Miedo a dejar de escribir:
Un lugar seguro, de Olivia Teroba

Michelle Monter
Julio-agostode 2021

 

Pero, me diréis, le hemos pedido que nos hable de las mujeres y la novela.

¿Qué tiene esto que ver con una habitación propia?

VIRGINIA WOOLF

En un obvio guiño a Un cuarto propio (1928), de Virginia Woolf, una cuenta en Instagram llamada Habitaciones propias tiene por motivo registrar los lugares de trabajo doméstico de las mujeres. La dinámica de publicación es la siguiente: cada mujer toma una o varias fotos de su espacio y las envía con un pequeño texto en el cual hablan de cómo lo conformaron y qué significa para ellas tener un lugar propio. Contrario a lo que pudiera pensarse, no todas las imágenes corresponden con estudios con grandes libreros y escritorios de madera. Las habitaciones propias a veces son las cocinas, las recámaras, o simplemente la esquina donde cae el sol de la tarde. Es posible detectar una constante en los escritos, cada una nombra a ese espacio su habitación propia porque la han construido como un lugar seguro para ellas.

“¿Dónde está el punto de apoyo, ese lugar seguro desde donde puede partir la escritura? ¿Existen condiciones ideales para escribir?”, se pregunta Olivia Teroba en el ensayo que abre Un lugar seguro (Paraíso Perdido, 2019), el cual obtuvo el Premio Estatal de Ensayo “Emmanuel Carballo” 2018 en Tlaxcala. La ensayista aborda en sus textos, escritos desde la primera persona, las inquietudes que rodean al acto de escribir y a la escritura misma, incluida, por supuesto, la procrastinación. Todos hemos procrastinado alguna vez, esa rutina de merodear constantemente el trabajo pendiente, de sortearlo al crear nuevas e inútiles cosas que hacer, como lavar los trastes o quitar la telaraña que se cierne sobre el librero. Teroba escribe que la vida misma es una serie de procrastinaciones, una cadena de deberes que rodean lo verdaderamente importante.

La escritura de Teroba parece un híbrido entre la autobiografía y el ensayo porque ubica lo autorreferencial como articulación del texto. Esta escritura personalísima a ratos se acerca a la forma del diario, el cual se manifiesta por el lenguaje íntimo de la autora. Por ejemplo, en el ensayo “Desocuparse” el lector encontrará la pauta que rige a la autora: “es la narración personal, la historia que nos contamos a nosotros mismos, la que da un frágil sentido a todo”. Si bien el ensayo es empírico, en tanto ubica a la experiencia como materia de la escritura, la forma que propone la autora de Un lugar seguro es una en la que el “yo” prevalece dentro del texto. El lector se encuentra ante la vida de la autora, sus inseguridades, su familia, sus amigos, y sus obsesiones.

Como toda persona que se pregunta sobre sí misma, el origen es un tema latente en la obra de Teroba. Su lugar natal se encuentra bajo el signo de la traición, puesto que los tlaxcaltecas, uno de los pueblos nahuas del valle de México, han sido poseedores de una culpa histórica debido a su alianza con los españoles durante la Conquista, obviando el contexto social en el cual los mexicas eran el enemigo por vencer. En palabras de la ensayista, “Tlaxcala es mi madre guardando silencio. Tlaxcala es la mano de un hombre golpeando a mi madre. Tlaxcala es la cuna de la nación. Tlaxcala es la cuna de la trata de blancas. El lugar al que vuelvo cuando estoy triste. Y que casi siempre me deprime más”. Tlaxcala es el pasado de Teroba, quien, como los tlaxcaltecas antiguos, anda por donde quiere, pero siempre en búsqueda de un lugar seguro para asentarse y volver a empezar.

Tlaxcala también llevó a Teroba a conocer a Elena Garro, de “La culpa es de los tlaxcaltecas” a Andamos huyendo, Lola y, de ahí, a toda la obra de la escritora poblana. Gracias a esta derivación, “Presente simple” se alza como una rara avis en medio del registro íntimo de la autora. Este ensayo bien podría ser un estudio sobre Elena Garro pues profundiza en un aspecto de la narrativa garriana, su propuesta de un tiempo dislocado en el cual “todos los tiempos son el mismo tiempo”. La ensayista hilvana los aspectos de la vida con los temas y las formas de la obra de Garro, pero advierte que no es para proponer una lectura en clave biográfica, sino para entenderla “como un testimonio que utiliza la ficción como herramienta, para conducirnos a través de las experiencias desoladoras de la paranoia, el miedo y la exclusión social”. Con este ensayo, Teroba se une a escritoras como Lucía Melgar y Liliana Pedroza, cuyos libros y textos han contribuido a la revaloración de las letras y la figura de Elena Garro.

Algo fundamental en la escritura ensayística de Teroba es que no cubre con artificios su lugar de enunciación. Desde el primer ensayo la autora escribe que no busca una literatura femenina, no obstante, se reconoce como una mujer que escribe y que, por tanto, se encuentra inmersa en una estructura patriarcal. Así, el hilo conductor de los ensayos es la condición de mujer de la autora, la cual la sitúa en contextos y relaciones de poder que influyen en su propuesta literaria. Por ejemplo, en “No viajaban solas”, Teroba recupera la historia de Marina Menegazzo y María José Coni, viajeras que fueron asesinadas en Ecuador. La noticia de su asesinato fue recibida en los medios con el típico cuestionamiento que culpabiliza a las víctimas, “¿Por qué viajaban solas?” Pero Marina y María José estaban juntas. La ensayista utiliza este hecho para escribir acerca de la amistad entre mujeres, para lo cual recupera su experiencia en Lima durante un viaje de mochilera en el que convivió con tres mujeres por varias semanas. Por último, integra una reflexión de Joahana Hedva, en la cual declara que la protesta más anticapitalista es la política de cuidado, el cuidar de otras como de una misma.

Dentro del abanico de temas que aborda la autora, el más evidente es el miedo. Ser mujer y residir en México son dos factores que afectan la manera en que vivimos. Teroba tiene razón al indicar que por más que la vida sea terrible, no podemos vivir con miedo, aunque su mayor miedo sea olvidar lo que es importante y dejar de escribir. Tal vez por esto dedica su último ensayo al tema de la espiritualidad, pero deja en claro que ella no profesa ninguna religión, aunque se reserva para el final de Un lugar seguro una rotunda acción de gracias: “Agradezco estar viva, aunque el cuerpo me duela. Agradezco que un día más me haya librado de todo mal. Agradezco escribir”.

Un lugar seguro

Olivia Teroba

Guadalajara, Paraíso Perdido, 2019, 72 pp.

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Michelle Monter

(Monterrey, 1993)

Traductora, editora y escritora. Egresada de Ciencias del Lenguaje de la uanl, es Especialista en Literatura Mexicana del Siglo xx y Maestra en Literatura Mexicana Contemporánea por la unidad Azcapotzalco de la uam. Su trabajo se encuentra publicado en medios como Nexos, La Tempestad, y Este País.