Las mujeres de casa
teníamos dulce la mirada
coloradas las mejillas
largos los brazos como garzas
atravesábamos el patio en vuelo
moviendo la cintura
comíamos alpiste de las manos
y bebíamos a sorbos de la fuente
eran veranos ligeros
imaginaba el calor de la montaña
cuando miraba al cielo
su luz brillante
filtrada entre las nubes
cualquier terreno era un continente
entre la maleza brincaban los grillos
hacíamos cuencos con las manos
para llevar agua hasta la sombra
lamíamos de nuestras palmas
la sed una mordida
el calor
las horas lentas
pesadas como piedras
bajo el follaje de un laurel
cerrábamos los ojos
el aire en el cuerpo era fresco
y sentía el murmullo de sus hojas
así pasaba las horas
recostada bajo el árbol
mi cuerpo guía para una larga línea
de hormigas
mientras dormía
ellas cargaban hojas migas espinas
rodeaban mis talones mis rodillas
colocaban flores en mi pelo
y así mis sueños por las tardes
habitaban su morada intestina
(De Habitar trincheras)
Sujeta mi vientre
amásalo
mira cómo palpita
el deseo
dentro de mí el cuenco
alguna vez tuvo agua y peces
la nota hueca del líquido
golpeaba sus paredes
hacía del barro
algo fresco y oscuro
hoy me estremezco:
cargo el vaso que colmo de agua
al tiempo que la derramo
La voz que llevo a los labios
emerge del pozo, su orilla
un eco líquido asciende
hablo agua para calmar la sed
el rostro entero sumergido
la lengua un pez
en sesenta metros cuadrados
nadamos, damos vuelta
a nuestros cuerpos
que las sólidas paredes de esta casa
se levanten y nos protejan
(De Una lengua oscura y solitaria)