El enigma MacIntosh

Alejandro García Abreu
Junio-Julio de 2022

 

 

James Joyce en Zúrich, Suiza, en 1938. (Fotografía: Giedon Weliker / Hulton Archive / Getty Images)

 

I. MacIntosh: el Caballero Errante de la Sierra Solitaria

Como múltiples historias sobre desasosiego, pesadumbre y misterio, la del señor MacIntosh en Ulises (Ulysses, Shakespeare and Company, París, 1922) de James Joyce (Rathmines, Dublín, 1882-Zúrich, 1941) comienza en un cementerio. Es 16 de junio de 1904. Transcurre una hora, de las 11 am a las 12 pm. Bloom se dirige al entierro de Paddy Dignam. Entra en un coche de caballos con Simon Dedalus, padre de Stephen, y otras dos personas, Jack Power y Martin Cunningham, quienes se distancian de él por ser judío y por su desprestigiado matrimonio con Molly. En el esquema de los capítulos establecido por José María Valverde (Valencia de Alcántara, 1926-Barcelona, 1996), el poeta, crítico literario, traductor y ensayista español narró que Bloom reflexiona sobre la mortalidad y sobre lo que divisa desde el coche. Señala al señor Dedalus el paso de su hijo Stephen, que le hace sentir la falta de su propio hijo Rudy, recientemente fallecido. Los pasajeros conversan. De súbito, Bloom ve pasar a Boylan: piensa que visitará a su esposa Molly. Los ocupantes del coche ven a un prestamista, Reuben J. Dodd, y se cuenta una historia sobre su mezquindad: dio dos chelines a quien le salvó la vida a su hijo. Las risas son anuladas por la memoria del difunto.

Llegan al cementerio. Se siguen los detalles mediante los pensamientos de Bloom, mezclados con los comentarios de los otros. El féretro es trasladado a la fosa: Bloom cogita sobre la muerte. Se aproximan el gerente del cementerio y un periodista de The Evening Telegraph, Joe Hynes, que anota los nombres de los asistentes, más —aquí se inicia el enigma— el de un desconocido que, vestido con un impermeable macintosh, es apuntado como señor MacIntosh —y reaparecerá misteriosamente por todo el libro—, así como los nombres de algunos ausentes que se suponen presentes. Cuando se rellena la fosa, el grupo se aleja y visita de paso la tumba de Parnell, el autonomista irlandés. Los asistentes comentan las estatuas de otras tumbas. Bloom piensa que sería mejor conservar discos de gramófono con las voces de los muertos. Valverde recordó que la técnica usada por Joyce en el pasaje narrado fue la mezcla de palabra interior con descripción objetiva y que el Hades, el infierno clásico, que Ulises visita, fue su referencia homérica. Sigo la traducción de José María Valverde, publicada por primera vez en Lumen en 1976. En el capítulo 6, en el cementerio, continúan las cavilaciones fatídicas. Joyce escribió:

 

Sepultarle. Venimos a sepultar a César. Sus idus de marzo o junio. No sabe quién hay aquí ni le importa.

Pero ¿quién es ese tío larguirucho de ahí con el macintosh? Pero ¿quién es? Me gustaría saberlo. Bueno, daría algo por saberlo. Siempre aparece alguien que uno no se imaginaba nunca. Uno podría vivir solo toda la vida. Sí que podría. Pero tendría que tener alguien para enterrarle cuando muriera, aunque podría cavar su propia tumba. Todos lo hacemos. Sólo el hombre entierra. No, las hormigas también.

 

El escritor dublinés continuó: “El señor Bloom se quedó atrás, lejos, sombrero en mano, contando las cabezas descubiertas. Doce. Yo soy el trece. No. El tipo del macintosh es trece. Número de la muerte. ¿De dónde demonios ha salido?”. En el capítulo 10 se lee: “En Lower Mount, un peatón con macintosh pardo, comiendo pan seco, cruzó la calle rápidamente e incólume por delante del virrey”. El decimosegundo incluye un comentario sobre el amor: “El hombre del macintosh pardo ama a una señora que ha muerto”. Joyce se pregunta en el capítulo 14: “Joder, ¿qué está tomando aquel tío del macintosh?”. Y otorga un apelativo al personaje: “MacIntosh el Caballero Errante de la Sierra Solitaria.” Posteriormente, en el capítulo 17, surge una interrogante trascendental: “¿Quién era M’Intosh?”.

 

II. Vladimir Nabokov: detective literario

Vladimir Nabokov (San Petersburgo, 1899-Montreux, 1977), en Curso de literatura europea, desentraña el enigma de M’Intosh. El hombre del macintosh o el Hombre del Impermeable Marrón aparece por primera vez como el decimotercer doliente en el funeral de Paddy Dignam, pero nadie sabe quién es. Su nombre e identidad nunca se establecen:

 

el Hombre del Impermeable Marrón es un tema. Entre los personajes casuales del libro hay uno de especialísimo interés para el lector joyceano porque no hace falta repetir que cada nuevo tipo de escritor da lugar a un nuevo tipo de lector, cada genio produce una legión de jóvenes insomnes. El personaje especialísimo al que me refiero ahora es el llamado Hombre del Impermeable Marrón, a quien se hace referencia de una manera o de otra once veces en el curso del libro, aunque no se le nombra nunca. Por lo que sé, los comentaristas no han comprendido su identidad. Veamos si podemos identificarlo nosotros. Se le ve por primera vez en el entierro de Paddy Dignam; nadie sabe quién es, su aparición es súbita e inesperada, y a lo largo del día, el señor Bloom volverá mentalmente sobre este pequeño pero irritante misterio: ¿quién era el hombre del impermeable marrón?

