La ciudad que se renueva excluyendo: discursos, inversión y despojo en el centro de Tijuana

Lorenia Urbalejo Castorena
ágora
diciembre 2025 - enero 2026

 

 

Fotografía: Wikimedia Commons.

 

Las ciudades de Baja California, en el norte de México, fundadas a finales del siglo xix y principios del siglo xx, comparten una característica común: el emplazamiento de un discurso que reconoce a ciertos grupos vinculados con líderes empresariales como los verdaderos “nativos” o fundadores, quienes detentan los valores morales de lo que significa ser del lugar. En sus inicios, el desarrollo económico —de corte capitalista— fue lento y concentrado en pequeñas empresas. Sería hasta la inversión de compañías extranjeras (principalmente durante el gobierno de Porfirio Díaz) cuando las ciudades comenzarían a despuntar. Empezarían a modificar así su dinámica espacial al pasar de pequeñas aldeas o vecindades, en palabras de la historiadora Maricela González,[1] a núcleos urbanos en consolidación. Este proceso estuvo ligado también al aumento de población que arribó para emplearse en actividades agrícolas y de servicios, principalmente.

El espacio geográfico donde los llamados “hacedores bajacalifornianos” emprendieron sus negocios se presentaba ante los inversionistas como vacío y susceptible de “florecer”, ocultando así la presencia de la población humana nativa, que desde siglos atrás habitaba las regiones hoy delimitadas como Baja California y Sonora en México, y California y Arizona en Estados Unidos. Desde entonces, el despojo territorial ha sido constante, al amparo de proyectos nacionales como el reparto ejidal, o de iniciativas productivas como la Ruta del Vino, entre otros. Con el crecimiento de las ciudades se agudizaron las desigualdades y se afianzaron mecanismos de exclusión que conservan la idea de que existe un perfil de población legítima para ocupar ciertos espacios. No obstante, quienes concentraban el mayor capital económico no se establecieron en los centros urbanos, sino en zonas aledañas. Conforme estos centros fueron cambiando su vocación —de administrativa a turística (de consumo y médica) o residencial—, se revalorizaron como generadores de riqueza y símbolos de identidad cultural y de imagen urbana. Se les comenzó a conocer como "las puertas" de México, es decir, el punto de entrada y primera referencia para quienes cruzan desde Estados Unidos.

En ese marco, autoridades y empresarios emprendieron una limpieza estética y social de estas zonas. Las ciudades fronterizas disputaron entonces el espacio del tránsito cercano a los cruces internacionales. Paradójicamente, esa condición fue una de las razones por las cuales las élites no se establecieron ahí, ya que se asociaba el entorno con la inestabilidad. En el caso de Tijuana, particularmente por el número de personas en movilidad que recibe, la infraestructura de la Delegación Centro se reconstruyó para brindar apoyo. Esta dinámica, en ocasiones, ha convulsionado, generado tensiones y un aumento de la población en situación de calle.

Concentrándonos en Tijuana, la ciudad más poblada del estado, una de las particularidades de su zona centro, y especialmente de la Avenida Revolución, fue que, durante décadas, su principal turismo provenía de Estados Unidos. Se trataba de visitas cortas, a veces de apenas unas horas, herencia de su llamada “leyenda negra”: durante la prohibición del consumo de alcohol en Estados Unidos (1920-1933) se viajaba a Tijuana para realizar todo tipo de consumo. A esta vida nocturna se sumaron los sectores populares, entre ellos las y los trabajadores de la maquila.

Es desde hace dos décadas, aproximadamente, que la zona centro se ha transformado por diversos factores. En 2006 comenzaron a abrirse bares con estilos distintos a los tradicionales salones de baile y cantinas, atrayendo a un nuevo perfil de visitantes y consumidores. De manera progresiva, se impulsó una revitalización local, inicialmente concentrada en la Calle Sexta. Este proceso se intensificó en 2018, cuando la administración municipal invirtió 21 millones de pesos en el programa “Mejoramiento de Imagen Urbana y Equipamiento Turístico”, lo que reconfiguró la Avenida Revolución: cambió sus fachadas, giros comerciales y vocación, convirtiéndola en “la calle de los festivales” del vino, de la paella, del jazz, de la ensalada César, entre otros, eventos que requieren un gasto elevado y no convocan al público tradicional del centro.

