Cuántas veces llegaste siseando a la puerta
prometiendo las eras y las flores
trayendo al pórtico de la casa
la marea de lo insalvable
mientras yo me acodaba en la baranda
aguardando la anunciación
para adormirme en la cadencia que surgía
del desgranar interminable de tus historias
que si el mundo era un espejismo
y la planicie uno de sus desvelos
que si los arrecifes
que si la mar alada
y ante la tarde
se derruía el sueño
reverberando en nos
el siseo oculto bajo el volcán.
Mira lo que has hecho
Trenzadas traigo tus sajaduras
tres en el costado
y cuatro más en la entraña
Soy el rastro de tu morar
tu silba en páramo
tu no silencio
que me habita inquieto
para delinear lo marchito
¿he de ser yo el llanto?
porque en esta angostura
no cabe tu demasía
Anda
vete a esconder ahí detrás
a que Malcolm escriba de ti
o cáete astilla en el volcán
ni la hormiga
recibe del pulgar
tal presión
ni sabe de zarzas
o de latido
arrancados a pulso
de napalm
y a pesar
de que eres una putilla de rubor helado
aún sigues majando los talones
escondiendo la entrada de la lejanía
ni el puro sollozo
retrasó tu sentencia
¿cómo esquivar el trueque?
una cuchillada limpia
a cambio del primer retoño
y no hubo ángel que detuviera
el vuelo en picada de tu mano
y rompiste la cuerda de lo prístino
y quemaste los barcos de la Armada
y quedó una sandalia en medio del matojo
y no supieron cuándo ni por qué
pero el reporte decía “siete puñaladas”
ni una nota sobre la cizaña
ni un acorde en la tempestad
salvo la furia en reclamo
y la inmensa desesperación de Dios.