De cuando yo me llamé nadie

Raúl Mendoza Rosas
abril-mayo de 2025

 

 

Fotografías: Raúl Mendoza Rosas


(Un actor en la escena, con un chingo de ropa y no sabe por qué)

 

Buenas noches.

(espera a que le respondan)

 

¡Buenas noches!

(REPITE CON MÁS FUERZA)

 

¡Buenas noches!

(risas de la audiencia)

 

(se ríe también, a veces pide un encendedor o un cigarrillo)

Gud ivning, afternun, bon sua, dobra noch…

 

Esta es una carta que encontramos en castellano

(busca a Jorge en la cabina)

Es una carta apócrifa que encontramos en una bolsa

del pantalón de un migrante (siempre lo dice mal y Jorge mueve la cabeza)

Les quiero decir que sabemos que esta carta es apócrifa

porque nosotros la pusimos ahí (Silencio)

 

Entiendo por qué no tienen miedo

Por qué nos quieren poner en la cárcel, deportarnos y poner un muro frente a nosotros

Entiendo por qué somos ilegales

y por qué las leyes se refuerzan día a día para comprobarlo

Entiendo por qué somos los de abajo

Los últimos

Entiendo por qué nos tapábamos el rostro

negábamos nuestro nombre

Por qué callábamos nuestras voces

Entiendo que somos de mundos diferentes

y que nosotros no tenemos muros y tampoco tenemos fronteras

Nosotros somos los de abajo

Somos migrantes del trabajo

Somos migrantes de la palabra

Somos migrantes del pensamiento

Somos migrantes

Siempre lo hemos sido

A mis migrantes

A mis muertos

A mis desaparecidos

(Fragmento de Amarillo, Teatro Línea de Sombra, 2009 -2023)

 

 

 

Huehuetoca, Estado de México. Año 2014. Subí a una camioneta, no recuerdo si era café o gris o guinda, pero hacía mucho calor. Era pasado el mediodía. Habíamos estado toda la mañana en las vías haciendo contacto con personas en tránsito. Para ese entonces, el refugio-albergue que se intentó crear en la periferia del municipio se había convertido en un zona hostil por el acecho de las bandas criminales. Tampoco era opción el campamento montado por las instancias gubernamentales; aquello parecía más un campo de concentración. La mayoría de las personas preferían resguardarse en la cercanía de las vías, procurando alejarse de los lugares abiertos. En ese no-lugar no importa el nombre.

Eres todos y eres nadie. En ese recorrido para ir a comprar pollos, W y yo platicamos de como se había enamorado de L. Venía de Honduras y en el trayecto por Huehuetoca se aventó del tren al percibir que él y otras personas se encontraban en riesgo. Al caer, sufrió algunas lesiones en el cuerpo que no fueron de gravedad y ahí fue cuando conoció a L. A partir de ese momento, decidió quedarse en México y ofrecer ayuda y soporte a otras personas en tránsito. Llegamos a la rosticería. Cinco pollos para llevar. Con papas. También refrescos. Después de varios años de transitar por albergues, vías y refugios uno aprende a tener cuatro ojos y cuatro orejas. Espejear. Mirar a detalle. Identificar patrones. Sospechar. Dudar. Desconfiar. Tomar aire. Seguir adelante. Es ahí donde surge algo que va más allá del miedo y de la vida misma. Todos los caminos te llevan a ningún lugar. W cambia el semblante. Me habla de un mensaje que recibió meses atrás. Él lo sabe. El tiempo corre de manera diferente y no hay marcha atrás. Se escondió con L por un tiempo. Se desplazaron a otro Estado. Guardaron silencio, cubrieron sus rostros, negaron el nombre. Decidieron volver. Regresar a la casa familiar. Decidieron no quedarse en las sombras. Recuperar sus vidas, la calma. Conectaron con otras redes, con otras personas que estaban dando soporte y ayuda en la ruta migrante. Así nos conocimos. Esa conversación en la camioneta se grabó. La tuve por mucho tiempo almacenada. Cuando la volví a escuchar caí en cuenta de que aquella realidad me rebasaba, que siempre surgiría una frontera más, que si en ese momento era la realidad de la Bestia, sin duda en unos años esa realidad se convertiría en algo más terrible, virulento, abismal. El camino de regreso estuvo cargado de optimismo.