A esa “mejora” se superpusieron otras coyunturas, como los efectos de la crisis financiera de Estados Unidos provocada por las hipotecas subprime en 2008. Una vez recuperada la estabilidad y con el incremento de los precios de arrendamiento en ese país, muchas personas estadounidenses (anglos y latinas) vieron en Tijuana una alternativa de vivienda más accesible. Algunos, como James, originario de California y residente previo de Tailandia, nunca habían visitado la ciudad, pero consideró que con su sueldo podría llevar una mejor vida en México. Este fenómeno generó una
nueva oleada de trabajadores y trabajadoras transfronterizas con características poco comunes hasta entonces. Entre sus consecuencias destacaron la reconversión del mercado inmobiliario y el aumento del tráfico, especialmente en las filas del cruce internacional. Esa dinámica se articuló con las transformaciones arquitectónicas y comerciales que ya se gestaban en el centro. El tema de la vivienda fue uno de los más afectados: las rentas aumentaron y se generalizó el cobro en dólares, generando un efecto expansivo hacia las periferias, como la zona este, donde se concentra la mayor parte de los fraccionamientos de interés social. Las rentas llegaron a triplicarse.

En este contexto, surgieron proyectos como los del Grupo Cosmopolitan, una desarrolladora inmobiliaria liderada por un empresario local que declara como misión: “Creamos espacios para nuestra comunidad, con un estilo único y diseños innovadores, enfocados en superar las expectativas de nuestros clientes y maximizando la rentabilidad de los accionistas, combinando experiencia y diseños únicos en el desarrollo de cada uno de nuestros proyectos”.[2] Entre sus proyectos se encuentran Torre Cosmopolitan, Distrito Revolución, Esquina Sara, SIE7E, Eazy Living,
Eazy Workspace, Loft Revolución, Ruelle y Norte at Sie7. Todos ofrecen diversas formas de “vivir”; por ejemplo, Eazy Living se promueve como un espacio con “sentido de comunidad”, que incluye renta, mobiliario y servicios en un solo pago, además de ser pet friendly. El principal atractivo de estos desarrollos es su cercanía con la garita internacional hacia el condado de San Diego, California.

No obstante, el centro de Tijuana, desde una política patrimonial, no puede ser considerado “histórico”, aunque discursivamente se utiliza esa etiqueta para justificar las intervenciones urbanas. En 2018, el entonces secretario de Turismo de Baja California, Óscar Escobedo, declaró: “Los centros históricos o cascos viejos de las ciudades narran la vida de los pueblos, así como quiénes somos y hacia dónde vamos. Se veía reflejado un abandono en la zona y, para rescatarla, se tomaron en cuenta acciones promovidas por la universidad y la iniciativa privada.”[3] Sin embargo, esta afirmación resulta poco consecuente con la realidad: el centro se ha mantenido dinámico, transitado y habitado, aunque no por el perfil de población que se busca promover: personas extranjeras, preferentemente con empleo en Estados Unidos, o visitantes con alto poder adquisitivo.

Lo que sucede en la zona centro no se disputa abiertamente, pero refuerza un proceso histórico de exclusión mantenido desde la fundación de la ciudad. Se hace explícito a quiénes las y los inversionistas y las autoridades consideran legítimos para habitar y ocupar el espacio público, mientras quienes han sido expulsados, ya sea porque no pueden acceder a una vivienda o porque no son el público deseado, continúan haciendo ciudad desde sus propios medios, cuidando de sí y resistiendo. La continuidad de este cambio en la estructura urbana favorece a quienes “sí son bienvenidos”, y las recientes declaraciones de la gobernadora de Baja California al inaugurar el nuevo andador de la Avenida Revolución el 10 de octubre de 2025, sintetiza las jerarquías morales proyectadas en la renovación del centro: “Esto es lo que merece Tijuana. Estos espacios son Tijuana y lo que representa: sus comerciantes, sus ciudadanos y la cultura como herramienta de transformación”.[4]


[1] Marisela González, “Organización del naciente Estado revolucionario y su relación con los empresarios en el Distrito Norte de la Baja California. 1900-1920” en David Piñera y Jorge Carrillo, Baja California a 100 años de la Revolución Mexicana: 1910-2010, EL COLEF, UABC, 2010, p. 54.

[2] En línea en: https://cosmopolitangroup.mx/quienes-somos/ [Consultado el 10 de noviembre de 2025].

[3] José Sánchez, en San Diego Red, “Lista rehabilitación de la Calle Sexta aunque continúan remodelaciones de fachadas”, disponible en línea en: https://www.sandiegored.com/mexico/baja-california/tijuana/lista-rehabilitacion-calle-sexta-aunque-continuan-remodelaciones-fachadas/

[4] BCTneus, disponible en línea en: https://bctneus.mx/Noticia/BC/29052/InauguraBurgue%C3%B1o-juntoa-Gobernadora-el-andador-de-Avenida-Revoluci%C3%B3n/

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Lorenia Urbalejo Castorena

Académica de la frontera norte de México, es investigadora del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, de la uabc, sus intereses en la investigación son el análisis del espacio urbano, frontera, etnicidades y juventud.