A contracorriente:
la edición independiente de libros infantiles en México

Graciela S. Silva
Mayo-junio de 2021

 

 

Fotografía: Graciela S. Silva

 

Durante años, muchas editoriales infantiles mexicanas subsistieron y crecieron en gran medida gracias a los programas de las Bibliotecas de Aula y Bibliotecas Escolares de la Secretaría de Educación Pública (SEP) mediante los cuales se pagaban los derechos a las editoriales para producir millones de copias de algunos de sus títulos en ediciones muy sencillas, pero que suponían un importante porcentaje de las facturaciones anuales de estas editoriales y que se extendían hacia toda la cadena del libro.

Sin embargo, en los últimos años el número de convocatorias y compras fue disminuyendo de forma paulatina, y con el último cambio de administración federal lo mismo sucedió con los apoyos de coedición que también representaban un apoyo importante —en especial para las editoriales nuevas o muy pequeñas— para la publicación de títulos.

Así, las editoriales independientes enfocadas en el sector infantil y juvenil se vieron inmersas en un mercado en el que, además, las grandes editoriales ya tenían coptado el mercado escolar con paquetes (y contratos exclusivos) con los que los consorcios más importantes ofrecen libros de literatura al lado de los libros de texto de cada grado para los colegios.

En los informes de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) destaca que el rubro de libros infantiles y juveniles está en el tercer lugar en dinero facturado para el sector editorial, sólo antecedido por los libros de texto y escolares, y en segundo lugar por los libros de enseñanza de inglés.

No extraña que grandes consorcios editoriales como Macmillan, produzcan libros en los tres sectores, y tengan un sello de literatura: Ediciones Castillo. O en el caso de Grupo Prisa, esté Santillana para libros de texto, Richmond para libros en inglés y la parte de literatura en Loqueleo. El mismo modelo se repite en Grupo SM, en donde además tienen constantes programas de capacitación para las y los docentes, lo que de alguna manera se traduce en cierta fidelidad al momento de elegir los planes de libros para cada grado escolar.

Frente a este panorama, las editoriales independientes han tenido que hacer un esfuerzo importante por destacar por la calidad literaria de sus publicaciones, así como formatos y temas que saltan a la vista de otras publicaciones. Al mismo tiempo que los apoyos disminuían, las editoriales infantiles tenían que contender también con otro competidor-aliado: el Fondo de Cultura Económica (FCE).

Si bien el FCE ha permitido la formación de lectores por varias generaciones, también ha perpetuado la idea de que el libro “debe” ser barato, lo que en su caso es posible gracias al presupuesto anual que le es otorgado y le permite tener libros a costos accesibles, e incluso firmar contratos exclusivos con algunos de los autores de literatura infantil más importantes a nivel mundial, como Anthony Browne u Oliver Jeffers.

Editoriales como Ediciones Tecolote, Petra Ediciones o Ediciones El Naranjo han persistido en el mercado durante más de 20 años consolidando un estilo propio y atreviéndose también por la publicación de títulos en formatos novedosos, y libros álbum que apuntan más hacia la tradición del libro-objeto.

En la Feria del Libro Infantil de Bolonia —la más grande a nivel mundial— se ha reconocido el trabajo de estas editoriales con el premio BOP (Bologna Prize Best Children’s Publisher of the Year), que han recibido tres editoriales mexicanas como la mejor editorial de Centro y Sudamérica, en 2014 para Petra, en 2018 para Tecolote, y en 2020 para Ediciones Alboroto.

De esta última, destaca el trabajo de Mónica Bergna, quien fundó Alborto en 2018 y la ha convertido en poco tiempo en una de las editoriales infantiles mexicanas con una propuesta fresca, más arriesgada y menos preocupada por enmarcar sus títulos en lo que pide el mercado actual. Vale la pena revisar los libros publicados con textos de María José Ferrada e ilustraciones de Andrés López (El espacio entre la hierba y Noticias al margen).

Editoriales como Leetra, fundada en 2014, también han logrado mantener la atención del público con un catálogo sumamente atractivo por la elección minuciosa en donde caben por igual libros filosóficos, sobre arte o sobre las emociones, pero siempre alejados de los clichés y con una apuesta estética muy bien cuidada. Destaco títulos como Mi museo, Mientras te espero y Gastón.

