Teoría y práctica del movimiento desanudista

Lilian Michelle Medina
Octubre-noviembre de 2022

 

 

Female Structure (1925), Enrico Prampolini, óleo sobre tela. (Imagen: Getty Images)


De la necesidad de desanudar(se):

La cinta que toma las muñecas de ella durante el sexo revela el sometimiento del cuerpo y, en casos peores, la violación. Los hilos conductores de la historia trágica de una mujer la llevan hacia el destino de la putrefacción emocional. La cuerda alrededor del cuello preside el cese del latido que refuerza el viejo mito del sacrificio de la felicidad femenina. Los lazos familiares nocivos robustecen el sentimiento de la no pertenencia y, con este, la búsqueda del patrón anímico en otros: perpetuación del dolor importado. Las cuerdas que anclan los pies a pesados pilares dan la impresión de que la inutilidad y la quietud son virtudes esperadas de la presa y no condicionamientos casi dictatoriales. La línea del tiempo de una misma se enlaza con preceptos vinculatorios, requisitados para ser vista: son los vasos comunicantes que se anudan a lo prestablecido. De ahí nacen los mitos del hilo rojo que te lleva, inexorablemente, a la persona amada, impostada o idealizada (en el mayor de los casos, se presenta la tercera variante).

Todas hemos llegado a tragarnos bolas de cuerda, nudos que se adhieren al interior de nuestros cuerpos: el colon se tapa, el corazón sufre arritmias, la sangre se coagula, la voz se atora, la respiración se interrumpe y nuestros orificios se estriñen. La opresión que entalla la silueta intenta hacer estallar todo eso que se mantiene dentro de una misma, a fuerza de tirar los extremos del lazo. Ante tal magnitud de óbices, ¿cómo desanudar lo aprendido? ¿Cómo desenredar los hilos que nos tejen y, de ser posible, desecharlos para no morir asfixiadas? ¿Cómo desarticular a viva voz los silencios? ¿Cómo hacernos audibles para nosotras mismas y para el mundo? ¿Cómo?

 

De la opresión del nudo:

El nudo se forma silenciosamente en los vórtices del caos: el nudo quiere que calles, el nudo se acomoda al silencio, el nudo remuerde y castiga: el nudo te ordena orar por tus pecados; el nudo infantiliza y perpetúa la semejanza entre el hombre y Dios. El nudo son tus llantos introvertidos que no dicen más que “agua salada”. El nudo eres tú inmovilizada por el miedo de ser tú ante la persona equivocada. El nudo te recrimina tu condición humana: ¡pecadora! El nudo es el óbice de tus movimientos naturales. El nudo tiene múltiples caras. El nudo ha sido un dictador durante siglos, un detractor del desarrollo personal de las que nos decimos mujeres, de quienes fuimos educadas bajo el dogma de la feminidad. El nudo, pues, reclama atacantes: ¡deshagámonos de él! Las escribientes del presente texto protestamos en su contra e invitamos a la práctica diaria de la desanudación. Escribimos desde una postura, no abarcando todas, no interseccionando, pero escribimos sin culpa (que ya ha sido mucha).

 

Declaración de principios:
  1. Las escribientes hablamos desde el hambre de libertad y de espacios propios para comenzar la era de la desautomatización estereotípica.

  2. Desanudarse a una misma implica la lenta caída de la volatilidad. El cuerpo no flota si no es en el agua y con las celulitis bailando al son de la corriente.

  3. Comencemos con las extremidades que aterrizan. Para desanudar las piernas hace falta redescubrir los hilos de la memoria primitiva: cuando las pasarelas no existían y una podía correr en vestido. En cuanto a los brazos, debemos hacer un estiramiento constante de los resortes que los atan hasta romperlos. Aun con las marcas en sus muñecas, les decimos: ¡abracen el mundo!

  4. Aunque ustedes no lo crean, los ojos también privan su libertad. Aprendieron a no ver ciertas cosas que todavía pasan a su alrededor inadvertidas. Les dijeron: “esto no, pero esto sí” y les creyeron. Tóquense la nuca, explórenla bien y hallarán el nudo de la venda: ¡quítenlo inmediatamente! El deslumbre es lo de menos: la recompensa estará en re-conocer lo que les fue ve(n)dado.

  5. Desanúdense de quienes las han encasillado en la etiqueta de la niña buena y rompan los barrotes del mal amor. ¡Corran hacia las otras que aguardan por su llegada! Y cuiden de que el lobo no las alcance, porque, por más que se lucha por que se dé cuenta de su hostigamiento, el lobo sigue vigilante nuestro aroma.

  6. Desanudarse significa escupir las palabras ajenas que en la niñez hicieron de nosotras imitaciones cadavéricas. Exhortamos a las mujeres de la vieja escuela a desatar los diques que evitan el paso de los carbohidratos y las papas fritas. ¡Mienten cuando les dicen que todo lo que necesitan es lechuga!

  7. Mujeres, desátense los nudos en la garganta y suspiren, hablen, griten, lloren, enójense, lo que sea, importa que de ahí salga más que silencio y psicosomatizaciones. ¡Que nadie más se esconda tras lo inconfesable!

  8. Las invitamos a sortear los nudos de las redes cerebrales que incapacitan la masticación placentera. Que la boca sirva mucho más que para expulsar ácido gástrico. Reanuden, mejor, el vínculo de la lengua con la buena cognición.

  9. Señoras y señoritas, ¡desaten la cinta métrica de su cintura y den paso a la libertad del empanzonamiento mientras brindan con cerveza de barril!

  10. Las escribientes queremos destruir todos los hilos, telas, cuerdas, agujetas, lazos, esposas, cadenas y promesas que las hagan quedarse quietas. ¡Saquen los restos a las plazas públicas y ofrendémoslos a las antiguas generaciones!

  11. Rememoren los suicidios de tantas y tantas que, en nombre del mal amor, se sintieron vacías porque las voces de afuera y de adentro les llamaron fracasadas, malqueridas, engañadas, locas, solas, histéricas. Rememoren cómo sus cuerpos y mentes fueron calcinados con palabras y obscenidades. Rememoren y vivan despiertas con la bandera de la libertad ondeando en sus siluetas.

  12. Queremos visibilizar las creencias internas más arraigadas y, una vez publicadas, desentronizarlas de nuestra identidad. Adiós al miedo de ser violentadas y callar, hacerse chiquitas, ocupar menos espacio, deshonrar la voz íntima y obedecer el discurso del mal amor.

  13. Las escribientes incitamos al aflojamiento del sexo; deseen lo más que puedan en nombre de quienes fueron vedadas de la fantasía. Y nunca, nunca, se sientan culpables de mostrar su sensualidad ni de expresar su libido.

  14. Incitamos a la destrucción de todas las cuerdas que tiran hacia atrás, de todos los nudos que nos privan de crear: ¡desanudémonos la cordura ya!

 

Nota: Este manifiesto es íntimo, aunque sacado a la luz pública. Las escribientes somos todas las que han habitado a la firmante. Somos desdoblamientos de una mujer (con la que puede identificarse toda una generación con contextos parecidos). A ella(s) le(s) deseamos un exitoso proceso de desanudación, tal como lo prescribimos arriba.

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Lilian Michelle Medina

Egresada de Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana. Actualmente se dedica a la investigación literaria (sni), a la corrección de estilo y a formarse como escritora profesional (unam).