Vistas de la exposición Thoughts in the roots, de Giuseppe Penone. Serpentine Gallery, Londres, 2025.
Fotografías: Ingrid Solana.
Every word for trees collects days of rain, sun and mist.
It contains seasons, memories of places and time;
it has a different meaning from person to person.
These words fill the wood with their presence,
Invade the landscape and guide our care for nature.
Giuseppe Penone
El pensamiento se asemeja al árbol: gestación continua de ideas y devenires que se enlazan en la multiplicidad. Pensar es abrir posibilidades: “hágase la luz”. Con el paso del tiempo, con maduración y sombra, el pensamiento se encuentra a sí mismo, sus raíces se vuelven profundas, su tronco halla su expansión iluminada, sus cortezas envejecen, sabias, contemplando su propio crecimiento hasta convertirlo en palabra y voz viva. La filosofía ha reconocido en los árboles una imagen de su actividad, ya sea el árbol de la filosofía para Descartes o el árbol de la verdad y la sombra según Nietzsche o el rizoma arbóreo de Deleuze.
Thoughts in the Roots (Pensamientos en las raíces), del artista italiano Giuseppe Penone, expuesta del 3 de abril al 7 de septiembre de 2025 en la Serpentine Gallery en Londres, pone en jaque la relación del humano con la naturaleza; ya no se trata de pensar “sobre” lo natural, sino de pensar dentro de la naturaleza, “en” su interior. De ahí que las piezas inviten a una participación activa de los espectadores en el mundo boscoso de la madera, de las hojas, del tiempo: las espinas de acacia pestañean en una pared blanca en la pieza With Eyes Closed (2009), por ejemplo, o un cúmulo de hojas secas se suspenden en una habitación boscosa con su concentrado olor espeso en To Breathe the Shadow (2000). La exposición recibe con un montículo de hojas apiladas en el piso; tiene impresa la huella de un cuerpo humano; el artista se acostó encima y dejó su marca. Alrededor, más representaciones de árboles, madera colgada en la pared, hojas, troncos, rastros, captan la mirada y obligan a ejercitar los sentidos. La obra de Penone se hace de sobreposiciones como también lo hacen los árboles: criaturas nobles y compartidas, históricas, ecológicas, mágicas y mitológicas.
El árbol es conocimiento, genealogía, mapa del pasado, futuro vivo. Hay árboles asombrosos que caracterizan los espacios. Se conectan a lo sagrado a través de las culturas: el olivo era símbolo de paz, sabiduría y fertilidad para los griegos; se le asociaba a Atenea; para los celtas, el roble es el árbol de la fuerza y también de la sabiduría; en México, el ahuehuete es representación del conocimiento y las ceibas para los mayas son la conexión entre la tierra, el inframundo y el cielo; el árbol del melocotón en China, a su vez, representa la inmortalidad. El árbol conecta y comunica: es lengua y ecosistema.
La historia bíblica del ser humano expulsado del paraíso por probar los frutos del árbol de la ciencia muestra otra cara del árbol: el conocimiento otorga el saber sobre el mal. Cuando la pareja adánica se encuentra en el paraíso, sus vidas obedecen a la armonía y a la correspondencia cósmica y esencial; Adán y Eva no conocen, verdaderamente, el sentido de la vida ni su propio mundo. Ni siquiera se conocen a ellos mismos porque no conocen mal alguno: su existencia se halla en una armonía primitiva. En cambio, cuando el mal propio aparece, se siente vergüenza. De ahí que la pareja original tape su desnudez. El conocimiento lega la obsesiva finalidad representada, siglos después, en las ambiciones intelectuales y soberbias de ese personaje tan singular que es Fausto: él experimenta el placer del conocimiento precisamente porque éste le ofrece la profundidad del mal. Conocer los secretos de la muerte, lo que está más allá de lo humano también compromete un castigo: la soberbia de traspasar el misterio. ¿Qué se conoce y para qué?
