Para los que disfrutamos la lectura y llevamos muchos años leyendo llega un momento en que nos preguntamos si valdrá la pena regresar a esos libros que en su momento nos fascinaron, que nos dejaron una huella imborrable, que fueron un parteaguas en nuestra apreciación del mundo; esos libros que por alguna razón habitan un espacio privilegiado en nuestra memoria. La duda sobre volver a ellos no tiene que ver con el tiempo que se necesitaría para la relectura, sino más bien con el temor de no hallar en él la misma fascinación del primer encuentro, el mismo gusto, los detalles que entonces nos cautivaron.
Afirmó Heráclito que ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río, porque no serán ni igual río, ni igual hombre. Algo similar sucede con la relectura, pero es aun más interesante porque el libro sí es el mismo, pero da la apariencia de haber cambiado a la par que ha cambiado el hombre. El motor de Vivian Gornick para la escritura de estos ensayos literarios es justo el cambio en el lector que se enfrenta a las mismas lecturas de años atrás.
En Cuentas pendientes, Gornick echa mano de su estilo ya definido en libros anteriores como Apegos feroces, La mujer singular y la ciudad o Mirarse de frente, una mezcla astuta de memorias y crítica, algo definido por ella misma como “periodismo personal”, sobre el que ha fundamentado su carrera y que está construido por la máxima de usarse a sí misma para hablar de otras cosas. Así, a la par de las reseñas literarias, se hilvanan episodios de la vida de la autora; delicadamente se entrelazan ambas esferas y luego comienza a jalar el hilo con algunos temas que trascienden hacia situaciones sociales o reflexiones sobre su momento histórico para luego retomar, como hilo de Ariadna, los pasos de vuelta a sí misma.
En estos ensayos habla de su infancia en una casa de izquierda donde el dogma era Karl Marx y el sentimiento de injusticia social se daba por hecho; escribe sobre sus primeras incursiones en el periodismo, y cómo, a partir de un artículo sobre el feminismo, comenzó a entretejer su experiencia de vida con su escritura y de ahí con su lectura. En este tono vivencial, comienza el repaso de ciertas lecturas que la marcaron: Hijos y amantes, de D. H. Lawrence, que fue la primera novela de aprendizaje que leyó, y cuya lectura le pareció sumamente crucial; sin embargo —y aquí comienza a perfilarse el punto débil del libro—, la autora utiliza demasiadas páginas para explicar detenidamente la trama, además de los diferentes momentos de su lectura, de una manera demasiado exhaustiva. Cierto que esta técnica puede tener interés para lectores que ya poseen dicho título en su bagaje lector, pero si no es así, la atención se distrae fácilmente con descripciones y spoilers, explicación de la trama de principio a fin y citas o párrafos del libro en cuestión.
En los siguientes ensayos habla largamente de la novela Colette; hace un análisis más cercano a la crítica literaria con El amante, de Marguerite Duras, y menciona a otros escritores como Elizabeth Bowen, Delmore Schwartz, Saul Bellow y el poeta Yehoshua (cuando habla de él aprovecha para contar lo que supone ser judío en Estados Unidos y lo extranjera que paradójicamente se sentía en Israel). Después incluye reflexiones sobre el feminismo al mencionar a Elizabeth Stanton, presidenta de la Asociación Norteamericana de Mujeres Sufragistas, y escribe también de Natalia Ginzburg, uno de los ensayos más conmovedores e interesantes del libro, pues refleja la influencia que ejerció en Vivian para que ella se considerara escritora.
Continúan los ensayos que abordan a J. L. Carr y a Pat Barker; reflexiona sobre la predisposición de un lector hacia un libro y cómo puede condicionar el disfrute y valoración de las obras. Ya hacia el final, habla de Doris Lessing y su relación con los gatos. Y en el cierre vuelve contundentemente al tema de la relectura frente a un título del que en su momento inicial destacó ciertos pasajes que en la relectura le parecieron intrascendentes.
De esta manera, en este recopilatorio de ensayos, Vivian Gornick intenta transmitir el impacto de sus lecturas, los detalles que la hicieron identificarse con algunos personajes en ciertos momentos, y también con algunas escenas, pensamientos y lugares y cómo en la segunda o tercera visita a estos libros el hallazgo es totalmente diferente. Cuentas pendientes es un libro más emparentado con las reseñas; un libro que quiere dedicar a las personas que en algún momento de sus vidas se han interesado por las mismas lecturas que ella misma analiza y desgrana, pero que no contará con gran interés por parte de aquellos que no los tienen leídos o que por falta de afinidad han pasado al olvido paulatino.
Probablemente algunos lectores no encuentren Cuentas pendientes apabullante y echen un poco en falta, sobre todo si conocen a la autora, su talante revelador, mordaz y reflexivo. Tal vez esperen una suerte de novela de aprendizaje literario donde la autora vierta las reflexiones sobre su vida y evolución como eje central, y no las reseñas de otros libros.
En el “Prefacio”, de El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde afirma que: “Es al espectador, y no a la vida, a quien refleja realmente el arte”. La lectura de Cuentas pendientes afirma la importancia del espectador y la transformación que él tiene a través de los años y las experiencias a pesar de que los libros sean los mismos. La experiencia es diferente cada vez, pues el espectador cambia con el paso del tiempo.
El libro en inglés se titula Unfinished business: notes of a chronic re-reader. Pienso que la palabra “reincidente” del título en español: Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente no es la que mejor traduce a re-reader. El título en inglés otorga mayor conciencia de la relectura, no sólo del regreso a la misma cosa. Reincidir se refiere más a un error o una falta, y Vivian Gornick quiere decir lo contrario: regresar por gusto, por curiosidad, por hallar otra faceta de uno mismo, otro conocimiento o perspectiva, una búsqueda que transforma al lector gracias a la relectura.
Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente
Vivian Gornick
Traducción de Julia Osuna Aguilar
Editorial Sexto Piso, Primera edición, 2021
(Ciudad de México en 1985). Estudió la Literatura y Ciencias del Lenguaje en la Universidad del Claustro de Sor Juana, el Diplomado en Escritura Creativa en la misma institución, la Especialización en Literatura Mexicana del Siglo XX en la Unidad Azcapotzalco de la uamy la Maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Guanajuato.