, se recorre el telón ante una audiencia convocada con la antelación suficiente de la publicidad.

 

Laëtitia o el fin de los hombres

Ivan Jablonka

México, Anagrama/Libros del Zorzal, 2017, 296 pp.

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Lilián Michelle Medina

Egresada de Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana. Actualmente se dedica a la investigación literaria (sni), a la corrección de estilo y a formarse como escritora profesional (unam).