Página de Fanzine textil, Laura Aparicio
Después de los sucesos de la noche del 26 de septiembre de 2014, en Iguala, Guerrero, vino la protesta. Los contingentes de estudiantes y amplios sectores de la sociedad mexicana salieron a las calles a reclamar el esclarecimiento de los hechos ante la verdad histórica de la Procuraduría General de Justicia. La desaparición de cuarentaitrés estudiantes de la normal de Ayotzinapa, Raúl Isidro Brugos, fue sin duda uno de los hechos más impactantes y de mayor indignación en el país en el sexenio de Enrique Peña Nieto y en la historia reciente de México, que tiene como telón de fondo la violencia tanto estatal como criminal.
A diez años de los acontecimientos que generaron una ola de movilizaciones y que puso en evidencia los límites de las instituciones tanto en la investigación como en la procuración de justicia, así como su intervención en los hechos y colusión con el crimen organizado, las madres y padres de los estudiantes desaparecidos siguen exigiendo justicia, continúan en búsqueda de sus hijos, de la presentación con vida de los jóvenes normalistas.
Dentro de las actividades que desarrollan las madres y padres de los estudiantes se encuentran las marchas y mítines mensuales en la Ciudad de México. Estas marchas se llevan a cabo cada día 26 a las cuatro de la tarde. El punto de salida es el Ángel de la Independencia en avenida Reforma; mientras que el punto de llegada es el Hemiciclo a Juárez, en avenida Juárez —a excepción de las marchas de aniversario que tienen como destino el Zócalo de la Ciudad de México—.
Entre el punto de salida y el de llegada hay una parada obligatoria. Esta se hace en el antimonumento +43, en el cruce de Reforma y Bucareli. En este lugar se lleva a cabo una de las actividades más importantes de la manifestación, el “pase de lista”. Durante este momento de ritualidad evocativa, intervienen los sonidos de la protesta, de la indignación, de los sentimientos y las emociones. Constituye un espacio y paisaje sonoro de la protesta. Es sobre este momento en especial del cual quiero dar cuenta en adelante.
El antimonumento +43 es uno más entre tantos que se han fijado en el espacio público en las últimas décadas en México y en la capital del país ante el escenario de violencia. Estos antimonumentos figuran en el espacio público como representación de hechos que han sido dolorosos para determinadas personas o grupos sociales. En este sentido, es importante mencionar que los antimonumentos se erigen en momentos coyunturales donde la vida social de estos grupos de personas ha sido trastocada de un modo sumamente violento y doloroso.
Tradicionalmente los monumentos suelen estar relacionados con acontecimientos del pasado, principalmente con hechos históricos que marcan las victorias y las conquistas, así como a los grandes héroes o personajes ilustres. Al contrario, los antimonumentos constituyen una contramemoria, o una memoria desde la perspectiva de las víctimas con su propia versión de la verdad y de la justicia. Es decir, lo que se monumentaliza es la violencia y la memoria que las víctimas tienen de ella.
Los antimonumentos pueden ser de dos tipos. Por un lado, está la intervención o reconfiguración desde un monumento existente; tal es el caso de las pintas o la adición de elementos que no forman parte original de la pieza. Por otro, se encuentran nuevas construcciones que tratan de representar el acontecimiento, así como los memoriales. Por supuesto, estas nuevas edificaciones pasan por una disputa en el espacio público en el cual se han de erigir.
El antimonumento +43 es del segundo tipo. Pero su instalación en el espacio va más allá de un elemento visual que trata de evitar que los hechos caigan en el olvido o hacer memoria de ellos. Es un antimonumento vivo en torno al cual hay una serie de prácticas que ya forman parte de paisaje visual y sonoro de la Ciudad de México, principalmente de un repertorio sonoro en torno a él.
El antimonumento +43 es una estructura metálica constituida por el signo “+” y el número 43. En su construcción lleva su significado. Hay 43 estudiantes desaparecidos, pero en México son “muchos más”, como suelen decir las madres y padres en cada marcha. La materialidad del antimonumento es en sí vibrante y resonante, un constante llamado a la memoria.
