Ismaíl Kadaré y la boda imposible

Adán Medellín
Julio-agostode 2021

 

Hay obras literarias que surgen de la preservación urgente del aquí y el ahora, de un pasado de heridas que se niega a desaparecer en la mente de sus deudos, anhelantes de comunicar al exterior una experiencia de dolor colectivo bien inscrito en el tiempo y el espacio. A esta intención pertenece El cortejo nupcial helado en la nieve, del escritor albanés Ismaíl Kadaré (1936), novela que se enfoca en una de las heridas más complejas y milenarias de la historia europea: el conflicto de los Balcanes.

Atento a monitorear narrativamente las acciones del totalitarismo y los regímenes autoritarios sobre las vidas cotidianas de sus ciudadanos, Kadaré deja la fábula kafkiana de su célebre novela El palacio de los sueños y se adentra en el realismo testimonial para contar la tensión existente entre serbios y albaneses por el territorio de Kosovo enmarcado en un hecho histórico específico: la represión del ejército yugoslavo en abril de 1981 contra estudiantes que protestaban por obtener una opción republicana para la zona kosovar. Aunque breve, El cortejo nupcial helado en la nieve le tomó a Kadaré fases de escritura entre 1981 y 1983 mediante un texto que se inspira en los recuerdos de la ginecóloga Sehadete Mekuli, esposa del escritor albanés Esad Mekuli, obligada a retirarse anticipadamente de su profesión en 1988 por su atención a los jóvenes manifestantes en los hechos mencionados.

La narrativa de Kadaré posee una de sus constantes en la reflexión y la recreación de la historia de Albania, con variados trabajos que han explorado la relevancia simbólica de Kosovo como cuna de identidad para serbios y albaneses. No por nada, el escritor caracteriza a estas tierras como una Galilea, “más bíblica todavía, toda repleta de cruces, de profetas desterrados, de apocalipsis”. Así, El cortejo nupcial helado en la nieve no pretende neutralidad. Reivindica la independencia de los territorios kosovares y su mayoría albanesa, y pugna contra todo intento de limpieza étnica que realizaron dirigentes de Yugoslavia durante años en una denuncia del régimen de terror psicológico de la época.

El libro dibuja las represalias que sufrieron los médicos que ayudaron o brindaron tratamiento a los manifestantes heridos en hospitales, mientras expone los juicios de la opinión pública en el poder contra la acción de los doctores, en lo que consideraban una traición al bienestar y la tranquilidad política de la entonces existente Yugoslavia. Kadaré narra días “desnaturalizados” y agotadores que parecen siempre el mismo día, un estado de sitio donde se espera la autoinculpación de hombres y mujeres en monótonas asambleas colectivas, llenas de gestos mecánicos e interrogatorios exhaustivos que buscan desnudar cualquier amenaza contra el estado.

El drama humano en Kosovo atrapa y nos sobrepasa como lectores. La novela es síntesis de una lucha sin cesiones ni pausas, de un odio añejo que no comprendemos en nuestra lejanía geográfica y nos suena irracional, intestino, interminable. Un odio que ha crecido como marca de identidad patriótica y de legitimidad comunal. “Alguien era incapaz de soportar que transcurriera un solo día sin sus correspondientes dosis de odio y de furor... Alguien no podía vivir sin el veneno del odio”, dice Teuta Shkreli, la doctora protagonista, investigada en la novela por su asistencia médica a los manifestantes heridos. También lo ve así su pareja sentimental, el escritor y filólogo Martin Shkreli, quien encuentra aterradoras premoniciones de la masacre con tanques de la actualidad en las acciones bélicas narradas en las antiguas baladas albanesas.

En el universo retratado por la pluma de Kadaré ya no se sabe de razones ni de resoluciones dialógicas. Todo aquí funciona por reacción: cada herida es acumulación o anticipación de la siguiente, y bajo esa lógica, ninguna de las dos facciones enfrentadas quiere claudicar. ¿Existe la posibilidad del perdón? ¿Adónde llega el valor de una disculpa? ¿Qué pueblo tiene la razón? ¿Qué porción debe ceder y quién debe hacerlo primero? Todo eso resuena en el interior del lector, y el final del libro, quizás un poco apresurado para encuadrarlo temporalmente en un par de días de narración, funciona porque nos deja suspendidos en la continuidad del conflicto. Entendemos que el ataque contra los médicos que auxiliaron a los jóvenes manifestantes es sólo un capítulo minúsculo, otra de las microhistorias dolorosas que se traga la Historia.

El narrador, pese a su posición en favor de la postura albanesa, apela a la razón humana por encima de razones políticas e históricas. Para él, no se trata de la primacía de albaneses o serbios. “Cuando a un lado se encuentran los manifestantes y al otro los tanques, no es posible tomar partido a favor de los tanques”, dirá su personaje Martin Shkreli. Porque al intento de protesta albanesa por Kosovo y al avance represivo de las autoridades yugoslavas no seguirá una disculpa pública, sino una reapertura de expedientes y fichas de civiles, que promete nuevos días de terror bajo órdenes de mantener las puertas abiertas de noche para someterse a la voluntad y la vigilancia de un Estado que gobierna con la fuerza y el miedo.

La novela atestigua la imposibilidad de hallar una solución sencilla y expedita a un territorio arrasado por las guerras étnicas, los baños de sangre, los hallazgos retóricos para justificar crímenes y los manejos tendenciosos de noticias, ante la impasibilidad de la llamada civilización occidental. La metáfora del título brinda una clave final: remite a las historias medievales de las caravanas que quedaban congeladas en sus trayectos, intentando enlazar en matrimonio a un hombre eslavo con una chica albanesa, por impedimento mágico de las Oras (erinias eslavas o albanesas): explicación simbólica del conflicto étnico incesante donde se funden el sueño y la realidad, imagen sutil de la esperanza suspendida de unión de ambas naciones, un anhelo de Kadaré para que un día serbios y albaneses vuelvan a respetarse, estimarse y unirse en paz.


El cortejo nupcial helado en la nieve

Ismaíl Kadaré

Traducción de Ramón Sánchez Lizarralde

Madrid, Alianza Editorial, 2007, 170 pp.

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Adán Medellín

(Ciudad de México, 1982)

Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la unam. Es autor de Vértigos, Tiempos de furia y El canto circular. Obtuvo el Premio Nacional de Relato Sergio Pitol, el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí, el Premio Nacional de Novela Élmer Mendoza y el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas.