Vistas de la presentación del proyecto de escritura expandida Picnic frente al abismo, Teatro Casa de la Paz.
Fotografías: Mauricio Tapia.
Escribir sobre Picnic frente al abismo es hablar de un pulpo escritural, de un proyecto de investigación y ficción que se despliega en varios textos, en un intento por esbozar una perspectiva performática y performativa del tiempo y la ficción. El proyecto toma de aliados a varios creadores y escritores; los textos de ficción de otros y otras ayudaron a zurcir tiempo y abismos. El proyecto editorial producido por la editorial Vanilla Planifolia, Rodrigo Fernández de Gortari y Leonardo Vázquez, apoyados por la Secretaría de Cultura de México, fue la primera materialidad de dicha escritura, junto con la colaboración del Centro Cultural y Académico Teatro Casa de la Paz en el mes de julio. La intención era poder desplegar nuevas capas de cuerpos que devienen voz, cuerpo videado, cíborgs, avatares, espectadores y nuevas escrituras que van apareciendo a partir de este primer lance. La primer “boya” a la que se aferra Picnic frente al abismo para comenzar a tejer una escritura expandida sobre ficción y temporalidad fue el pensamiento de Mark Fisher. El autor inglés en una entrevista habla sobre la nostalgia del futuro:
Creo que el concepto de “nostalgia del futuro” ilustra en parte una de las paradojas que intento transmitir en el libro; por ejemplo, a menudo se acusa a la música hauntológica de ser nostálgica. Hasta cierto punto es cierto, pero la cuestión es: “¿Nostálgica comparada con qué?”. Es decir, toda la escena musical del siglo XXI podría describirse como nostálgica: ¿dónde está el sentido del futuro ahora? Hoy, si le preguntas a la gente qué es “música futurista”, responderían que la música electrónica de los noventa, o incluso Kraftwerk, y cosas así. En cierto modo, todavía dependemos de un futuro antiguo.[1]
Efectivamente, pensar en este futuro antiguo fue un comienzo para la creación de este libro, de estos libros. En otro texto de Ursula K. Le Guin, una frase fantástica posibilitó lanzarse a este experimento: “descubrir algo es hacerlo”. Es lo contrario al pensamiento que parte de la idea de que la pieza de arte está ahí para ser descubierta. La escritura de esta investigación parte de una pregunta: ¿Cómo se construye la ficción hoy? ¿Qué relación hay entre la percepción de la temporalidad actualmente y la noción de ficción y picnolepsia, disociación, montaje, huída, velocidad?
La idea es que la investigación no sólo se aproxime desde el argumento lógico. Hay que poner el cuerpo en ello. Así, a partir de esta idea de descubrir es hacer, las escrituras comienzan a desplegarse sin disponer de una argumentación a priori entre los conceptos y la narrativa.
Después de dos años de investigar, reescribir, borrar y seguir escribiendo, el tiempo en el texto seguía en movimiento por lo que tuvimos que fijar mediante la publicación un primer planteamiento. Esta publicación de tres libros dispone en una estructura tentacular un caleidoscopio de visiones sobre ficción y temporalidad; donde lectores y espectadores pueden apropiarse de algunos conceptos como zurcir el abismo, la idea de montaje narrativo como percepción temporal, y la fantástica posibilidad de expandir la experiencia del cuerpo mediante la ficción y la autoficción en su propia escritura. Durante los tres días en los que se llevó a cabo este despliegue con el cobijo del Centro Cultural y Académico Teatro Casa de la Paz, pudimos comprobar que en la colaboración con otros y otras artistas se seguían creando nuevos abismos.
Esta estructura expandida quizá no se comprenda sólo racionalmente, si no bien se sienta al tiempo que se reflexiona: se encarna, se introyecta. Dice Le Guin al final de su texto: “Para encontrar un mundo, tal vez tienes que haber perdido uno. O tal vez tienes que estar perdido”.[2] Quizá este sea el punto de partida y llegada (porque no hay llegada ni final en estos libros) de Picnic frente al abismo.
En las distintas posibilidades ficcionales que abre este texto, como bien apuntó Artemisa Téllez en la presentación del primer libro, este desplazamiento en movimiento de la posibilidad ficcional hace aparecer no sólo un mundo, sino múltiples. Como una bahía frente a un abismo, se recorren reflexiones, viajes, crónicas y ficciones que cruzan anécdotas y deseos de haber vivido otros mundos, otros viajes, otros momentos amorosos, en otras ficciones. Para Francisco Arrieta el texto se relaciona también a cómo soñamos esa realidad posible. ¿Qué sueña Fernanda?, me pregunto.
Esos sueños sueñan un posible entorno de unos seres junto a otros y sus tecnologías que se configura de Realismo Capitalista y muchas otras entrevistas. Textos de Mark Fisher, junto con Donna Haraway, Le Guin, y otras feministas y artistas poshumanas, están articulando un territorio distinto desde dónde configurar la relación del cuerpo con el espacio, el tiempo y la ficción. Desde esos marcos de referencia, me di a la tarea de vincularme con espacios y cuerpos, amigos y personas, objetos y recuerdos, cuentos y novelas, pensamientos y encuentros desde la experiencia de retornar o de imaginar nuevos giros espaciales y temporales. Es así que se configuraron los tres libros.