Fijado en el espacio visual, ocupa un lugar en la mirada, señala en silencio —una dimensión de la sonoridad—, antes que en voz alta. Está ahí para reclamar y recordar mediante un grito silencioso el motivo de su presencia. Se hace ver, se hace escuchar… en silencio. Permanece en el espacio público, recupera la memoria y la voz de las víctimas, de su contexto, de las atrocidades de la desaparición y el asesinato.
La identidad sonora del antimonumento no sólo está marcada por el silencio, que no mudez, como un reclamo permanente, un silencio activo cargado de significado. También lo acompañan las consignas, los discursos, los llantos, la performatividad sonora del cuerpo y de los cuerpos que se hacen presentes cada día 26 de mes. Estos sonidos son los que constituyen su paisaje sonoro (Soundscape), eso que da identidad sonora a un lugar y que contribuye a la construcción de memorias culturales del mismo.
El antimonumento es el lugar en torno al cual sucede un acto casi solemne, un ritual de evocación de los jóvenes desaparecidos, de una vida no pasada, sino suspendida. Tras caminar desde el Ángel de la Independencia, las madres y padres de los estudiantes se detienen frente al antimonumento. También lo hacen los contingentes de estudiantes de la normal, así como diversos colectivos que acompañan la causa. Sin embargo, los únicos que se colocan frente a la estructura son las madres y los padres, es un lugar restringido que sólo ellos pueden ocupar.
Este lugar, como ellos dicen, es simbólico, es el “lugar indicado” para realizar el pase de lista. Esta práctica es llevada a cabo por medio de la sonoridad del espacio, la reverberación que este genera ante la potencia de las voces entrenadas de los estudiantes, de la megafonía y los aparatos de sonido que son empleados. El silencio de la estructura se suple por el lenguaje, por dinámicas de voz que indican estados de ánimo y emociones: dolor, indignación, rabia.
Cuando la marcha llega al antimonumento +43, las consignas, instrumentos musicales y todos aquellos elementos sonoros empleados, así como el sonido de los pasos, callan para dar paso a los preparativos del pase de lista. Tras un breve silencio, se escucha en el aparato de sonido “¡Porque vivos se los llevaron!”, a lo cual responden los demás contingentes, “¡Vivos los queremos!”.
Después de esta consigna se enuncia un breve discurso que a veces son contrastes entre la información en medios y la que los padres tienen, en ocasiones actualizaciones del caso y la comunicación con autoridades. También se escuchan referencias a sus hijos, lo cansado de la lucha, el cariño y el amor por el cual los siguen buscando. Posteriormente, una madre o un padre toma el micrófono y pronuncia el nombre de cada estudiante, lo evoca.
A cada evocación un coro de voces responde “Presentación con vida”. Esto se repite 43 veces, una por cada estudiante. El nombre es pronunciado al micrófono, mientras que la contestación se hace por medio del grito. Los estudiantes de las normales tienen una forma particular de gritar, misma que ha sido enseñada para imponer, para hacerse sentir en el espacio. Al terminar el pase de lista de los 43 estudiantes, se evoca a los tres estudiantes caídos. Para ellos se grita “¡Justicia!”. Una vez terminado este acto la marcha prosigue entre la polifonía de voces y sonidos hacia el Hemiciclo a Juárez para la realización del mitin.
El antimonumento +43 es un antimonumento vivo que se manifiesta mediante la escucha tanto de su silencio como de los gritos que lo acompañan en el espacio. Forma parte de la cotidianidad del espacio visual, pero a la vez rompe con ella los días de manifestación. No sólo se ve, vibra, reverbera y evoca memoria.
Licenciado en Sociología y Maestro en Comunicación y Política por la uam Xochimilco. Investigador de campo en asociaciones civiles con perspectiva de juventud y cultura para prevención de la violencia. Capacitador electoral para procesos electorales federales y locales.