Bienvenido a la luz
Madres rastreadoras en el camposanto nacional

Guillermo Vega Zaragoza
octubre-noviembre de 2024

 

 

Escena de la pieza Amarillo, Teatro Línea de Sombra. Fotografía: Roberto Blenda


Bienvenido a la luz (Crónica de una caminata a través del camposanto nacional), de Edgar Álvarez Estrada, es un libro necesario e indispensable porque refleja de forma contundente una realidad que nos enfrenta de lleno con uno de los problemas más apremiantes por los que atraviesa el país: la incapacidad del Estado ante la violencia de las bandas de delincuentes dedicadas al narcotráfico.

Edgar Álvarez se ha desempeñado desde hace ya treinta años como hombre de teatro: dramaturgo, director y productor. Ahora incursiona en la narrativa con una novela notable, tanto por su factura como por el tema que aborda: el drama de las madres rastreadoras de desaparecidos por grupos de narcotraficantes en el estado de Sinaloa. Bienvenido a la luz obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo 2021 y ha sido publicada por Ediciones del Lirio en 2023. Como base de la novela, se han tomado los testimonios recogidos en la investigación de Karla Jazmín Galindo Vázquez, titulada La construcción de la maternidad política en el grupo de Las Rastreadoras de El Fuerte, Sinaloa, tesis realizada en la Universidad Autónoma de Sinaloa en 2019.

Algún crítico podría enmarcar Bienvenido a la luz en la llamada “novela sin ficción”, inaugurada por Truman Capote en la década de los años sesenta del siglo pasado, donde cada uno de los hechos narrados efectivamente sucedieron, o en la llamada novela reportaje del tipo true crime, a la manera norteamericana, donde un periodista realiza un reportaje y lo presenta de manera novelada.

Sin embargo, la de Edgar Álvarez es una “novela documental”, muy cercana al sentido del llamado “teatro documental”, que retoma evidencias, testimonios y hechos reales, actuales o históricos, para exponer y denunciar acontecimientos políticos y sociales, y se remonta a la posguerra con los trabajos de Bertolt Brecht y, en los años sesenta, con los de Peter Weiss. En México, algunos de los oficiantes de esta corriente fueron Vicente Leñero y Víctor Hugo Rascón Banda.

Si bien las situaciones, los personajes y los diálogos de Bienvenido a la luz están tomados de una investigación real, Edgar Álvarez los retoma para hacer algo diferente: contar una historia que se eleva al nivel de lo mítico y lo poético, y que, por lo mismo, cala de forma mucho más profunda en el lector, pues además de mostrar el dolor, la impotencia, la valentía y la perseverancia de estas mujeres ejemplares, involucra de tal manera al lector que, al mismo tiempo que siente y padece las emociones de las protagonistas, sabe que él mismo  podría convertirse, en la realidad, en una de ellas, verse envuelto en la misma situación: la de no saber qué ha sucedido con un hijo, con un ser querido que ha desaparecido a manos de delincuentes y frente a lo cual las las autoridades no hacen nada por contubernio o incompetencia, o por ambas.

Al elegir el enfoque de la novela documental, Edgar Álvarez prescinde de la obligación que tiene el novelista histórico o el periodista metido a novelista de que los datos incluidos deben ser atribuidos a una fuente reconocible y verificable para obtener veracidad y autoridad. El autor, además de advertir que algunos diálogos corresponden  a testimonios reales recogidos en la investigación utilizada y que se presentan en otra versión para proteger la identidad de las víctimas, emplea recursos narrativos propios de la ficción: la voz en segunda persona para la protagonista y la voz indeterminada para algunos personajes, convirtiéndolos en una especie de coro griego que sirve de contrapunto y conciencia acerca de los acontecimientos.

