Tres notas sobre pájaros

Diana del Ángel
Febrero-marzo de 2022

 

 

Cloud Study (1822), John Constable. (Imagen: Heritage Art / Heritage Images por Getty Images).


Nota medicinal

 

Reparar un ala rota es casi tan difícil como sanar una infancia miserable. Normalmente, se utilizan incrustaciones de placas de metal o tornillos; la desventaja es que cuando los pájaros vuelan se inclinan hacia el ala operada, por el peso de los injertos. Nuestro lado cojo siempre queda expuesto a pesar de las muchas terapias. En Irán, un grupo de cirujanos especialistas en aves descubrieron que es posible reparar las alas insertando pedacitos de huesos de ovejas[1] y de perros[2]. Aunque el procedimiento no es sencillo, es mucho más barato que otros y los huesos de mamíferos se adaptan muy bien a los del ovíparo, al grado de que pueden volar casi a la perfección. Todavía en fase experimental, una aplicación de esta técnica a la vida humana, podría contemplar injertos de huesos, piel y órganos para soldar los traumas del pasado. Unificación de las especies. Una forma del extractivismo llevada cuerpo adentro.


 

Tierra extraña: la separación: la suerte de la andariega

 

Entre más gris el pájaro, más colorido su canto. Mi abuela le contó a mi madre que al cuicatototl, grisáceo y pequeño, no lo dejaban entrar a la escuela del cielo porque era muy feíto. Pero él escuchó las clases desde afuera y así fue como se enseñó a cantar. Se le puede oír, en la región huasteca, a principios de marzo, desde que amanece hasta la tarde. Su canto pone fin al invierno. A mi abuela se lo contó su madre en náhuatl, ella se lo contó a su hija en nahuañol. Mi madre migró del nahua al español: sólo me queda una palabra del relato original: cuicatototl. Quizá reencuentre el camino de vuelta al ilhuikal para aprender los cantos primavera.


 

Nota sobre aves de corral

 

Uno de los sentidos más desarrollados en los ovíparos es la vista. Ojos cazadores por excelencia; difíciles de avistar, por complemento. Aunque sin alas, entre humanos también hay hombres de presa. En Colombia, según recuerda Edgar Barrero, había “pájaros azules”, mercenarios, cuyo legado es una imagen ritual que “consistía en abrir el vientre de las mujeres embarazadas, extraer salvajemente el feto, y colocar en su reemplazo a un gallo vivo.” En México, las falconiformes fueron usadas para referirse a los grupos de choque en la Guerra sucia. Es más fácil apodar el mal que nos habita con los nombres de los pájaros, como si la impiedad y la violencia solo fueran posibles en el mundo no humano. Rapaces desde el ojo hasta la médula.

 


[1]  A decir verdad son los restos de ovejas sacados de los mataderos.

[2] Usaron los cuerpos de perros que habían sido eutanizados, ya fuera por enfermedad o abandono.

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Diana del Ángel

Poeta, ensayista y defensora de derechos humanos. Ha sido becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas de 2010 a 2012 y del Fonca, en su programa de residencias artísticas. Obtuvo la primera residencia de creación literaria Fondo Ventura/ Almadía. Miembro del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea desde octubre del 2016. Desde 2002 hasta 2017, formó parte del taller “Poesía y silencio”. Ha publicado Vasija (2013), Procesos de la noche (2017), Barranca (2018) y artículos en diversas revistas y medios digitales. Colaboradora de la Enciclopedia de la Literatura en México. Algunas de sus traducciones del náhuatl al español han sido publicadas por la revista Fundación. Las antologías 9 poetas que le temen a los payasos (2016), Encuentro Nacional de Poetas Jóvenes. Ciudad de Morelia (2016, 2018) y Fuego de dos fraguas (2016) recogen parte de su trabajo. Es candidata a Doctora en Letras con la tesis Cuerpos centelleantes. La corporalidad en la obra poética en la obra de Rosario Castellanos, Enriqueta Ochoa y Margarita Michelena.