Víctor Hugo Rascón Banda, narrador

Vicente Francisco Torres
fractales
agosto-septiembre de 2025

 

 

Imagen: iStock.

 

Víctor Hugo Rascón Banda (Uruachi, Chihuahua, 1948 – Ciudad de México, 2008) fue un prolífico autor cuya producción dramática eclipsó su obra narrativa que, si bien fue menos abundante, tiene los méritos necesarios para equipararse con su legado como dramaturgo. Por lo mismo, me propongo escribir esta interpretación lectora de su obra narrativa.

En 1996, Rascón Banda publicó un libro de cuentos, Volver a Santa Rosa, que leí tardíamente y no pude decirle al autor que considero que su volumen es hermano de La sierra y el viento, de Gerardo Cornejo. Ésta es una novela muy conocida en el norte de nuestro país y muchos lectores la admiran, al grado de considerarla un clásico de la frontera. Es pertinente evidenciar que ambas obras son bastante autobiográficas. El caso de Rascón Banda es muy semejante al de Emilio Carballido, un destacado autor dramático, que merecería una mejor apreciación de la crítica por  sus cuentos y novelas.

La novela de Cornejo y los cuentos de Rascón Banda tienen como escenarios dos pueblos mineros de la sierra. En La sierra y el viento, los personajes abandonan las alturas para fundar las ciudades de la frontera. En el segundo libro, Volver a Santa Rosa, se recrea la cotidianidad ensimismada de Santa Rosa gracias a un puñado de personajes encerrados en su mullida vida pueblerina que, no obstante, tienen historias tan profundas como para construir un mundo literario.

En principio, la vida del autor no se alteró por grandes sucesos, hasta que la abandonó para estudiar en la Escuela Normal Superior de Chihuahua y, después, para estudiar derecho en la UNAM. Las pequeñas avionetas rompían los ámbitos y la paz de su pueblo cuando llegaban periódicamente para  llevarse a alguno de los pobladores en busca de servicios médicos o víveres. De vez en cuando, también podían ir en busca de otros horizontes, como fue el caso de Rascón Banda.

            Gran parte de lo narrado en su libro, insisto, es autobiográfico, como lo confesó el autor en diversas entrevistas. Cuando le preguntan por qué su obra está marcada por la violencia, él responde llanamente que es porque convivió con ella desde su infancia. Su abuelo y su padre fueron ministerios públicos que recibían a los acusados desde las rancherías. Los hospedaban en la casa paterna antes de que se resolvieran sus casos: regresaban absueltos o desde ahí los enviaban a las Islas Marías. La madre de Rascón Banda era la escribana, él siempre estaba al tanto de asesinatos, robos y toda clase de delitos.

Al igual que La sierra y el viento, Volver a Santa Rosa es un libro contado sin aspavientos formales, con una cuota de oralidad que le imprime a las historias un sabor grato. Resultan atractivas a pesar de la rusticidad de sus personajes, o quizá es la misma rudeza lo que las vuelve tan cautivadoras.

Todos los textos se centran en el pueblo y sus asuntos, como otro libro notable de Edgar Lee Masters, titulado Antología de Spoon River. En él, la vida de los personajes termina por construir la  historia de ese pueblo que no conoce más actos distractores que las bodas, los romances, la partida de los migrantes, algún crimen o la llegada de las míticas húngaras.

Otro rasgo que emparienta las citadas obras de Cornejo y Rascón Banda es que sus mundos narrativos son vistos por la mirada inocente de un niño. El de Rascón, tiempo después, regresa a su pueblo natal y encuentra una novedad: la llegada de los narcos y los evangélicos. Él fue a estudiar a la Escuela Normal, en donde estaban los profesores que, tiempo después, un 23 de septiembre de 1965, protagonizarían el asalto al cuartel de Ciudad Madera. Dicho asalto originaría la famosa liga guerrillera y su periódico.

En Volver a Santa Rosa, hay un cuento titulado “Los guerrilleros”, donde se habla de los combatientes que, huyendo de Ciudad Madera, pasaron por Santa Rosa, buscando remontarse a la sierra, pero allí fueron ultimados en la siguiente escena que ha pasado a la historia. Giner Durán, a la sazón gobernador de Chihuahua, al impedir que sepultaran a los combatientes, obligó a que los echaran en una fosa común, y dijo: “nada de mantas, ellos querían tierra, pues tierra les vamos a dar hasta que se harten. Métanlos a todos en un solo hoyo, bórrenlos del mapa, estos ni siquiera han existido”[1].  Es la misma respuesta ante los mismos despojos, los que dieron lugar a los hechos guerrilleros de Rubén Jaramillo en Morelos, y de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en Guerrero.

Con la novela Contrabando, publicada en 1991, Rascón Banda ganó el premio Juan Rulfo de Novela. Sin embargo, fue hasta 2008, año de la muerte del dramaturgo, cuando se publicó. La tardanza fue porque aparecían personajes reales, con sus nombres reales, que todavía estaban vivos. Es por esto que, hasta donde sé, la primera narconovela publicada en México fue El cadáver errante (1993), de Gonzalo Martré.