Es decir, por principio, al utilizar la segunda persona, el autor termina por interpelar al lector, quien siente y piensa lo que está leyendo (esa es una de las virtudes de la segunda persona cuando se usa adecuadamente), y en cuanto a la indeterminación de algunas voces invoca la sensación  de que se trata de una voz colectiva, parte de una comunidad a la que afecta lo que le pasa a cada uno de sus miembros. Así, llega un momento en que las voces de estas mujeres se funden en una sola, se convierten en el rumor de una colmena, el sonido de abejas trabajando en una misión común.

 

Escena de la pieza Amarillo, Teatro Línea de Sombra. Fotografía: Roberto Blenda

 

Pasemos a los acontecimientos que narra la novela. Dividida en diez capítulos cortos e intensos, la historia se inicia con un prefacio que cuenta la actividad del grupo de rastreadoras, quienes han encontrado una fosa con varios cuerpos y proceden a la clasificación de las ropas que podrían ayudar a identificar a las víctimas. Al final de sus pesquisas, las mujeres entonan como si se tratara de un mantra:

 

—¿Por qué los buscamos?

—Porque los amamos.

—¿Por qué los buscamos?

— Porque los amamos.

—¿Por qué los buscamos?

—Porque los amamos…

 

Empieza entonces la narración en segunda persona de Mae, cuyo hijo Sebastián ha desaparecido. Testigos le han dicho que fue “levantado” por una camioneta que identifican como propiedad de El Checho, lugarteniente del cártel que domina el pueblo. Así comienza el calvario de Mae, que busca apoyo de vecinos y conocidos, quienes se hacen los desentendidos porque no quieren meterse en problemas y se atreven a juzgarla porque “algo habrá hecho” y “de seguro el muchacho andaba en malos pasos”, y se da cuenta de que ella misma ha sido así, y reflexiona: “A cualquiera le puede pasar el día menos pensado. A cualquiera. Por ejemplo a ti, sí, en este preciso momento”.

Luego, Mae padece la indolencia y el desprecio de la autoridad, que por supuesto se encuentra en contubernio con los delincuentes.

La muerte de una persona querida es muy dolorosa, pero su desaparición es doblemente dolorosa. ¿Por qué? Porque no sabemos qué le pasó, dónde está, cuándo va a aparecer. Lo que más causa daño, además de, obviamente, la desaparición y la destrucción de las familias, es el no saber qué pasó con la persona querida ni dónde está su cuerpo, para recoger sus restos, para poder ir a llorarle, porque de otra manera no hay cierre, una de las características del proceso de duelo.

Sabemos por la teoría de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross que el duelo pasa por cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Por todas estas fases transita Mae la protagonista. Pero sin una tumba dónde llorar no se puede alcanzar la aceptación porque siempre estará abierta la esperanza y siempre habrá la incertidumbre. Cuando no hay cierre, el doliente se queda a la deriva, no sabe dónde poner su dolor, darle cierre a esa ausencia, llegar a la aceptación y la resignación.

Esta novela contribuye al proceso de sanación del duelo colectivo y a la construcción de paz a través del arte de varias maneras. ¿Cómo es eso? Proporcionando voz a esas personas que están en busca de sus seres queridos, poniendo en evidencia las experiencias por las que tienen que pasar ante un Estado indolente, inepto y criminal, y ante una sociedad anestesiada, manipulada y aterrorizada.

Al dar a conocer historias como las de estas valientes mujeres es posible, primero, contribuir a crear conciencia en todas las personas que ni siquiera se imaginan que esto sucede en nuestro país, que lo padecen personas como nosotros, y que eso que les pasó también te puede pasar a ti: tú también puedes perder un ser querido o tú mismo puedes desaparecer en un segundo y nadie, nadie, va a ayudar a tus familiares para encontrarte, salvo que nos organicemos para presionar y exigir a las autoridades que cumplan con su obligación. 

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Guillermo Vega Zaragoza

(Ciudad de México, 1967). Escritor, periodista, editor y profesor. Es autor de los libros de poesía Preñar el silencio (2001), Desde la patria del insomnio (2007), Sinsaber (2012) y Poemas para ablandar a las rocas (2019), así como de las colecciones de cuentos Antología de lo indecible (2004) y El perro de Brasil (2012).