 

“En Lower Mount, un peatón con macintosh pardo, comiendo pan seco, cruzó la calle rápidamente e incólume por delante del virrey”, escribió Joyce, como previamente constaté. “¿Qué nuevas pistas se añaden aquí? Que el hombre existe, que es un ser vivo en definitiva; que es pobre, que camina con paso rápido, y que se parece un poco a Stephen Dedalus en su gesto desdeñoso y distante”, dice Nabokov. Sigue: “Pero, naturalmente, no es Stephen. […] Hombre vivo y al mismo tiempo liviano como un espectro, ¿quién diablos es?”. Joyce, como demostré, afirmó: “El hombre del macintosh pardo ama a una señora que ha muerto”. El detective literario continúa: “Un elemento poético ha sido añadido a nuestro hombre misterioso. Pero ¿quién es ese ser que aparece en ciertos momentos cruciales del libro? ¿Es la muerte, la opresión, la persecución, la vida, el amor?”.

“¿Quién era M’Intosh?”, se interrogó Joyce. Ésta es la última vez que se menciona al individuo vestido con un impermeable macintosh u Hombre del Impermeable Marrón, declara Nabokov. “¿Sabemos quién es? Creo que sí”, dice con cierta confianza. La clave se encuentra en la escena de la biblioteca. “Stephen está hablando de Shakespeare, y sostiene que Shakespeare se ha incluido a sí mismo en sus obras”, rememora el autor de Pálido fuego. “Ha escondido su propio nombre, un hermoso nombre, William, en los dramas, aquí un comparsa, allí un bufón, como un pintor de la antigua Italia escondiendo su cara en un rincón oscuro de su lienzo”, escribió el autor de Finnegans Wake. Y esto hizo Joyce: “colocar su rostro en un rincón oscuro de su lienzo. El Hombre del Impermeable Marrón que cruza el sueño del libro no es otro que el propio autor. ¡Bloom llega a ver a su creador!”, concluye Nabokov. Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) suscribe, en Dublinesca, la teoría nabokoviana y narra:

 

En algún lugar, al margen de uno de sus pensamientos, descubre una oscuridad que le cala los huesos. Cuando se dispone ya a marcharse, ve de golpe al joven Beckett, situado detrás mismo de sus dos afligidas hermanas. Se entrecruzan las miradas y la sorpresa parece hallarse en ambos lados. El joven va con el mismo macintosh de la otra noche, aunque más raído. El joven tiene aspecto de pensador fatigado…

 

III. Buen vino

Podría ser el autor, la muerte, la opresión, el amor, la persecución, la vida. Como el personaje de Joyce interpretado por Nabokov que deviene en el propio autor, el hombre del macintosh de Vila-Matas tiene otra connotación: vive “en lo obstruido, lo precario, lo inerte, lo incierto, lo aterido, lo aterrador, lo inhóspito, lo inconsolable”. Pero las posibilidades no han sido agotadas.

“Mi trago. Merci. A la nuestra”, “¡Ajenjo para todos!”, “Hostelero, hostelero, ¿tenéis buen vino, por vuestra vida?”, se lee en el capítulo 14. “Joder, ¿qué está tomando aquel tío del macintosh?”, se preguntó Joyce, como advertí anteriormente. El escritor irlandés aseveró en una ocasión:

 

¿Qué es mejor que sentarse al final del día y beber vino con amigos o con sustitutos de amigos? […] El vino es sol; bajo la figura del vino podría manifestarse el Creador del Universo. ¿Puedes imaginar una manifestación bajo otra figura?

 

Mi interpretación es distinta a la de Nabokov o a la de Vila-Matas, aunque comparte los adjetivos y participios usados por el narrador barcelonés (aterido, aterrador, incierto, inconsolable, inerte, inhóspito, obstruido, precario). Pienso que MacIntosh —o el señor M’Intosh— es la representación de la soledad de una persona alcohólica y errabunda, con sustitutos de amigos. Puede ser un asunto de índole dublinesa, puede ser la condición existencial de una multitud de individuos desamparados y tristes que recorren ciudades y páginas de novelas en busca de algo que les dé cierta corporeidad y que atenúe el sufrimiento. Entre fantasmas —señales del pasado—, MacIntosh es el Caballero Errante de la Sierra Solitaria.

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Alejandro García Abreu

(Ciudad de México, 1984)

Es ensayista y editor. Coautor de Géographies du Vertige dans l’œuvre d’Enrique Vila-Matas, Línea de sombra e Inventar lo posible. Autor de El origen eléctrico de todas las lluvias. Entrevistas con escritores, artistas y pensadores (Taurus, 2020).