En el segundo libro: Cuerpos como tiempo, se abrió un espacio colectivo entre Katy Bustillos, Marcia Césped y yo. Ahí exploramos la relación con el padre, la ausencia y las marcas quizá no sanadas del tiempo en esos cuerpos que lastiman y son lastimados. Ese asumir un rencor fragmentado y polifónico que después montamos como lectura dramatizada con Mai Ellisalt, La Virgen del Escándalo y Iankarla Castillo. En la puesta en voz de este texto me parece que tanto el público como las autoras y las actrices descubrimos el subtexto en ese movimiento de voces y sentires.
La pregunta poética o lo que nos lleva a seguir creando escrituras y piezas no es si nos bañamos en el mismo río o no. Sabemos que no, sino, ¿cómo nos bañamos y qué experiencia escritural tenemos de ello?, ¿cómo es una escritura en movimiento?
Así, en las escrituras que aparecen y en las piezas digitales, transmediales y performáticas que se presentaron en el tercer día del Congreso Internacional de Abismos apareció una materialidad posible de activar el presente. Aparecieron en las piezas presentadas por Bruno Paredes, Sofía Cruz, Gabriela Ottogalli, Guillermo Navarro, Gibrán Portela, Andrés Gordillo, Helena Hernández, Clutch y la compañía Gorguz Teatro otras orillas que enfrentaban el abismo, el propio y el ajeno, como momentos de conciencia del sí mismo. De esa posibilidad de ser más que lo que sabemos o pensamos que somos, para reencontrar, en un movimiento hauntológico un presente que es un futuro que no articula un fin sino un espacio temporal para ser más sí mismo y otro, menos que un fin o pensamiento determinado: pensamiento en devenir, poético y poiético que transita la temporalidad desde sentires y cuerpos más que de lógicas fijas, y por tanto también de memorias inexploradas que se proyectan como posibles espacios para hacer aparecer, hacer: la ficción como poiesis del tiempo no ubicado.
El desarrollo del proyecto ha sido como la misma estructura propone: un ir y venir, una dificultad para fijarse, para decidir cómo serían esos libros, cuántos, de qué color, cómo se llamaría el proyecto. Tanto los títulos como la configuración del estilo fueron apareciendo, que en Bolivia tengan otra caja, otra forma, que devengan otra publicación con otros isbn, como si la identidad del libro no pudiera fijarse tampoco.
En la dificultad aparece justo ese movimiento picnoléptico, donde hay que seguir zurciendo. En esta imposibilidad ha aparecido, desde mi punto de vista, el valor del libro. Para que los otros y otras escriban sus propios abismos tendrán que sentir esa vulnerabilidad y vergüenza que habita esta escritura. Esa pregunta a su posible existencia y autorización. ¿Quién me permite escribir eso que escribo y de la forma en la que lo hago? ¿Estoy encontrando lo que ya se encontró hace mucho? ¿Por qué no tomo en cuenta la historia de la filosofía y el pensamiento árabe, medieval, griego? ¿Por qué volver a comprobar en el presente con la propia experiencia e imaginación eso que las tradiciones religiosas, literarias y filosóficas ya han deconstruido y trabajado por siglos? Mi respuesta es: por necesidad, como en este principio de “nadie experimenta en cabeza ajena”.
Y ahí quizá esté la clave de este proyecto y de por qué la experiencia desde el cuerpo en el espacio tiempo se hace fluida y desbordante. Así en el Congreso Internacional de Abismo presentado en el Teatro Casa de la Paz ese 26 de julio (por cierto, días “fuera del tiempo” según los mayas) encontramos ese desborde de perspectivas poéticas, donde otros y otras propusieron, desde distintas artes y materialidades, sus propios abismos; unos contemporáneos que rebozan y encuentran aquellas huellas del futuro en pasados y presentes inasibles, dolorosos pero también arriesgados en donde aparece esa perspectiva singular de cómo cada persona construye su propia relación picnoléptica, es decir, como un montaje de tiempos de aquello que creen los configura, aunque sea por aproximación.
[1] Entrevista realizada a Mark Fisher por Valerio Mannucci y Valerio Mattioli, 2014. https://my-blackout.com/2019/04/26/ mark-fisher-hauntology-nostalgia-and-lost-futures-interviewed- by-v-mannucci-v-mattioli/
[2] Ursula K. Le Guin, “Hacer mundos”, en En una orilla Brumosa, Gris Tormenta, México, 2021.
Escritora, dramaturga y artista multidisciplinaria. Se enfoque en el estudio del cuerpo en relación a la escritura, la performatividad y las mediaciones. Ha obtenido reconocimiento internacional tanto con sus obras dramáticas como con sus investigaciones sobre textualidad en el teatro posdramático. Doctora en Teoría Crítica y Magister en Dramaturgia.