 

 

Hablamos del presente porque del futuro no se puede. No hay misterio. Solo acciones prácticas: Te detienes, bajas de la camioneta. Tomas la comida y la organizas. Solicitas que formen una fila, que tomen una servilleta y un vaso. Que tomen una o dos piezas. Cuidas la comida de las corrientes de aire y polvo. Sirves agua. Sirves refresco. Recoges la basura y los residuos. Que nadie quede con hambre o sed. Te das cuenta que no has comido y no importa. Eres nadie. N-A-D-I-E.

Empecé dando testimonio sobre un escenario y al poco tiempo pasé a ser testigo de primera mano de un fenómeno global que responde a presiones políticas y económicas por parte de gobiernos y grandes corporaciones (incluyendo las criminales). Ese lugar, ese espacio de la puesta en escena se convirtió en un lugar seguro para hablar sobre la historia de W y de muchas otras más. El contraste de viajar entre refugios, albergues y teatros se comenzó a profundizar más y más. Era una vida surreal. Traté de estar siempre presente en la experiencia escénica sin pensarlo mucho; solo quería estar y sentirme nadie otra vez.

Era mi manera de entrar al terreno. De entrar en ritmo. De llevarlo a un lugar familiar, a ese de las vías. Para lograr el efecto seguía una partitura de acciones y movimientos. Por ejemplo:

 

  • Paso 1: Situarse en el escenario mientras el público ingresa a la sala. Hacer contacto visual con las personas. Mirar, sonreír, saludar.
  • Paso 2: Te levantas, caminas hacia el proscenio. Bajas la cabeza. Respiras tres veces. Escuchas la pista sonora. Sigues el cue musical.
  • Paso 3: Tomas la mochila, el bidón de agua, los zapatos. Caminas por el proscenio. Das un giro. Miras a la gente. (Nota: No se te olvide respirar).

 

Durante cada paso, al público le escuchaba. Esa masa de cuerpos respiraba. Quería que supieran que estaban también ahí conmigo, que no eran ajenos, que estaban a punto de entrar a un lugar desconocido, que iban a conocer una fuerza inconmensurable, que ese muro escenográfico era el protagonista de esta obra y que yo en realidad era nadie… demasiada ficción. Estaba equivocado. Años desperdiciados en la escuela de actuación…

 

 

Tras la pérdida de W, me sentí perdido sin saberlo. Entonces entendí que yo no había cruzado la frontera, sino que la frontera me había cruzado a mí de muchas formas. No quise saber más. El teatro me dio la oportunidad de vivir una experiencia única, pero se derrumbó cuando la realidad aniquiló cualquier forma de representación escénica. Así quedaron atrás los años de nadie.

Explicar la escena es más difícil de lo que parece. Crear e investigar para la escena a partir de una temática social requiere de un compromiso excepcional. Implica una ética de trabajo responsable al abordar situaciones sensibles y complejas. En el contexto actual existe una necesidad de nuevos lenguajes, de nuevos formatos como una respuesta a la inmediatez de las imágenes y la banalidad con la que se abordan las temáticas sociales. El pensamiento crítico debe fortalecer el debate y el intercambio de ideas para generar un cambio de paradigma y salir de la zona de confort. No se puede pensar la escena de la misma manera que hace catorce años. Cuando se inició este proyecto escénico (Amarillo, Teatro Línea de Sombra), la mirada sobre el tema migratorio era de una forma, después sucedió San Fernando y todo cambió.

 

(el mismo actor, sin tanta ropa, al centro del escenario)

**Mira al público**

 

Pues ya me voy.

Voy a Amarillo y regreso

Voy por unos cigarros

Derechito por el camino

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Raúl Mendoza Rosas

(Ciudad de México, 1982). Creador escénico que alterna su trabajo entre lo técnico, lo creativo y lo performático, buscando la creación de nuevos lenguajes mediante nuevas tecnologías. Se formó artísticamente con las compañías Teatro Línea de Sombra (México) y Teatr Cinema (Polonia). Jefe de Artes Escénicas de la UAM.