Responsabilidad y disidencia
Entrevista a Minerva Cuevas

Virginia Negro
Enero-febrero de 2021

 

 

Del Montte - Bananeras, 2003. Pintura en la pared, serigrafía, dos palmeras de plástico, cuatro racimos de plátanos de plástico, paja. Dimensiones variables. Vista de la instalación Liverpool Biennial: Rethinking Trade, Reino Unido, 2010

En la esquina de la calle Bolivia y Brasil, un detalle dorado se destaca entre el yeso blanco, el rostro antropomórfico de una criatura oscura. Miro por la puerta de hierro forjado y luego dentro: una composición de azulejos árabes. Subo las escaleras, miro hacia arriba, techos infinitos, y veo a Minerva abriendo su puerta gris. Este edificio es excepcionalmente precioso, y en el estudio de esta artista mexicana la luz es tal que tenemos que cerrar algunas persianas para poder ver la pantalla de la computadora. Minerva inmediatamente me muestra algunas de sus obras, sin orden cronológico, pero después de este par de horas juntas podré ver claramente el rumbo de su camino. Les anticipo: Minerva es una artista mexicana ecologista. Por ende, la dirección teórica recurrente es la ecología política, pero nunca expresada mediante mismo lenguaje. Minerva cuenta el medio ambiente, nos muestra los efectos de la intervención humana sobre él y el cambio que ésta impone, con todas las consecuencias del caso. Otra característica evidente es la pasión por los referentes histórico-semióticos: ser espectador de la obra de Minerva es una hazaña que requiere atención, voluntad de activar el rizoma del signo y cierta enciclopedia de referencia para poder hacerlo eficazmente. No es un arte para cerebros aburridos: es un arte interpretativo.

Minerva es una artista contemporánea mexicana, con raíces en Oaxaca, tierra de Francisco Toledo, reconocida internacionalmente. Su exposición Disidencia se mostró recientemente en Mishkin Gallery de Nueva York con una serie de videoinstalaciones que dialogan directamente sobre las consecuencias de las ideologías económicas dominantes y los problemas globales, ecológicos y sociales. Minerva en esta serie de obras trata situaciones como el cambio climático y lo escenifica en el arrecife mesoamericano con una manifestación submarina, la globalización empresarial de Estados Unidos y un video a modo de cartografía de disidencias y resistencias en la Ciudad de México. Minerva Cuevas utiliza toda la gama de medios (pintura, video, fotografía, escultura e instalación) para investigar las relaciones políticas y de poder que impregnan los lazos sociales y económicos.

 

¿Qué significa ser mujer artista hoy en un país como México?

Creo que puede significar cosas muy diversas, así como la lucha de las mujeres es muy diversa y no siempre ubicada en el feminismo. Ante todo, en mi caso —supongo— involucra una responsabilidad. En algunas de mis obras pueden estar presentes reflexiones en torno al género como en uno de mis primeros videos: Drunker (1995), en el que me grabo por unas horas bebiendo tequila y escribiendo frases condicionantes. Esa obra, aunque centrada en un elemento performativo, yo la entiendo como un ejercicio escultórico en el que el material, lo físico, es evidentemente mi persona.

 

¿De dónde proceden tus obras?

De la investigación, sobre todo la investigación de contextos y la respuesta a las estructuras económicas y sociales. El desarrollo de una exposición individual de hace unos años en torno al concepto de “valor” involucró estudiar la función del cacao como moneda en la época prehispánica; comencé a investigar la situación actual del chocolate en México. Durante el proceso de producción, se hicieron evidentes conflictos e intereses comerciales en la industria del cacao, como la falta de infraestructura local para su procesamiento. Las plantaciones originales cubrían desde el sur de México hasta Venezuela: un área rica en petróleo y donde las presiones económicas obligaron a los trabajadores a abandonar los campos de cacao para dedicarse a pozos y oleoductos.

 

En 2015 tu obra expuesta en la galería Kurimanzutto giraba en torno al chocolate, con esculturas de huesos humanos recubiertos de cacao. El cuerpo es fundamental para tus obras.

Quería vincular la investigación sobre el cacao como recurso natural con los procesos del colonialismo y el caníbal, un concepto explotado por los colonos europeos. Cualquiera que fuera el otro, feo o diferente, era considerado caníbal y merecía ser civilizado y conquistado. Una obra, Tzompantli, es una serie de orejas hechas con cacao mexicano. Elegí las orejas porque tenían una connotación simbólica en la época prehispánica: estaban conectadas al valor, a la persona y al sacrificio. Usé chocolate mexicano, que es muy difícil de encontrar ahora porque todo se exporta a Bélgica y Suiza. La industria del chocolate mexicana utiliza chocolate africano para uso doméstico porque es mucho más barato: lo que demuestra cómo el colonialismo continúa en otras formas sutiles.


Volviendo al petróleo, que también es el protagonista de las obras expuestas este marzo en el Jeu de Paume de París: Hidrocarburos.

