Por los tajos conocí el camino A(Tajos) migrantes,
de Camila Krauss

Pablo Rodríguez
Abril-mayo de 2022

 

Los sistemas políticos que nos rodean muestran un mundo fragmentado, el cual es imposible entender de manera secuencial. Todo nos acontece al mismo tiempo: un capitalismo con sus dictaduras, desapariciones y pandillerismos; una Centroamérica atravesada por la pobreza, el narcotráfico y el miedo; un Estado vacío e incompetente. ¿Cómo hablar, entonces, de un fenómeno tan complicado como la migración, si muchos de nosotros no hemos vivido, en carne propia, las razones que obligan a las personas a irse? Nos conocemos en la medida que hablamos de estos fenómenos.

La moral queda fuera. No podemos juzgar a alguien por querer una mejor vida, pero sí podemos acercarnos a lo que sus ojos ven. En la noche, la Bestia quema los rieles y el lenguaje puede traernos un poco de ese estruendo. En el día, las patronas arrojan su comida al viento y nosotros no vamos a agarrarla, pero sí sabemos que alguien la lanzó. Aquí la palabra nos da experiencia y nos vuelve empáticos. El lenguaje migra y perece en el desierto; se queda varado en albergues y recolecta monedas en los cruces. El lenguaje también sigue las migajas de una economía neoliberal a lo Hansell y Gretell —American Dream—. Eso es justamente lo que sucede en A(Tajos) migrantes, libro entrañable de Camila Krauss.

Estamos frente a un bloc de notas que parte de la experiencia de Krauss durante su voluntariado en el albergue Hermanos en el Camino (Ixtepec, Oaxaca). En su estancia, Camila —a lo Gonzalo Rojas, al aventar un cuchillo a su mesa y escribir mientras crepitaba la cuchilla— recabó un breviario de las voces que están de paso. Desde poemas que son secuencias verbales —“Tajonear / Rascarse entre las piernas / Meterse el celular en el escote”—, hasta fragmentos de otros discursos —hay referencias de literatura, cine o Wikipedia, por ejemplo—, Camila construye —como quien tiende en la mesa, a altas horas de la noche, un mapa para cumplir un sueño— una serie de fragmentos que, más allá de moralizar o puntualizar un juicio, miran con sensibilidad y respeto las vidas de los migrantes.

Óscar Martínez dice que el lenguaje de la migración es el lenguaje de la rabia, pero también uno que genera empatía. Lo que se vive dentro de A(Tajos) es una serie de anécdotas dispersas que, en conjunto, nos empatizan con la experiencia del otro. De igual manera, nos muestra la capacidad de la poesía de ser un espacio que rompe el hermetismo de esa individualidad, producto de un capitalismo fallido, que castiga y desdeña a los seres que se desplazan por una mejor calidad de vida. La voz de Camila no es una voz que quiera sublevarse o adoctrinar a otras, es una voz consciente de su entorno.

Ahí radica el valor del libro. Responde a su tiempo desde las vísceras porque hay hambre, hay muerte, corrupción y violencia. Donde los breves destellos de la felicidad no tienen cabida, Camilla capta las risas y el reguetón a medianoche en un albergue; aparecen, por ejemplo, dos mujeres arregladas que van a “buscar negro”, aparecen sus “[Risas]”. A manera de un efecto Rashōmon —película que se recuerda entre las páginas—, vemos una realidad migrante de más de una cara. Camila nos invita a que armemos juntos este rompecabezas subjetivo al que siempre le hará falta una pieza; pero nos advierte: “un solo hecho, cientos de versiones migrantes”. Un no lugar en Ixtepec, Oaxaca, se abre ante nosotros y, entre los cientos de rostros que vemos, existe uno: el de la realidad humana.

El libro de Krauss permite una reflexión sobre nuestro entorno social y político, al igual que de la poesía. Podríamos resumir A(Tajos) en la palabra “registro”. ¿Esto es algo malo? No. ¿Cómo podríamos asir algo así de complejo si no es registrándolo? “El cuaderno de apuntes”, identificado por Daniel Saldaña París en la contracubierta del libro, nos habla de las inquietudes artísticas de Camila. Como lo harían los artistas contemporáneos en sus prácticas de archivo, A(Tajos) no es, sucede con nosotros y nos provoca una lectura arriesgada como quien se apura a escribir una nota antes de perder lo que está enfrente.

La rapidez no es un punto débil: leemos notas que, por momentos, rehúyen ser poemas canónicos, y no por esto carecen de materia artística. Es así como este registro revela el trabajo de Camila: ella no se encierra en su torre de marfil, tan señalada por autores como Witold Gombrowicz; sino que observa desde la imposibilidad del lenguaje —¿qué decir ante lo que veo?—. El fenómeno migratorio es, a fin de cuentas, el fenómeno del origen humano; un fenómeno que ve en sus fragmentos un “Lenguaje para quebrarnos”.

La escritura de Camila es fresca por enredarse con varios discursos. Por momentos estos poemas tienen aire de crónica; en otros, leemos las anotaciones de un libreto, donde la poesía se cruza con la dramaturgia. En esta línea, A(Tajos) dialoga con el Libro centroamericano de los muertos de Balam Rodrigo, ya que ve en las direcciones y en los nombres propios algo que los porcentajes —tan utilizados en las “crónicas pulcras” o el periodismo de datos duros— no pueden asir: la voz humana quebrándose por una identidad. Así, la escritura de Krauss me recuerda a ese ojo sagaz y observador de Valeria Luiselli; un ojo que, sin duda, ha tocado nuestras fibras más sensibles y nos ha permitido saber que “migrar”, en palabras de Krauss, “también es mentir”.

Lejos del romanticismo que puede adjudicarse a esta expresión, conocer la escritura de Camila es conocerla a ella. Durante las primeras sesiones de Bruma Laboratoria en Xalapa, Veracruz —espacio de arte contemporáneo que compartimos por poco tiempo—, me sorprendió su capacidad de observación; sentada en el suelo o viendo de reojo a los talleristas, Camila tomaba nota de todo. La escritura también es manía y no me sorprende que, después de A(Tajos) migrantes, la escritora nacida en año bisiesto —todavía me tocó probar los tamales canarios que llevó a Local, sede de Bruma—, con el respeto y la profundidad con la que mira, llegue con un nuevo libro y nos cimbre las entrañas.

A(Tajos) migrantes

Camila Krauss

Monterrey, uanl, 2020, 112 pp.

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Pablo Rodríguez

(Xalapa, Veracruz, 1997).

Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana. Realizó una estancia de estudios en Granada, España. Becario del pecda Veracruz, del Curso de Creación Literaria para Jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Festival Cultural Interfaz, los tres en el área de poesía.Textos suyos han aparecido en medios digitales e impresos como Periódico de Poesía, Carruaje de Pájaros, Punto de Partida, Punto en Línea, Casapaís, Círculo de Poesía, Vallejo & Co., Criticismo, entre otros. Participó en la publicación 106 preguntas específicas sin respuesta definida (Piedra Ediciones-Bruma Laboratoria, 2021). Actualmente trabaja en el Instituto Veracruzano de Cultura.