Moscas en la casa:
lo cotidiano en la ensayística de Augusto Monterroso

Michelle Monter Arauz
MNoviembre-diciembre de 2021

 

 

Imágenes del libro Movimiento perpetuo, México, Era, 1972


Cuando tengas algo que decir, dilo,
cuando no, también. Escribe siempre.

“Decálogo del escritor”, Eduardo Torres

 

Yo no sabría decir si mi mente es de esas de las muy comunes,
pero es en lo obvio en lo que con mayor frecuencia encuentro sorpresa.

Et in Arcadia ego y lo obvio”, Augusto Monterroso

En definitiva, Augusto Monterroso hubiera sido un gran tuitero. Su escritura breve, su punzante sentido de la ironía, sus aforismos y palíndromas son la fórmula ideal para popularizarse en esa red social. En una época en la que parece imprescindible que los y las escritoras desplieguen una personalidad atractiva en las redes sociales, me atrevo a decir que Monterroso ostentaría el primer lugar del podio de Twitter, de la mano de Margo Glantz, y en un segundo lugar pisándoles los talones, se encontraría sin lugar a dudas Eduardo Torres. No obstante, y a pesar de estas conjeturas, lo más cercano a su presencia en el mundo virtual es un perfil a modo de homenaje llamado “Monterroso Bot”,[1] creado por Ernesto Priego, que publica varias veces al día distintas versiones de “El dinosaurio”, entre las cuales rescato las siguientes por premonitorias: “Cuando despertó, el DF ya no estaba allí”, “Cuando despertó, la quincena ya no estaba allí”, “Cuando despertó, Star Wars todavía estaba allí”.… ad nauseam.

Pienso lo anterior porque, a lo largo de la producción ensayística de Augusto Monterroso, podemos encontrar un tema mayor que contiene no sólo la esencia de su escritura, sino el hilo conductor de su obra. Es a este tema al que además le dedicó todo un libro. Me refiero a la imagen de las moscas como esos entes omnipresentes: que se encuentran afuera y adentro, en el bote de basura y en la tierra baldía, en las bibliotecas y las oficinas. Aquí, como en Guatemala y en Honduras, las moscas son vigilantes y testigos de la existencia humana; además de ser un medio de transporte de la materia abyecta de nuestros cuerpos, casi que un modo de trascendencia de la vida. Es cierto, las moscas aluden a la existencia en constante transformación, pero me parece que también a aquello que obviamos por cotidiano. Las moscas siempre están ahí, al fin y al cabo “donde uno pone el ojo encuentra la mosca”, escribe Monterroso en el texto que abre su Movimiento perpetuo de 1972.

El ensayo de Monterroso flirtea con el género de las memorias, el testimonio, los diarios, inclusive las notas. Si bien su intención de escribir una memoria se vuelve realidad hasta la publicación de Los buscadores de oro en 1993, desde la confección de Lo demás es silencio (la vida y la obra de Eduardo Torres), de 1978, su escritura nos habla de una forma biográfica ficticia pero biográfica al fin—; también en La palabra mágica, publicado en 1983, encontramos una escritura personalísima.

Llego a donde quería llegar. Si usted, querido lector o lectora, abre el libro titulado La letra e, cuyo origen data de 1987, se encontrará con que los textos son como las entradas de un diario,[2] muchas de las cuales comienzan con un verbo conjugado en la primera persona del tiempo presente: leo, releo, conservo, tengo, estoy, recuerdo, recibo, soy. El escritor escribe acerca de su día a día y La letra e funciona como un registro de la cotidianidad de un hombre llamado Augusto Monterroso. Por cierto, Francisa Noguerol está de acuerdo con que la “e” procede de “ego” y “escritura”, pero apunta que posiblemente también de la palabra “ellos”, la cual alude a los diversos Augustos que conviven en la figura de Monterroso.[3] En el prefacio de este libro podemos leer: “me encontré con diversas partes de mí mismo que quizá conocía pero que había preferido desconocer: el envidioso, el tímido, el vengativo, el vanidoso y el amargado; pero también el amigo de las cosas simples, de las palabras, de los animales y hasta de algunas personas, entre autores y gente sencilla de carne y hueso”.[4]

Si Monterroso escribe sobre su cotidianidad, es lógico que en sus textos reflexione sobre el acto de la escritura. Considero que el siguiente extracto es uno de los mejores consejos que se le pueden dar a alguien que escribe: “¿Debo escribir con verdad lo que sé o lo que siento? Personas que desean dedicarse a la literatura me preguntan eso. ¿Hoy, en el momento en que me está sucediendo, o mañana, en frío? Nadie lo sabe: mézclalo todo, póngase a trabajar y lo que salga será lo que salió y que Dios lo bendiga, o la bendiga”.[5] En este mismo tenor se encuentra el “Decálogo del escritor”, firmado por Eduardo Torres. Este decálogo, que no contiene diez, sino doce preceptos, comienza con la manda de “escribir siempre”, incluso si no tenemos nada que decir. Pero Monterroso sabe que el ser humano es un animal que siempre tiene algo que decir, aunque eso no signifique que sea sensato. En el ensayo titulado “Tontería-inteligencia”, de La letra e, el autor indica que “la tontería humana abunda tanto que buena parte de ella va a dar a los inteligentes, quienes la emplean con más soltura y confianza de lo que haría un tonto”.[6] Luego, me parece que es justo el temor a escribir alguna idiotez lo que a muchas nos frena de publicar lo que escribimos. No obstante, no caigamos en pánico puesto que Monterroso sentencia que “la literatura no se hace con inteligencia sino con talento [...] parece que la tontería es su materia prima”.[7]

En definitiva, Augusto Monterroso se hubiera maravillado de Twitter.

 

Adenda

En las noches, cuando trato de dormir, a veces puedo escuchar el zumbido de una mosca. No la puedo ver, pero la imagino choncha y pesada, del tipo de las panteoneras. Se posa en mi brazo, luego baja hacia la punta del dedo gordo de mi pie y, no conforme con eso, sube y me revolotea sobre las orejas. Su zumbido me recuerda al sonido de los aviones cuando pasan por encima de mi departamento. Cuando esto sucede, es decir, cuando en el silencio de la noche esas moscas me impiden conciliar el sueño, rendida, suelo pararme a escribir. Sean verdaderas las moscas o una simbólica proyección de mis angustias, ellas son las responsables de este texto. Y Monterroso, siempre Monterroso.


[1] “Monterroso Bot”, disponible en: https://twitter.com/Monterrosiana

[2] La palabra “diario” también es entendida como sinónimo de periódico, puesto que una parte de La letra e fue tomada de los escritos de Monterroso en un periódico mexicano. Cfr. Augusto Monterroso, La letra e, Ediciones Era, 1987, p. 7.

[3] Francisca Noguerol, Semblanza Augusto Monterroso, Ediciones Eneida, Madrid, 2004, p. 56.

[4] Augusto Monterroso, La letra e, Ediciones Era, 1987, p. 7.

[5] Augusto Monterroso, “Todo el Modernismo es triste”, La letra e, Ediciones Era, 1987, p. 101.

[6] Augusto Monterroso, “Tontería-inteligencia”, La letra e, México, Ediciones Era, 1987, p. 119

[7] Ibid, p. 120.

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Michelle Monter Arauz

Traductora, editora y escritora. Egresada de Ciencias del Lenguaje de la UANL, es Especialista en Literatura Mexicana del Siglo XX y Maestra en Literatura Mexicana Contemporánea por la unidad Azcapotzalco de la UAM. Su trabajo se encuentra publicado en medios como NexosLa Tempestad, y Este País.