Sí, la serie Hidrocarburos son piezas en las que el material principal es el chapopote, palabra náhuatl de uso común en México, utilizada desde la antigüedad para referirse al petróleo crudo. Algunas obras aluden a derrames de petróleo, y son pinturas y objetos empapados en petróleo. Investigué de qué modo los mayas utilizaban el petróleo. Generalmente era usado para impermeabilizar y para empastes dentales, pero también recubrían esculturas. Las dos obras seleccionadas para la exposición que finalizó a finales de febrero pertenecen a esta serie. Una es una lata de la corporación Shell, una de las mayores multinacionales distribuidora de lubricantes y subproductos petroquímicos a nivel mundial. Sumergí una lata con el logo de Shell. Esta obra se mostró junto con un paisaje marino también intervenido con alquitrán, aludiendo a los desastres petroleros.

 

Tu hilo rojo parece ser el activismo y el arte crítico: ¿qué futuro tiene esta producción disidente?

Yo creo que hay diferencias muy marcadas entre arte y activismo, pero en ese sentido Disidencia es un proyecto permanente e itinerante, es una cartografía de los signos de resistencia que he vivido y encontrado en la Ciudad de México. Otros proyectos tienen referencias políticas y sociales muy directas como el logo modificado de Del Monte, homofonía con Efraín Ríos Montt, el dictador guatemalteco, país donde la empresa agroalimentaria estadounidense poseía el 40 por ciento de la industria nacional. Otra obra tuvo lugar en el Río Bravo, en la frontera norte de México con Estados Unidos. Crucé el río del lado de Texas a México marcando las rocas con pintura de cal blanca. Finalmente es una obra que evidencia un muro imposible. Basta con mirar la frontera, un desierto de miles de kilómetros, casi tan ancho como toda Europa. Cruce del Río Bravo celebra el acto disidente de caminar y la imposibilidad de bloquear ese ecosistema.

 

¿Cuáles son los pasos por venir?

Quiero continuar investigando sobre la migración animal en la frontera para una exposición en Rubin Gallery, en El Paso, Texas. También vienen nuevos proyectos de murales para museos en Seúl y Alemania. Mientras tanto está la exposición TITAN en las calles de Nueva York interviniendo los teléfonos públicos con gráficos asociados al entorno digital como “memes” de la vida real que pretenden ser una reflexión a la crisis contemporánea pero cargada de humor.

 

Cuevas percibe los memes como un reflejo de la sociedad y como un lenguaje cultural sin filtros que se asemeja al graffiti y al arte callejero. Para esta intervención pública, TITAN, Cuevas llena el espacio esquelético de una comunicación ya anticuada, las de las cabinas telefónicas, con este lenguaje digital contemporáneo y revela la irrelevancia de la cabina telefónica para la comunicación urbana actual en la era de los teléfonos inteligentes personales, así como los cambios en el vocabulario visual de una cultura globalizada. Cuevas utiliza las tácticas compartidas por memes y la publicidad, es decir, subvirtiendo elementos estéticos con un texto irónico. Al utilizar el andamiaje histórico de las comunicaciones impresas, Cuevas promulga un ejemplo de cultura visual que reconoce el panorama emocional, en su mayoría inexplorado, detrás de las redes sociales y el auge de la cultura de Internet.

Una vez más la artista mira a la ecología: las opiniones actuales de Cuevas sobre el medio ambiente se reflejan en las imágenes pegadas en las cabinas: animales expresivos, como un gorila pensativo o un gato gruñón. Animales que trascienden la política de identidad humana, como nos cuenta la artista: “el meme viral replica la selección natural” en el sentido de que lo más divertido se convierte en lo más frecuente. Los memes actúan como la antítesis de la industria publicitaria fija y egoísta centrada en controlar un mensaje único. Establecen una expectativa de cambio constante, sin ataduras a su origen, a medida que mutan y se propagan. Un meme bien elaborado tiene el potencial de ser explosivo y viral, como el Covid y las condiciones actuales de la vida cotidiana.

Dodgem Esso, 2000. Coche Acqua dodgem etiquetado con el logo de Esso, 216 x 196 x 116 cm. Vista de la instalación Minerva Cuevas, Museo de la Ciudad de México, 2012

Seascape (de la serie de hidrocarburos), 2012. Óleo sobre tabla de madera comprimida recubierta de chapopote, 102 x 92.5 cm. Vista de la instalación Minerva Cuevas, Museo de la Ciudad de México, 2012

State, 2007, Pintura mural, pintura acrílica blanca. Dimensiones variables. Vista de la instalación Minerva Cuevas, Museo de la Ciudad de México, 2012

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Virginia Negro

(Italia, 1985). Periodista, investigadora y académica. Se licenció en Comunicación en las universidades de Bologna y París. Ha realizado trabajos de investigación en España, Polonia, Argentina y México. Actualmente estudia el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la unam. Es colaboradora de medios como La Reppublica y Milenio Diario, entre otros.


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