Lúcida locura: La joya robada, de Elik G. Troconis

Shanik Sánchez
junio-julio de 2024

 

 

Grabado de Gustave Doré para el libro Don Quijote de la Mancha, 1863. Wikimedia Commonsl

 

La joya robada es la tercera novela de Elik G. Troconis, y con ella fue acreedor al del Premio Nacional de Literatura Fenal-Norma de la Editorial Santillana 2023. Pero Elik no es sólo escritor, también es historiador y, en parte, eso explica por qué volver al Caballero de la Triste Figura a más de cuatro siglos de distancia. Aunque en un primer momento el título de La joya robada pueda remitir a algunos lectores al cuento homónimo de Anton Chéjov, es una expansión, o si se quiere, spin off del universo literario de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha: nada más y nada menos que la piedra inaugural de la novelística moderna y obra fundacional cervantina del hispanismo, puente no solo entre España y Latinoamérica, sino también para el resto de Occidente, desde Molière, Racine, Voltaire, Stendhal, Gautier, Schwob y Flaubert hasta Burguess, Fielding, Swift, Sterne, Dickens, Richter y Dostoyevski.

La joya robada de Elik es, entonces, un retroceder a lo esencial. Más que un homenaje a Cervantes se trata de un festejo, un festín de la literatura que comienza, por supuesto, en el escritor alcalaíno, pero atraviesa la historia, la religión y la filosofía. A lo largo de sus páginas, queda más que probado que Elik posee no sólo una solvencia creativa, sino además amplios conocimientos literarios, históricos y críticos, los cuales resuenan desde el Capítulo 1 hasta los Agradecimientos finales.

Así como el lenguaje y la literatura construyen a don Quijote y su entorno, de igual manera ocurre en La joya robada, en cuyos dieciséis capítulos se asoma —tanto de manera expresa como velada— la asimilación no solo de una hispanidad, sino también de una universalidad literaria. Así como interpretar la obra cervantina significa dialogar con grandes portavoces del mundo de la narrativa y la poesía, de igual manera, pero a su propio modo, sucede con la novela de Elik. Su obra se suma al conjunto de textos que han celebrado de una u otra forma la grandeza de El ingenioso hidalgo como el “Pierre Menard, autor del Quijote” y las “Magias parciales”, de Borges; el “Elogio de la incertidumbre”, de Carlos Fuentes; “La verdad sobre Sancho Panza”, de Kafka, y “La versión de Sancho Panza del episodio de los duques tal como él lo vivió y no precisamente como en El Quijote lo refiere Miguel de Cervantes (quién, la verdad sea dicha, no estaba allí para contarlo y mucho menos para vivirlo)”, de José de la Colina, entre los muchos que podrían enumerarse. 

Quizá anacrónica, pero vital, exaltada y conmovedora, La joya robada no sólo recupera la lúcida locura de Alonso Quijano y su voluntad por defender las causas justas perdidas, también retoma el género policial, el cual ha experimentado un revival no sólo en la literatura, sino también en la pantalla grande. Si Cervantes se atrevió a desafiar el canon de la literatura de su tiempo con El ingenioso hidalgo, en cierto grado Elik se proclama heredero de ese ímpetu que el escritor complutense comenzó hace cuatro lustros. Al igual que el cervantino, el Quijote de Elik suscita equívocos, contradicciones y cortocircuitos gracias a los cuales la sociedad misma queda al desnudo, como de hecho sucede en el Capítulo 8, “episodio de los cueros y encueros” según palabras del propio narrador, donde se cuenta “la graciosa forma en que don Quijote desnudó a los habitantes de la venta en busca de la daga asesina”. En El ingenioso hidalgo la locura de don Quijote penetra el sentido verdadero de las cosas, y algo muy similar sucede con el Quijote de Elik: como buen detective, se pregunta cómo “desfacer el entuerto”, pero como clásico caballero andante —cuya misión es restablecer la justicia y meritar el amor correspondido— la respuesta que ofrece es descubrir la verdad imaginando un absurdo mayor que el primero.

