Drawing VII, dibujo de Joseph Conrad, tomado del libro Joseph Conrad: a Psychoanalytic Biography, Bernard C. Meyer, Princeton, N.J., Princeton Univ. Press, 1970
Pese a que la novela podría ser considerada policiaca —con intriga política (un atentado posible de una embajada, un espía o agente doble), con un club de anarquistas que se reunen de manera consecutiva, policías en contraste: el detective Heat con métodos convencionales y el Comisario que recién llega de las Colonias— no es una obra convencional del género. Hay todo para el suspenso, el drama, la persecución incluso.
El agente secreto posee un misterio por resolver. La anécdota es simple: Mr. Verloc, un supuesto espía al servicio de una embajada, es presionado para que se lance a la acción. Por ello, se tiende un atentado con bomba en el Observatorio de Greenwich. Existe una víctima, su cuñado, un chico con problemas mentales pero que confiaba ciegamente en él. En teoría se trata de un accidente, pero a Mr. Verloc le sorprende que el chico no corriera para ponerse a salvo, que hubiera sido torpe hasta el último minuto. El detective Heat logra que Mr. Verloc confiese. Y lo que vendría después es una vuelta de tuerca, justo cuando se pensaba que no podría pasar nada más.
Hay una atmósfera de tensión, de algo que está por suceder, un suceso trágico, una investigación policiaca y un final inesperado. Un final como de teatro incluso pues quien termina la historia es un personaje secundario. Como sucede con los coros griegos. El personaje secundario que resultaría ser el central es elusivo, distante, retraído, la pieza clave de todo un mecanismo de justicia y venganza, aun si mal entendido: Winnie Verloc. El mismo autor alude algo respecto a este personaje: el marco de sus acciones, lo que la hace como es y lo que la lleva al desenlace no es la psicología, es decir, el análisis inconsciente de lo que una persona puede hacer o desear, sino su humanidad.
Algo es evidente, sin embargo: la preocupación de Conrad sobre dos cuestiones: la moral y el mal. Qué es el anarquismo si no la alteración del orden sin que ofrezca una alternativa. No es la sustitución de un régimen, es la disolución del mundo como tal. Por eso es fundamental comprender la idea de una bomba. Lo absurdo del accidente o atentado disfraza algo más grave: un hombre idiota, joven, protegido por la hermana-madre, es usado por su cuñado como carne de cañón. La víctima piensa que hace algo bueno porque considera que su cuñado es un hombre bueno. Es arrastrado a hacer algo que no comprende por instinto de bondad y agradecimiento. Eso supo entenderlo su hermana después, ese sacrificio puro de bestia doméstica. Por eso el crimen es doblemente imperdonable: por un lado, el homicidio accidental, por decirlo de alguna manera, y por otro, el abuso de confianza del que fue objeto. Hasta ese momento todo lo que era ella, docilidad y sumisión, supo despertar en furia desatada. Lo que sobreviene después cobra un sentido casi lógico. “En ese preciso momento Mrs. Verloc empezó a mirar por encima de ella misma, como si estuviera desligada de toda atadura terrena. Tenía su libertad. Su contrato con la existencia, representado por ese hombre de pie allí, había llegado a su fin. Era una mujer libre…”.
Sí, pero justo ahí, cuando era predecible, un poco, lo que vendría, el escritor toma el control de nuevo y arremete. En ese final Conrad habría hecho una heroína, una mujer revolucionaria. Así como Nora abandona a sus hijos en Casa de Muñecas, en un desplante incomprensible, en un abandono de toda obligación materna, doméstica, así Winnie Verloc tomó conciencia de su “libertad”, de no cuidar a nadie. Conrad comprendió muy bien el rol que se esperaba de una esposa. Al dejarla sin hermano y sin madre, su protagonista se tenía a sí misma. El problema fue después, cuando no supo qué hacer con esa libertad, y, al salir en la noche, presa del conflicto interior, obsesionada con lo que le esperaba si la policía la prendía, entrega esa libertad al primer hombre que encuentra: un compañero del grupo anarquista del marido. Winnie Verloc sería traicionada no por un hombre ambicioso, sino por una clase entera que se sabía superior a ella. Su conciencia de sí misma, en libertad, fue demasiado breve, demasiado poderosa, y era natural que no supiera qué hacer una vez que se había encontrado. No tenía experiencia en reconocerse.
(Acapulco, 1975)
Escritora, editora, traductora, profesora universitaria. Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2013. Autora de los libros Las canciones pop hacen pop en mí. Ensayos sobre lo ridículo, lo cotidiano, lo grotesco; Empacados al vacío. Ensayos sobre nada y Raras, entre otros.