José Agustín, lector profesional

Nora de la Cruz
Noviembre-diciembre de 2021

 

He visto el episodio biográfico que el canal once le dedica a José Agustín más veces que cualquier otro video de YouTube. Sé de memoria anécdotas que se cuentan en esa entrevista y no me canso de visitarla, pero me sigue pareciendo imperdonable la secuencia de inicio: imágenes del jardín de la casa del autor, en Cuernavaca, musicalizadas con la chillona versión de “High school confidential” de Enrique Guzmán y los Teen Tops. Un detalle no muy joseagustiniano, a decir verdad, pero muy revelador cuando pensamos en la imagen más difundida de este escritor y su obra: su nombre convoca de inmediato la etiqueta de “Literatura de la Onda”, rocanrol, drogas, adolescencia eterna.

Esa mirada me desconcierta casi tanto como la mala selección musical de ese programa. No era tan difícil acertar con la versión de Jerry Lee Lewis, pero también me habría parecido injusta. Los libros de José Agustín suenan mucho más a los Stones, Led Zeppelin, Cream. Acaso Elvis. Nunca Enrique Guzmán. Y sus alcances se extienden más allá de las historias de iniciación y el slang chilango. En lo personal, La tumba y De perfil me divirtieron, pero no me dijeron demasiado. Mi contacto real con José Agustín derivó de otra lectura, quizá una de las más desconocidas de su producción: Vuelo sobre las profundidades, editado por Lumen a finales de 2008.

No puedo recordar con exactitud qué me llevó a comprar ese libro y devorarlo en poquísimas horas, pero muy probablemente fue que mientras escribía la tesis doctoral encontré un dato que me intrigó. Mientras que los críticos literarios decidieron ignorar o desestimar Testimonios sobre Mariana, novela que representaría el regreso de Elena Garro al panorama editorial,una de las pocas reseñas favorables, si no la única, había sido escrita por José Agustín, quien celebraba la complejidad de la obra y la valoraba positivamente.

Nunca he podido encontrar esa reseña, pero esa mención bastó para despertar mi interés en lo que el autor pudiera decir sobre otros libros. En ese sentido, Vuelo sobre las profundidades resultaba promisorio: se trata de un conjunto de textos leídos o publicados previamente, en los cuales José Agustín habla del oficio de la escritura, pero también acerca de los autores que admira (todos hombres, también hay que decirlo). Descubrí en esa colección la ligereza que lo caracteriza, pero también afinidades interesantes, por ejemplo, nuestra afición por la literatura norteamericana y nuestro interés en las teorías de Jung. Había, por supuesto, discrepancias: dos textos dedicados a la ciencia ficción y otro a las historias protagonizadas por Sherlock Holmes.

Lo que descubrí en este tomo fue revelador. No solamente la esperable declaración de influencias —me atrevo a decir que el interés por jugar con el lenguaje proviene de su admiración por la gran capacidad de Vladimir Nabokov para hacerlo en Lolita— sino la agudeza crítica de José Agustín al expresar su admiración por las obras que lo deslumbraron en distintos momentos de su vida. Al hablar de la citada novela de Nabokov, por ejemplo, es capaz de ir más allá de lo escandaloso o cuestionable de la trama para señalar los recursos técnicos que hay en juego, o la crítica a la sociedad norteamericana que con frecuencia se pasa por alto. Al comentar su interés por la ciencia ficción, cita obras y autores diversos y despliega referentes adquiridos en otras lecturas para identificar tópicos universales que podrían despertar el interés de quienes no frecuentamos el género, como yo.

En la relectura, sin embargo, es inevitable notar lo que hace casi diez años, cuando leí este tomo por primera vez, me pasaba inadvertido. He mencionado ya la ausencia de mujeres en este canon personal, y me parece recordar que la única a la que menciona con cierta reverencia, pero sin adentrarse en su producción, es Rosario Castellanos. Mientras que en las entrevistas que he repetido hasta el absurdo en YouTube dice que cuando presentó La tumba en el taller de Arreola, compañeros como José Carlos Becerra señalaron su semejanza con Bonjour tristesse, de Françoise Sagan, y Chocolates for breakfast, de Pamela Moore, sin hacer ningún juicio de valor respecto a esas novelas, en su texto dedicado a ese mismo episodio de su carrera se refiere a ellas como “comerciales” y da a entender que la comparación era, entonces, despectiva. No faltan los adjetivos incómodos para referirse a los cuerpos femeninos, por supuesto, comprensibles en su contexto, pero quizá lo más doloroso sea leer esa referencia, muy de pasada, a Tita Valencia, descrita como “la novia en turno del maestro, a quien ella después le dedicó su primera novela, Minotauromaquia”. La cita proviene de un texto publicado originalmente en 2002, hace casi veinte años, cuando a todos nos parecía normal que los “genios” aprovecharan su posición de poder para tener muchas “novias”. Hoy, a la luz de la reciente publicación del libro de Valencia, la declaración no deja de ser muy elocuente: la novela de José Agustín, como él mismo relata, gozó de toda la protección y el cuidado de su maestro. La de Valencia no corrió con la misma suerte.

Pese a las divergencias y las disonancias, aunque no todas sus ideas hayan resistido el paso del tiempo, José Agustín es un lector con quien todavía disfruto dialogar. Me sigue contagiando su entusiasmo por la generación beat y por Salinger, comparto su curiosidad por el estudio de la psicología y sus puntos de contacto con el misticismo oriental. Sin duda, su agudeza me hizo valorar distinto algunos textos que daba por conocidos, e incluso otros que de otra manera no me hubiera interesado conocer. Por ello, y contra todo pronóstico, Vuelo sobre las profundidades es uno de mis libros preferidos del autor, quizá el que me hizo conocerlo mejor. Lo suficiente como para afirmar que la banda sonora de su vida no empieza con los Teen Tops.

Vuelo sobre las profundidades

José Agustín

México, Lumen, 2008, 136 pp.

Ir al inicio

Compartir
 

Nora de la Cruz

(Estado de México, 1983)

Autora de la novela Te amaba y me chingaste (Vodevil, 2018), y el libro de relatos Orillas (Paraíso Perdido, 2018). Compiladora del volumen Bidi Bidi Bom Bom: diez y cinco writers en torno a Selena (Paraíso Perdido, 2019).