Melancolía de la escritura
Poeta chileno, de Alejandro Zambra

José Antonio Gaar
Noviembre-diciembre de 2020

 

 

En 2013, Ámsterdam le concedió el Premio Príncipe Claus a Alejandro Zambra por el conjunto de su obra, una obra que apenas incluía tres volúmenes: Bonsái, La vida privada de los árboles y Formas de volver a casa. Se trata de un premio que han ganado pocos y no siempre escritores. Si así fue hace siete años, ¿quién será el primero en otorgarle otro de esos galardones, luego de la aparición de sus ensayos, No leer; los cuentos excelentes en Mis documentos; su adelantado texto Facsímil (parecido a lo que proponen Maggie Nelson o Susan Howe); su antología personal, Tema libre; y ahora la mejor de sus novelas: Poeta chileno? De verdad me lo pregunto.

Poeta chileno es uno de esos libros que de inmediato uno nota será leído como manifiesto generacional. Rodrigo Fresán, incluso, escribió uno de esos chistes malos que terminan por ser reveladores: “Poeta chileno debió llamarse Los detectives domésticos”. Porque, en efecto, cualquiera que lea la novela de Alejandro Zambra, y haya leído la novela de Roberto Bolaño, se dará cuenta que Poeta chileno es el lado B de Los detectives salvajes.

Alejandro Zambra (Santiago, 1975), en esta novela, como si pusiera de manifiesto el siguiente verso de Raúl Zurita: “sólo para que tú lo escuches Chile se levanta”, narra la historia de un lugar mítico, un país lleno de poetas, al que no le importa mucho nunca haber ganado un mundial de futbol porque sabe que ha ganado dos veces el mundial de la literatura; una historia que nos cuenta cómo es el origen, la transformación y la caída de todo poeta chileno que ha querido serlo.

De nuevo, los tópicos que el escritor chileno mostró, desde el inicio, en su universo literario, aparecen. Otra vez, un joven escritor se enamora de una mujer, años después de volver a encontrarse, y se hace cargo del hijo de ella. Otra vez la alegría amuebla los días en casa, tan vertiginosamente como termina. Otra vez el poeta chileno trabaja dos o tres jornadas como profesor de literatura, como telefonista, como siempre ha trabajado el alter ego de Zambra en sus novelas. Pero hay un cambio importante: el narrador ya no aparece tan ingenuo —como en Bonsái o La vida privada de los árboles—, se presenta más frío, más maduro, y ahí donde jugaba a ser un padrastro ausente, más bien ajeno, ahora se toma el papel de que “ser padre consiste en dejarse ganar hasta el día en que la derrota sea verdadera”.

Poeta chileno está compuesta de varias tramas. Primero tenemos la historia de Gonzalo, el poeta chileno que se pregunta todo el tiempo cómo escribir poesía, y que en algún momento lo consigue. Gonzalo publica su primer y único libro y lo deposita en una librería de culto, donde pasará toda una década sin ser leído, hasta que su hijastro, Vicente, lo rescate del olvido. Luego se sucede esa historia, la historia de Vicente. Vicente, el lector de poesía insaciable, que creció durante un par de años bajo la tutela de Gonzalo, decide ser un escritor. Comienza a escribir poesía y por él nos enteramos quiénes son los poetas consagrados, los poetas primerizos, los buenos, los malos y los inmortales. Y es por eso que en algún momento Vicente se convierte en el guía espiritual de Pru.

Pru es la tercera historia de esta novela. Pru es el personaje aventurero. Pru es la periodista neoyorquina, la única detective salvaje en esta historia, que va en búsqueda de la literatura —de cómo es que se hace y se vive la literatura— en el corazón mismo de Santiago. Y esta es la historia que vuelve entrañable a la novela.

La parte de Pru es excepcional. Se le ha encomendado escribir un artículo sobre la situación de la poesía chilena actual y todos los poetas pelean por ser el eje rector de ese manuscrito, apenas se enteran. La revista sólo cuenta con algunos lectores, pero no importa. Lo que interesa es que ese texto será publicado en Nueva York, y de pronto surgen toda clase de poetas: poetas-críticos, poetas-editores, poetas-libreros, poetas-profesores, poetas-periodistas, poetas-narradores, dispuestos todos a colaborar. Una parodia de esa idea sobre Chile como corazón de la poesía, es cierto, pero que también critica a los poetas latinoamericanos, preocupados por su imagen, por jactarse de ser mejores, que lo mismo organizan ingenuos performances de protesta (o a favor de la poesía), que un concurso para que mujeres les envíen fotos de sus cuerpos desnudos.

Siempre me ha parecido verdaderamente extraño cuando la crítica dice “ha demostrado ser un escritor”, “por fin alcanzó la meta máxima” o “Alejandro Zambra vuelve en grande a la novela”. ¿Por haber escrito algo más de doscientas páginas? Como si Zambra no hubiese escrito ya tres grandes ejemplares, o si la grandeza se midiese en número de caracteres. Pero tiene razón ese último cintillo que acompaña a Poeta chileno porque Zambra volvió en grande a la novela, con una obra que combina cada una de las tramas de manera perfecta. Una novela sobre mujeres y hombres que juegan todo el tiempo a ser escritores, que merodean por los callejones del mito poético chileno, y que de alguna manera el lector llega a creerse, gracias a todos los poemas que acompañan a la narración a manera de escenografía.

Poeta chileno muestra la melancolía de la escritura, donde el mundo de la literatura “es un mundo mejor. Un poco. Es un mundo más genuino. Menos fome. Menos triste. O sea, Chile es clasista, machista, rígido. Pero el mundo de los poetas es un poco menos clasista. Solo un poco. Por último creen en el talento, tal vez creen demasiado en el talento. En la comunidad. No sé, son más libres, menos cuicos. Se mezclan más... Es un mundo mejor”. Y es una novela que se disfruta, inteligente y graciosa, de madres e hijos, de padrastros e hijastros, donde si todo sale mal, porque todo en algún momento sale mal, siempre habrá un libro a la mano.

Alejandro Zambra

Poeta chileno

Barcelona, Anagrama, 2020, 422 pp.

 
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José Antonio Gaar

(1991). Es periodista y locutor en Radiotelevisión de Veracruz (RTV) y profesor de Historia del Arte en la Universidad Veracruzana.


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