El árbol, ese ser curioso y fascinante, compañero de los pueblos y signo de la historia, es el saber, la memoria, pero hoy, en nuestra época, despojado del mal, revierte su sentido y se convierte en un portavoz del bien. Más cercano a la visión del árbol de la cábala, el árbol conectaría mundos, propiciaría la coexistencia, nos permitiría traspasar el umbral del dolor que nos produce conocer la violencia de los pueblos entre sí. El árbol de la vida sugiere que nadie dejará que otro ser humano muera de hambre, porque los árboles en su ser esencial comparten sus raíces; una comunidad de árboles sanos se alimenta de la misma fuente eterna de un alimento celestial y alcanza para todos.
Penone pertenece al movimiento artístico del arte povera. Un arte que surge en Italia en los años sesenta —Penone nació en 1947 en Garessio, una pequeña población del Piamonte—, y creció entre árboles, bosques y piedras. El arte povera le permitió usar materiales “humildes”: madera, hojas secas, troncos, piedras. Montajes que escenifican la naturaleza con su propia materia: así lo demuestra la fotografía de un rostro cuyos ojos son atravesados por las ramas de los árboles. En Thoughts in the Roots, el cuerpo está constantemente atravesado por los árboles hasta fundirse con ellos. La hermosura de este presupuesto es una llamada radical ya que el reino de la imagen deviene bosque y ser bosque es lo que necesita nuestro mundo. A menudo, los ojos de nuestra época sólo atestiguan violencia; las masacres de la guerra: sustos en los ojos, escenas de un horror que ya no quema, fotografías de la ignominia que las masas olvidan pronto. Los ojos se han convertido en la forma prevalente para conocer el mundo, pero dicho saber está lamentablemente contaminado: el exceso de información, la falsedad, la falacia, la violencia normalizada impiden el pensamiento, la comprensión y la tolerancia.
Volver al bosque es el primer paso para recuperar la esencia de la vida; tratar de escuchar la voz de los árboles. Wolheben afirma en La vida secreta de los árboles que éstos existen más fructíferamente en comunidad porque de ese modo se nutren en conjunto desde las raíces. La vida en comunidad está marcada por la coexistencia y ésta implica un entendimiento tácito de la diferencia. Cuando recorremos la exposición de Penone, que es la reunión de piezas que se han sumado con los años, podemos preguntar qué es lo que estas obras tratan de decirnos, y ése es precisamente el mensaje final: la diferencia, la distancia y el camuflaje son necesarios para la biodiversidad incluyente. La vida se orienta a la conjunción comprehensiva; se trata de organizaciones complejas en las que se “tolera” y se trata de comprender. ¿No son las raíces, a fin de cuentas, un modo profundo de hablar con el misterio? ¿No es la historia del ser humano, una suerte de raíz en busca de sí misma que sólo se comprende por las diferencias que existen entre los pueblos?
“Ser bosque” implica un movimiento del individuo encaminado a la pulsión de vida. La alienación en la muerte convierte al pensamiento en un callejón sin salida. También de las raíces podemos hallar un alimento común. Y para aprehenderlas es necesaria una terapéutica que oriente el proyecto personal hacia la vida. La violencia convertida en imagen televisada habría de convertirse en un árbol: deseo ver, tocar, y oler el árbol. Así lo comprendo. Más adelante, entiendo al conjunto. La idea de que la vida privada es un eco de nuestros diversos papeles sociales es un aspecto sumamente fructífero para pensar a la luz de las correspondencias y discrepancias que Fredric Jameson estudió en el pensamiento marxista y en la reflexión lacaniana en Imaginario y simbólico en Lacan, particularmente cómo se enfrentan o comunican las intenciones privadas con la vida colectiva.
Ser bosque implica transformar los impulsos de muerte en acciones. Donar, por ejemplo, en vez de destruir; escuchar, en vez de vociferar; cantar en vez de acusar. La obra de Penone es, así, una imagen de la vida posible, en ella nos convertimos en bosque, es una ecología nueva y multiabarcante: fusionarnos con lo que no habla nuestro lenguaje, comprender un poco más, la diferencia. Esta es la terapéutica que combate el regimen del horror.
Es escritora, doctora en Letras por la unam y psicoterapeuta por la uic. Ha publicado los libros Notas inauditas, Memorias tullidas del paraíso y El teatro manifiesto. Ha sido docente en universidades mexicanas. Fue integrante del snca y becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas.