En los últimos años, los estudios de las humanidades son tildados de meros obstáculos en la carrera de científicos que sólo quieren aprender detalles relacionados con su campo. Resulta refrescante, por tanto, recibir un texto de la magnitud de Angostura: en defensa del leer, de Mariana Bernárdez. Mi evaluación de libro se basa en que combina magistralmente el tema y la técnica, dos detalles que siempre me fascinan como consumidor de textos tanto visuales como gráficos y este texto califica como los dos. (Hago paréntesis en mi comentario para recalcar el cuidado que se la ha dedicado al diseño del libro y a las impresionantes ilustraciones de Irma Bastida Herrera y Rocío Solís Cuevas).
Como poeta de oficio, Mariana Bernárdez ha publicado prolíficamente títulos de poesía. Como intelectual, con las debidas acreditaciones académicas, ha publicados ensayos. Este tipo de publicaciones siempre han subvertido las convenciones del género literario, lo que es importante tener en cuenta al hablar de una escritora con una predilección por los clásicos griegos. Al recibir mi copia de Angostura: en defensa del leer para participar en la presentación del libro, asumí que se trataría de un nuevo texto de poesía o de un ensayo. Al examinarlo con mayor detenimiento, percibí que resulta complicado ubicarlo nítidamente bajo un membrete. Fue escrito con la maestría lírica a la que Mariana nos tiene acostumbrados, con base en el uso de un lenguaje muy bien trabajado, metáforas cuidadosamente construidas, reflexiones que invitan a la deliberación profunda de temas intelectualmente avanzados, y sobre todo de relecturas. Este texto habita muchos territorios sin permitir que se lo asuma cómodamente como parte de uno o de otro. El libro mismo juega autoreferencialmente con este aspecto con la simple frase “El libro es”.
De entre las múltiples partes del texto destaco el capítulo XII por su lectura de uno de mis cuadros favoritos, Una muchacha en la ventana, de Salvador Dalí. Repito, la voz del poema hace una lectura de este cuadro:
Navega navegadamente, recitaría otro poeta primordial, tal vez al recordar el mar azulísimo apresado por Dalí en Una muchacha en la ventana. La figura se fusiona con la del pintor en la ejecución del cuadro, se atiende al cuerpo de espaldas de la muchacha absorta y acodada, que observa el oleaje calmo.
El ojo en su triple salto mortal reinventa la multiplicidad de los planos. Cualquier rastro es una intersección y los siglos se estrechan en su distancia.
Nótese la combinación intertextual partiendo de la lectura del poema enlazada o tejida con las emociones que provoca la manera en que Dalí ha “ejecutado” el cuadro. Aunque la pintura provoca todas las sensaciones descritas, estas no se podrían manifestar sin el lenguaje que eventualmente nos permite articularlo:
. . . este es el periplo del lenguaje, éste, el de las ideas, esto o aquello, o los dos.
La ventana era muy azul y el mar también, y ganó para sí el imaginario que develaría su destierro en la “Variación I. Azules.”
Y el énfasis en el rol del lenguaje para poder “materializar las emociones que provocan las artes”: ¿Qué se prolonga en la víscera del lenguaje?
Menciono igualmente las secciones en que la escritora conversa con su futuro lector dándonos una nueva versión del acceso al acto creativo que se inicia al contemplar una página en blanco y que generalmente asumimos con un acto solitario. En el libro se la vuelve una tarea dinámica como se observa en las “conversaciones” de la escritora con un posible lector futuro: “Leer-escribir-leer… ¡planta-semilla-planta!”. La escritora misma se convierte en una de esas lectoras que relee lo que ha escrito y se convierte en parte de la audiencia para la que se ha creado el texto o para la que crea el texto en el momento que se construye el poema.
Al leer los textos provenientes de Ficciones, de Jorge Luis Borges, en un grupo de lectura descubro que Mariana Bernárdez alude a lo que Peter Brooks llamaría “la coherencia final” y a lo que Borges califica “el apremio del llamado del libro”. Bernárdez compone una experiencia estético-visual y sugiere que esa experiencia procura satisfacer el deseo narrativo que se inicia desde el momento en que un lector coloca un libro nuevo en sus manos:
Cierra los ojos, siente el peso del papel, toca las hojas que lo entrañan y adivina el gramaje distinto que compone sus guardas y sus tapas; presiente los tejuelos, sigue el entalle de su lomo con costillas y entre nervios, repasa el refinado de su corte delantero cóncavo, la solapa…
Aguarda, repara en su encuadernación, cosida con hilo de seda… Acércalo a tu rostro, deja que el olor de los pigmentos atormente tus sentidos.
Maravíllate ante su perfección.
La voz alude así a este acto o sensación que representa la lectura de los textos en procura de la coherencia final que satisfaga el deseo del lector al abrir las primeras páginas de un libro. Y toda esta conversación sobre la lectura encajó dentro de la sesión dedicada precisamente a leer cuentos de Ficciones como si deshebráramos un tapiz para reconstruirlo después de haber analizado cada detalle. Como profesor, me fascina ver como se iluminan los ojos de los lectores al descubrir estas pistas escondidas a plena vista por el escritor argentino. Y una vez llegado a ese punto, se puede “entender” la trama y se satisface esa pasión que nos induce a leer con el celo de un deseo lacaniano: llenar un vacío que nos acosa y que no podemos satisfacer, pero que seguimos intentando cubrir leyendo otro libro más.
¿Quién no ha sentido el apremio del llamado del libro? Difícil no responder a esa pasión de querer saber que habrá de ocurrir con la trama recientemente estrenada. Sin más se quisiera que las horas de lectura fueran una amorosa dilación, y que el placer perdurara.
Mi última observación me remonta a los palimpsestos. Angostura menciona los libros de viejo que almacenan las miradas de los que los han leído previamente y que son ya parte integral de libro.
Los invito a deleitarse con la lectura de este volumen que provoca tantas reflexiones sobre el acto de leer, escribir, y consumir la lectura para satisfacer el deseo que habita en todo lector: el de alcanzar la coherencia final.
Angostura: en defensa del leer
Mariana Bernárdez
México, Secretaría de Cultura del Estado de México, 2021, 144 pp.