Rodolfo Usigli. Fotografía: Autor anónimo CNL / INBAL
Falso drama es una comedia en un acto de Rodolfo Usigli, que ofrece una situación en la que dos personajes, María Aurelia y Roberto, su amante, se encuentran en una fiesta en casa del pintor Pedro, esposo de María Aurelia. En dicha fiesta, María Aurelia y Roberto se apartan en un boudoir para discutir acerca de que Requena, amigo íntimo y socio de Pedro, los vio una tarde juntos. María lo ha visto y cree que ahora él se encuentra con su marido y le va a contar sobre su adulterio. María se encuentra desesperada y no sabe qué hacer. Roberto trata de calmarla con malos resultados, sobre todo porque los invitados de la fiesta a cada momento interrumpen su discusión. María Aurelia lamenta que ahora vaya a perder su casa, sus joyas, su dinero y su vida acomodada. Roberto le propone escapar con él lejos de ahí; además le confiesa que es el momento oportuno y que él siempre esperó, puesto que la ama demasiado. Ella, por el contrario, no lo ama y le señala el hecho de que ni siquiera tiene hijos con él. María deja en claro que le duele perder su vida de mujer acomodada y lo culpa por ello. Roberto se da cuenta que María es una interesada y la deja en ese instante. Ella se arrepiente de haber reaccionado tan impulsivamente, pero en ese momento entra Pedro, su esposo, junto con el mentado Requena. Ella, al verse sorprendida, planea justificarse ante los posibles reproches de infidelidad; sin embargo, Pedro ignora todo y, a continuación, decide presentarle a su amigo y socio Requena, quien es miope y apenas si la recuerda.
Esta pequeña pieza teatral de Usigli ofrece, además de un patetismo que se presta al humor, un enredo del argumento que ni siquiera es un juego de malos entendidos, como en Noche de estío. No hay juego de malos entendidos porque María Aurelia no realiza una interpretación de Requena. Simplemente da por hecho que es alguien que la ha descubierto y por ese motivo entra en pánico. Aquí la construcción de la realidad por parte de María Aurelia se realiza a través del miedo. El desasosiego y el temor a que la verdad se revele a Pedro, su marido, obliga a María a construir una realidad que para ella es auténtica, esto es, etiquetar a Requena como un testigo del acto de adulterio y un potencial delator de esta verdad.
Si bien, es una realidad fabricada a través del miedo, es hasta ese momento una realidad individual, pues sólo es un constructo del miedo de María por ser descubierta; sin embargo, esta realidad individual pasa a ser colectiva al momento en que María la cuenta a Roberto. Y aunque es una realidad artificial, no deja de ser efectiva en cuanto a su ejecución, pues tiene repercusiones graves en el desenlace de la obra. El carácter que autentifica a esta realidad construida socialmente motiva a ambos personajes a separarse. En otras palabras, la pieza, más allá de lo simpática que pueda parecernos, o incluso si se desdeña su carácter moralizante, es una obra que representa una realidad construida a través de la paranoia social.
Y, después de conocer el desenlace de la pieza, sabemos que María se dejó llevar por el miedo a ser descubierta ante los ojos de su marido como una adúltera y de esa manera creó una ficción que contaminó también a Roberto.
Podemos pensar como lectores que todo fue una mentira, pero estaríamos cometiendo un error de categoría axiológica, pues no hubo intencionalidad de mentir. Es necesario aclararlo, pues la mentira surge de una intencionalidad, mientras que el error es epistemológico. La cuestión de la mentira es una cuestión ética; lo que realmente se desarrolla en esta pieza es el avance de un error o de una falsa creencia. María construyó una realidad a partir de un error: el error de dar por hecho que Requena la vio y, quizá, hacer la conjetura de su posible denuncia ante Pedro. Fue un error que tomó la categoría de verdad.
Ya que sabemos que la obra gira en torno a un error que no puede tener en sí mismo la categoría de discurso apofántico (o discurso verdadero), por otra parte descubrimos que este falso discurso revela como efecto inesperado una verdad fuera de contexto: el genuino sentir de María Aurelia hacia Roberto. Ella, al haber construido una realidad a través del miedo, de la misma manera actúa dentro de esa realidad fabricada y crea una situación alternativa en la que termina por involucrar también a su amante. Éste le propone huir a su lado y María le revela esta verdad descontextualizada, la de sus auténticos intereses y su poco afecto hacia él. Lo sorprendentemente ingenioso de esta pieza es cómo Rodolfo Usigli estructura una obra que gira a través de un error, una falsedad que efectúa el descubrimiento de una verdad en los propios personajes. En otros términos, María Aurelia construyó una realidad paralela. Sin embargo, lo que legitima esta realidad que María Aurelia construyó es la ubicación del miedo. Digamos que es un miedo engendrado por el caos y no por la muerte, como sí es en el caso de Noche de estío. No obstante, se trata de una experiencia del miedo lo que plantea la situación marginal para la protagonista de esta pieza.
Por otro lado, en Noche de estío sí es la proximidad de la muerte lo que legitima la realidad artificialmente construida de los personajes que se encuentran dentro de la casa del Ministro Paniagua, dado que la muerte plantea la amenaza más terrible a las realidades establecidas en la vida cotidiana. En un principio, los personajes de la pieza mantienen un orden de vida tranquilo y rutinario, pero no es hasta que comienzan los rumores y las señales que desestabilizan su realidad que se integra en su pensamiento la muerte dentro de su realidad social y, por lo tanto, adquiere importancia primordial para su orden cotidiano.
Berger y Luckmann plantean que la vida cotidiana puede retener su plausibilidad subjetiva sólo si se la protege constantemente contra el terror. El orden institucional representa una defensa contra el miedo; sin embargo, las funciones anómicas surgen a partir de la proximidad de la muerte.
Ser anómico, por tanto, significa carecer de esa defensa y estar expuesto, sólo, al asalto de la pesadilla. Si bien el horror a la soledad ya existe como algo que probablemente se da en la sociabilidad propia de la constitución del hombre, se manifiesta en el plano del significado en la incapacidad de éste para llevar una existencia significativa aislado de las construcciones nómicas de la sociedad. El universo simbólico resguarda al individuo contra el terror definitivo adjudicando legitimación definitiva a las estructuras protectoras del orden institucional.[1]
Los personajes de Noche de estío están entregados al terror y su pesadilla la materializan en un elemento de la realidad que se encuentra próximo a ellos. Por tanto, el orden institucional que ellos estaban acostumbrados a seguir en su vida cotidiana queda relegado. Es a partir del terror por la muerte lo que los orilla a construir una realidad motivada por la paranoia, y aunque es una realidad artificial, la viven como una experiencia de la realidad más inmediata.
Las funciones anómicas en estas piezas demuestran cómo un personaje puede sugestionarse y cambiar su realidad (y por lo tanto desplazar la verdad) en función de su auto preservación. Y lo que resulta más interesante, y por lo tanto, más estéticamente llamativo, es que la confrontación entre la verdad y la mentira son los dos elementos que constituyen el motor de la trama.
[1] P. Berger & T. Luckmann, La construcción social de la realidad, traducción de Silvia Zuleta, Buenos Aires, Amorrortu, 2015, p. 130.