El planteamiento de cualquier situación vulgar es leída por el hidalgo a la luz equívoca de la locura y los encantamientos. Si en la novela cervantina algunos personajes entran al juego de don Quijote mientras otros intentan manipularlo de un modo u otro como el bachiller Sansón Carrasco, el cura o los duques, de igual manera sucede en La joya robada, donde aparecen el cura, el barbero, Cardenio, Luscinda, Juan Pérez de Viedma, Clara, los dueños de la venta donde acaeció la batalla con los cueros de vino, Dorotea y la mora Zoraida, prometida de Ruy Pérez de Viedma.

La trama de La joya robada se teje en una red de pliegues y repliegues; al igual que en la obra cervantina, se urde en una confluencia espejeante de textualidades. Sin el juego libre de la imaginación, sin el juego mismo de la literatura, sería imposible entender la novela de Elik. Merced al pacto ficcional o suspensión de la incredulidad, lector y narrador experimentan una transformación creativa que los libera conforme seguimos la resolución del enigmático “fecho”.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha ha sido considerada una obra que parodia las novelas de caballería y pastoriles; en ese sentido, La joya robada podría leerse no solo como un homenaje metaliterario de aquella, sino también del género policial e, incluso, de la poesía. Novela de contrapuntos, confluencias y contrastes en esta se perfilan, además, vasos comunicantes entre la oralidad y la escritura, sobre todo durante las conversaciones entre Sancho y Don Quijote:

 

—Creí que decía que aún sospechaba de todos, mi señor. Pero si eso es cierto, dígame quiénes cree que son culpables, que gota a gota la mar se agota y aunque donde manda capitán no gobierna marinero, yo le ordeno que me lo diga.

—¡Tú y tus refranes, Sancho! ¿Cuándo habrás de parar?

—No creo que pronto, mi señor, que mucho se clama que decir refranes es decir verdades, y no es sino la verdad lo que aquí buscamos. Dígame quiénes piensa que son los responsables.

 

Imbricación de géneros literarios, La joya robada, al igual que el Quijote, es un libro hecho de lecturas, literatura y palabras. De entre sus varios juegos metafictivos, sobresalen dos: las seis cajas chinas o matrioshkas y el guiño a la propia fama que la novela cervantina habrá de tener:

 

—Tantas y tales son las glorias de nuestro loco compañero, colega y amigo Quijana —anunció el cura— que los anales de la historia habrán de recordarlo por los siglos de los siglos; es seguro que alguien dará cuenta de su actos, acciones y hechos en algún libro de gran volumen o algún otro pequeño. Ya veo, vislumbro e imagino que los archivos de la Mancha contendrán sus relatos y su infamia se extenderá por tierra y por mar hasta que de ella den cuenta historiadores cristianos, moros y aun americanos.

 

El don Quijote de Elik confirma que El ingenioso hidalgo sigue siendo un clásico, porque en pleno siglo XXI aún ejerce una particular influencia en las nuevas generaciones de jóvenes escritores y lectores, sea en la memoria del inconsciente individual o colectivo. Quizá parte de su actualidad se deba a que, no obstante las muchas palizas que recibió don Quijote, no se daba por vencido tan fácil, “pues —en palabras de Gabriel Mendoza— no puede abatirse a un hombre cuya lucha es en defensa de lo que nos da sustancia”. Y como acertó Emiliano Pérez Cruz, para un México “convulso o pasmado ante una supuesta transición democrática, un personaje de ficción como Don Quijote de la mancha ofrece mil y una facetas para que en ellas descubramos las que tienden al beneficio de muchos o al de sólo unos cuantos. Nos muestra el poder de las palabras para ocultar o develar realidades que afectan a todos. Las hoy ficciones cervantinas que iniciaron su publicación hace cuatrocientos años siguen fustigando realidades”. 

Misterioso e hilarante, detrás de la sombra irónica del Quijote de Elik, se adivina un humor que ha conocido el verso y el reverso de la sociedad y ha desvelado un teatro dentro de otro teatro. El final de La joya robada es toda una vuelta de tuerca que, además de explicar el título de la novela y cerrar de manera redonda la intriga, se debe en gran medida a su estrato policial, pero también a la clásica premisa del prodesse et delectare. La joya robada merece una atención apartada de la bulla editorial que hoy en día determina la creación y publicación literaria para los escritores jóvenes y no tan jóvenes.

La joya robada

Elik G. Troconis

México, Norma, 2023, 256 pp.

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Shanik Sánchez

(Estado de México, 1989)

Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la unam, maestra en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana y doctoranda en Literatura Hispanoamericana en la misma institución.