El individuo y la
incomprensión de su
otredad: Declaración.
Cuentos reunidos
,
de Susan Sontag

Moisés Elías Fuentes
Diciembre de 2022-enero de 2023

 

 

Susan Sontag en Nueva York, 1986. (Fotografía: Jack Manning / New York Times Co. / Getty Images)

 

En “Peregrinación”, primer relato del volumen Declaración. Cuentos reunidos,[1] al reseñar el encuentro que tuvo en la adolescencia con Thomas Mann, la narradora apunta:

 

Nadie hablaba. Era consciente del intenso, entregado silencio de la casa, un silencio que nunca había notado en ningún ambiente interior, y de la lentitud y conciencia de cada uno de mis gestos. Bebí el té, procuré controlar las migas de los pastelillos e intercambié una furtiva mirada con Merrill. Tal vez ya todo había concluido.

 

Lectora adelantada, con una precoz certidumbre de su vocación literaria, en “Peregrinación” Susan Sontag apeló a la voz de una narradora anónima para retratar, con trazos a un tiempo emocionados y racionales, al escritor alemán Thomas Mann, pero, sobre todo, al hombre también llamado Thomas Mann y cómo nivelaba su vida cotidiana con la vida, ensalzada por la fama y el prestigio, del escritor. Así, Sontag develó, desde la intimidad, el conflicto de aquel hombre con una fama que amenazaba con subordinarlo o borrarlo

Novelista, cuentista, ensayista, filósofa, profesora universitaria, Susan Sontag nació en Nueva York el 16 de enero de 1933, y falleció en la misma metrópoli el 28 de diciembre de 2004; es decir, setenta y un años de vida dedicados casi por entero al trabajo intelectual, de lo que resultó una obra literaria que se cuenta entre las más lúcidas y provocativas que dio la literatura estadounidense del siglo xx.

Ciertamente, desde temprano se reconoció en Sontag la agudeza de sus ensayos, ajenos a los malabarismos verbales y a los efectismos autocomplacientes de otros autores. Otro tanto es lo que se puede decir de los quince relatos que integran Declaración. Cuentos reunidos, comenzando por el ya citado “Peregrinación”, en el que la prosa, sencilla y fluida, omite deliberadamente al escritor como institución para centrarse en el diálogo con el hombre de la vida diaria que también fue Mann y con su soledad.

En la narrativa de Sontag, el aspecto central es la interrelación dificultosa entre la realidad social exterior y las realidades interiores de los personajes, esos mundos inconfesos que se revuelven ante el mundo externo que los limita y acalla. Tal el caso de la señorita Carichata, la protagonista de “Espíritus norteamericanos” y su voluntaria incursión por los vericuetos de la sexualidad, incursión que la lleva a conocer tanto la naturaleza libertaria del erotismo como el sometimiento y la humillación del libertinaje:

 

Abofeteada por las miradas mecánicas, la señorita Carichata resolvió emprender una carrera de actividades venéreas. Los espíritus de Ben Franklin y Tom Paine susurraron roncamente en sus oídos, convocándola e intimidándola.

La señorita Carichata se levantó las faldas. Todos y cada uno profirieron una exclamación.

 

Mujer sin identidad definida, a lo largo de “Espíritus norteamericanos” la señorita Carichata se viste y se despoja de personalidades, que nunca la llevan a la completud. Eso es lo que le revelan las voces de los próceres, “convocándola e intimidándola”, como le ocurre a Estados Unidos, país que intenta reinventarse, pero que se acobarda cuando descubre que los próceres le anuncian que para reinventarse debe rebelarse contra su inmovilismo moral.

Los microcosmos sociales propuestos por Sontag en su narrativa están signados por la paradoja, de ahí que en la atmósfera general de los cuentos asoma el teatro de lo absurdo. En efecto, las y los personajes que deambulan por las narraciones llegan a situaciones irracionales en su búsqueda de una individualidad propia, al tiempo que se sujetan al mundo exterior y sus convenciones inapelables. He ahí el narrador de “El muñeco”, quien reseña la creación de un doble destinado a vivir su vida, es decir, la vida que el narrador no quiere, lo que cumple de manera precisa, hasta que decide vivir su alteridad:

 

El muñeco se niega a escuchar. No hay forma de consolarlo. La señorita Amor será suya o —aquí hace un ademán amenazador— se autodestruirá. Se golpeará la cabeza contra la pared, o saltará por la ventana, para descalabrar irremediablemente su delicada maquinaria. Eso me alarma realmente. Veo arruinado mi maravilloso plan, que me ha dejado tan estupendamente desocupado y en paz durante los últimos meses.

 

A medio camino entre el doppelgänger y la criatura de Frankenstein, este alter ego adquiere conciencia de su otredad al enamorarse, lo que empuja a su creador a una resolución disparatada: la formación de un nuevo doble, más exacto y, por tanto, con mayor posibilidad de cobrar conciencia de sí mismo. Es decir, en lugar de crear su réplica, el constructor de dobles crea otredades que lo contradicen y le huyen.

 

 

Si el narrador de “El muñeco” interpreta cada desvío de sus dobles como un defecto del mecanismo, es porque no atisba que tales anomalías manifiestan las vidas posibles que pudo haber vivido y, al contrario, sólo observa la desobediencia, porque ha perdido la capacidad de dialogar consigo mismo y sólo puede monologar, tal como les ocurre a los padres de “El nene”, quienes asisten, por separado, a consulta con un psicoterapeuta, con quien hablan desde una primera persona del plural que los desdibuja, a más de que anula la voz del interlocutor, a quien nunca escuchamos:

 

¿Disconformes? Claro que no.

Sin embargo, a veces, para ser sinceros, tenemos la impresión de que es usted quien está disconforme. Con nosotros.

Bueno, impaciente, entonces. ¿No es cierto, doctor?

 

La anulación del individuo llevada al extremo, porque la mujer y el hombre que monologan en “El nene” no conforman al “monstruo bicéfalo” de la pareja en el acto erótico, sino a un ser incierto, despersonalización a la que Susan Sontag opone una risa irónica, que no simplista y burlona, toda vez que observa, deduce, pone en entredicho. Es la risa de una intelectual que cuestionó, y cuestiona, a la sociedad contemporánea y su obsesión por la inmediatez, el mecanicismo espiritual, la esterilidad de la cultura y la exaltación del individualismo, que nos impide encontrarnos con la otredad individual y con la colectiva.


[1] Sontag, Susan. Declaración. Cuentos reunidos (Debriefing: Collected Stories). Traducciones de Aurelio Major, Eduardo Paz Leston, C. Scavino et al. Penguin Random House Grupo Editorial. Barcelona, 2018. Las citas de los cuentos provienen de esta edición.  

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Moisés Elías Fuentes

Poeta y ensayista, ha publicado el libro de poesía De tantas vidas posibles (2007). En colaboración con Guillermo Fernández Ampié, tradujo del inglés al español Ciudad tropical y otros poemas (2009), primer libro de Salomón de la Selva.