me desperté recordando
un sueño anterior:
arriba,
más allá del luminoso
que anuncia una batidora
de tres velocidades,
meto las palabras
que ahora leo en sus ojos
usted que dice no haber volado nunca
le preguntaba si alguna vez
le habían contado
la escalofriante historia
de los aeropuertos
los aeropuertos están llenos de gente
que no sabe dónde ir,
el nuevo orden
ocupa sus pasillos
con esas luces
que no despiden sombras
y hay pasos
y hay susurros
sobre el piso aséptico
de vinilo
en este limbo
que usted dice nunca haber transitado
se cavan hoyos
se esconden cosas
y se observan azules las pantallas
fue entonces cuando rompimos
los dos a llorar
como iba diciendo:
incompatible con este viaje
son los sapos en los bordes fluorescentes
de las escaleras
es la inquietud de sus dedos
sobre una cartulina blanca
primero hora
segundo nombre
tercero puerta
cierro los ojos:
y recuerdo los árboles en pendiente,
milenarios,
y una pelota amarilla
sobre ellos,
su mueca reflejada
en el cristal de un restaurante
los pasillos de los aeropuertos
alineados por banderas y restaurantes
donde, curiosamente,
nunca huele a comida
escucho a alguien decir su nombre
su nombre en bajo relieve
sobre el tronco sano de un eucalipto
antes de este sueño
la luz bordeaba inútilmente las cosas