Contrabando muestra cómo llegan las drogas a la sierra de Chihuahua: en una ocasión, las semillas las llevaron fuereños; en otra, los campesinos decidieron dejar la miseria e incorporarse a la siembra clandestina. Alguna viuda entró al narcotráfico por  herencia del esposo… y después vino la revoltura entre políticos, comerciantes, campesinos, militares, policías estatales, policías federales y la maraña acabó cubriendo a poblaciones enteras que sufrieron masacres, injusticias y ofensas. Este fue un libro testimonial para el que Rascón Banda no habría podido imaginar su carácter pionero en las novelas futuras que tratarían el tema, el cual también fue creciendo a medida que el problema se acrecentó.

Nuestro dramaturgo —con fuertes dotes de cuentero, como se estila entre los oriundos de la sierra—  narra en Contrabando  lo que sucedió en unas vacaciones que fue a pasar en su casa paterna. En la baja sierra chihuahuense, decide entregarse a la experimentación formal. Él aparece como testigo, después entrega diversos testimonios orales y consigna un cuaderno con la vida redonda de un personaje. Luego transcribe cintas de audio, inserta letras de corridos y la historia central se complementa con un guión cinematográfico y una pieza teatral. Aquí también se da cuenta de los diversos oficios que practicó Rascón Banda a lo largo de su vida.

Un tercer volumen narrativo que publicó el autor en 2008 fue ¿Por qué a mí? Diario de un condenado. Un libro demoledor, en su mayor parte, porque narra los doce años que pasó entrando y saliendo del hospital debido a una leucemia que padeció y que fue desencadenando en otras enfermedades, como diabetes, anemia, neumonía, linfoma, inmunodepresión, nefropatía, sinusitis y osteoporosis.  Unas veces entraba de urgencia al hospital por unos días y otras permanecía durante meses.  La cotidianidad en el nosocomio implicaba transfusiones de sangre, insomnio, toma de placas, inyecciones. Pláticas y momentos ingratos como cuando las enfermeras bañaban su cuerpo cadavérico. Hospedarse  en el hospital incluía también el ruido de los sobres que, de madrugada, le deslizaban bajo la puerta con el importe de la cuenta que debía cubrir de manera perentoria. Eran miles de pesos que debió cubrir vendiendo su casa de Tepoztlán y sus departamentos, más otros ingresos que sumaban un millón de dólares.

En este doloroso volumen hay páginas amables que reseñan los libros sobre la enfermedad que le llevaban sus conocidos, o las crónicas de las visitas que lo alegraban, como las de María Rojo. Y episodios curiosos: cuando se estrenó su obra teatral El criminal de Tacuba, Goyo Cárdenas la fue a ver y después lo demandó.

La dilatada experiencia de su enfermedad lo lleva al campo de la filosofía y  desde su diagnóstico inicial, cuando todo enfermo terminal se pregunta: ¿por qué a mí? Su madre lo serena con palabras contundentes: ¿y por qué no?

Más tarde llegaron las reflexiones sobre la brevedad de la vida, la escritura como un modo de aferrarse a la existencia y la aceptación de las palabras de Heródoto: “Cuando la vida es una pesada carga, la muerte es en un ansiado refugio”. Llegaría después el arrepentimiento borgiano de no haber vivido experiencias nimias pero enriquecedoras y con la familia por todo el esfuerzo que puso en su trabajo y el deber. Rascón Banda diría: “me quedo con la culpa de no haber vivido” dichos afectos familiares.

Después de su lucha encarnizada con la muerte y la enfermedad, lo dan de alta en el hospital y ve publicado por fin ¿Por qué a mí? Diario de un condenado, que alcanzó a presentar en un programa televisivo, con Ignacio Solares y Mauricio Molina.

Este informe e interpretación como lector de su obra era una deuda que yo tenía pendiente. Ojalá contribuya a su reconocimiento como narrador, más allá de su prestigio como dramaturgo.



 

FUENTES DE CONSULTA

Víctor Hugo Rascón Banda, ¿Por qué a mí?, Editorial Grijalbo, México, 2006.

Víctor Hugo Rascón Banda, Contrabando, Editorial Planeta, México, 2008.

[1] Víctor Hugo Rascón Banda, Volver a Santa Rosa, Secretaría de Cultura, México, 2018, p. 202.
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Vicente Francisco Torres

(Ciudad de México, 1953). Ensayista y narrador. Doctor en Lengua y Literatura Hispánicas por la uam. Es profesor investigador en la Unidad Azcapotzalco de la uam, donde ha sido coordinador de la Especialización en Literatura Mexicana del siglo XX y la Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea. Miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores, Premio Internacional de Ensayo Alfonso Reyes y Premio de Periodismo Cultural 1988.