En el caso de editoriales como Ediciones El Naranjo, sobresale la colección para bebés, con autoras como María Baranda (Un abrazo y Arrullo) y Martha Riva Palacio Obón (Beso y Cosquillas), con poemas que hablan sobre los afectos y se encuentran con vívidas ilustraciones. El Naranjo también ha apostado por la edición de novelas infantiles y juveniles, abriéndose paso entre las colecciones rojas y naranjas de las grandes editoriales, con una propuesta menos apegada a las edades prescriptivas y con novelas que abordan temas como la sexualidad, la orfandad, la muerte o el primer amor: Hermano Lobo, El fantasma de la casa del lago y Ella trae la lluvia.

De Ediciones Petra se distinguen también las ediciones en formatos innovadores, y en donde conviven libros de autores extranjeros con apuestas gráficas como los libros publicados por Chiara Carrer (Un día, A cada quien su casa) con los distintos títulos publicados por Jill Hartley en donde las fotografías sobre México son el eje central (Destaco Lotería fotográfica mexicana y ¡pica! ¡no pica!) y en donde también hay espacio para coediciones como ¡Después de la lluvia!, de Katsumi Komagata, un libro de una absoluta belleza que recrea la versión del arca de Noé en una metáfora con el tsunami nipón de 2011.

En el caso de Ediciones Tecolote, encontramos libros como Migrar, realizado a manera de amate y con formato de acordeón desplegable (similar a un códice) en el que se narra la travesía de una familia para cruzar la frontera; o El libro negro de los colores, que narra la manera en que un niño ciego percibe el mundo y sus colores.

A estas propuestas se suman las de editoriales como La Cifra, CIDCLI, Amaquemecan y Nostra, que han diversificado la oferta de libros infantiles y juveniles en México y han sobrevivido a un mercado muy competido y con una gran rotación de títulos en las librerías.

La distribución en el sector librero es otro de los grandes retos para las independientes, pues las grandes librerías como Gandhi y El Sótano reciben los libros a consignación por tres meses, y si en ese tiempo los nuevos títulos no tuvieron grandes ventas, serán libros que difícilmente volverán a ser distribuidos en todas las sucursales, volviéndose así casi inconseguibles para un sector importante de la población.

Gracias al boom del comercio electrónico, y con nuevos bríos derivados de la pandemia, muchas de estas editoriales han optado también por la creación de sus propias plataformas que les permitan además quedarse con el 40-50% del precio de venta al público de cada libro, que es otorgado a las librerías.

Frente a este panorama amenazador, las mayores proezas de las editoriales independientes son por un lado el acercar libros de calidad y con temas diversos (y acordes a los tiempos que corren) para niños y adolescentes; y por otro el abrir espacios para nuevos talentos: escritores e ilustradores, que muchas veces son publicados y descubiertos primero aquí.

Sin duda, uno de los espacios de mayor importancia para las independientes es la venta y exhibición en ferias como la FIL Guadalajara y la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), punto de encuentro con el público, así como con otras personas dedicadas a la labor editorial.

Curiosamente son también las editoriales independientes las que han logrado que los derechos de algunos de sus libros sean comprados y traducidos al extranjero, en un mercado editorial mexicano más propenso a comprar derechos que a venderlos.

Muestra de ello son las áreas de literatura infantil y juvenil de cualquier librería, en donde descubriremos la vasta cantidad de autores extranjeros que se encuentan entre los aparadores y libreros, que en la mayoría de los casos son compras de derechos de las editoriales mexicanas (o hispanas) a otras editoriales, así como la distribución de libros de editoriales españolas enviados para su venta en América Latina. Por el contrario, los títulos de editoriales latinoamericanas raramente son vistos con interés genuino y con miras a la publicación o distribución por los editores españoles.

Gracias a los premios recibidos en la Feria del Libro de Bolonia, o reconocimientos internacionales como la lista White Ravens, algunas independientes han vendido libros con propuestas frescas y han hecho frente a cierta visión colonialista que todavía persiste a nivel global, y han demostrado que existen propuestas de gran calidad con historias locales que también apelan a sentimientos universales.

Es de hecho, en el seno de estas casas editoriales, que se concibe a los niños como las personas que son, con intereses diversos y recordando que pueden acercarse a todo tipo de temáticas si se presentan desde la óptica adecuada. Por ello encontramos en estos espacios libros más arriesgados que saltan a la vista por sus propuestas y nos recuerdan que en la edición de libros lo mejor es olvidar las fórmulas y apostar por nuevos experimentos.

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Graciela S. Silva

Es editora, periodista y maestra en Historia del Arte por la unam. Su labor editorial se ha enfocado sobre todo en publicaciones infantiles y juveniles, en donde ha editado libros para Ediciones El Naranjo, Vicens Vives, Castillo, SM, entre otras.