Yo no fui un
pinche chamaco.
Entrevista con
Francisco Hinojosa

Carolina Gómez Gutiérrez
y Jorge Vázquez Ángeles
Mayo-junio de 2021

 

 

Francisco Hinojosa. Fotografía: ALR / INBAL


Francisco Hinojosa (1954) prefiere las entrevistas presenciales. Para uno de los autores mexicanos con más actividades en el país y en el extranjero, vivir a la distancia le da un sabor distinto a sus labores de promoción de la lectura. A pesar de los viajes cancelados a diferentes ferias del libro por las circunstancias actuales que, literalmente, tienen a buena parte del mundo encerrado en casa, el autor de La peor señora del mundo mantiene un ritmo imparable de actividades con sus seguidores, especialmente niños y jóvenes. “Me alimenta mucho estar con ellos, aunque sea con esta distancia virtual”.

Tan sólo en la última semana de marzo de 2021, Francisco Hinojosa sostuvo ocho entrevistas y los próximos días realizará más.

Sin embargo, la falta de contacto directo no le ha impedido vivir nuevas experiencias para nutrir su abultado libro de anécdotas —como cuando un niño chileno le preguntó si se alimentaba de comida para perros, como sucede con los hijos de su más famoso personaje—. Antes de empezar la charla con Casa del tiempo, pactada hacia las doce del día, Francisco Hinojosa se tomó unos minutos para conversar vía Zoom con la familia de un chico del Colegio Americano, institución en la que imparte una serie de charlas en todos los niveles de primaria. Durante la plática con los alumnos de cuarto grado, tras mencionar que es autor de Joaquín y Maclovia se quieren casar, el niño le dijo que estos personajes habían sido, en la vida real, su tatarabuelo y su tatarabuela.

“Lo publiqué en 1987, en la colección Libros del Rincón, de la Secretaría de Educación Pública (sep). Es un libro a partir de un paquete que contenía tarjetas postales que se enviaban dos novios en Guanajuato, en 1908, y las fotografías del día de su boda en 1909. Ya llovió. El escritor Leopoldo Zamora Plowes dejó estos documentos en el Archivo General de la Nación (agn). Fue muy interesante hablar de una ficción pura que no tiene nada que ver con la historia real. Descubrí, además, que el novio fue un fotógrafo experimental que luego ganó un concurso de cuento, antes de 1909, convocado por El Imparcial”.

De niño, Francisco Hinojosa soñaba con ser veterinario; luego, médico. Mientras elegía, también pensó en “una carrera que estaba en boga, Comunicación, le decían la gran preparatoria porque enseñaban de todo”, pero el cuidado de la salud le interesó más.  Mientras esperaba el inicio de las clases en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), decidió aprovechar los seis meses que le faltaban antes de usar una bata blanca para estudiar algo que le interesaba mucho, Literatura, en la Universidad Iberoamericana. “Me quedé ahí y, claro, después, en cuanto pude, hice el cambio a la unam, donde terminé la carrera de Letras Hispánicas”. A pesar de no haber estudiado Medicina, Francisco Hinojosa asume el papel de doctor en dos de sus libros: Manual para corregir niños malcriados y en su continuación, Manual para corregir adultos malcriados.

Entre los seis y los nueve años, Francisco Hinojosa vivió en el infierno: “Así le dicen a Mexicali, Baja California. El calor en cierta época del año es realmente atroz. Recuerdo que mi padre, al mediodía, ponía el rehilete de agua en el jardín y nosotros nos poníamos trajes de baño. Hacíamos una buena banda y como buena banda las travesuras y los juegos se nos daban muy bien. Mi madre me tuvo a los diecisiete años; yo digo que yo fui su última muñeca. A la edad de mi hija menor, veintisiete años, mi madre ya tenía cuatro hijos”.

Considera que vivió una infancia feliz, bastante normal, muy diferente a la que actualmente viven los niños. “El concepto que como adultos tenemos de los niños ha cambiado radicalmente y con la pandemia lo hará más. Primero, porque cuando vuelvan a las aulas después de año y pico de estar encerrados, los niños van a valorar más la sociabilización. Por otro lado, los niños de esta nueva generación tienen una facilidad para manejar la tecnología que nosotros no teníamos. Niños de cuatro años ya manejan el iPad. Desde luego, no todos están en esta situación”.

Estos cambios también suceden en la literatura, en la que, según Hinojosa, el niño es un lector exigente e inteligente. “Antes se pensaba que solamente podía escuchar historias de príncipes, princesas, animales, duendes y castillos, pero ahora todos los temas son susceptibles de tocarse en un libro de literatura para niños, como las desapariciones forzadas, por ejemplo. Todo depende del tratamiento. Leí un libro de Ana Romero, para niños como de quinto año, sobre un padre que emigra a Estados Unidos y abandona a sus hijos; se trata de un tema muy fuerte, muy bien tratado. Temas como la diversidad sexual, la esclavitud, el divorcio o la muerte ahora están presentes en la literatura infantil. Como decía, nuestra consideración hacia el niño ha cambiado, porque ya lo consideramos un ser más inteligente”.

Sin duda, Francisco Hinojosa ha sido pionero en estas transformaciones, en especial por La peor señora del mundo, un libro irreverente, que en su momento ayudó a romper muchos paradigmas. Escrito en tan sólo cinco horas, es el libro que más puertas le ha abierto, traducido a varias lenguas, transformado en obra de teatro y el pretexto para que maestras y maestros se disfracen cuando el autor participa en actividades de promoción de la lectura.  

“El personaje está basado en una vecina que era violenta, desagradable, que nos hacía la vida imposible. Fue mi manera de vengarme de esta mujer. Si hubiese sido vecino hubiera sido El peor señor del mundo. El género viene sólo de eso”.

Sin embargo, la publicación se enfrentó a varios obstáculos. “Los tres dictámenes del Fondo de Cultura Económica (fce) fueron negativos. Dijeron ‘Ese libro no se puede publicar’. Luego, fue prohibido en muchas escuelas y cuando era permitido los padres de familia reclamaban. Fue censurado muy al principio, especialmente por los padres de familia, más que por los maestros. Hoy es uno de los cinco libros más vendidos del Fondo. Todavía se le considera irreverente en Estados Unidos; un libro así no puede entrar a una escuela porque los dueños de las guerras del mundo, los dueños de las armas, así lo consideran”.

El azar y un libro que su hermana ganó en un concurso de oratoria llevaron a Francisco Hinojosa al terreno de la literatura; una vez allí, seguiría la rama de la literatura infantil y juvenil. “Era un libro gordote de pastas duras. A los dieciséis años, sin nada qué hacer, lo empecé a leer y me atrapó. Se llamaba Crimen y castigo, de Dostoievski. Regresaba de la preparatoria, comía, hacia la tarea y me dedicaba a leer, hasta que llegó ese momento que a todos los lectores nos parece terrible, horrible, espantoso, esas tres letras que dicen ‘fin’ y te queda un hueco en el estómago”.

Luego, a los diecisiete años, la hepatitis lo tuvo en cama durante dos meses. La lectura se convirtió en la mejor manera de pasar el tiempo, con libros que sus padres le compraban en una nueva librería llamada Gandhi. Una vez recuperado, quiso conocer esa librería en donde, tiempo después, conoció a otros jóvenes que empezaban a escribir. “¿Y a quién le pidieron premiso para escribir”, les preguntó. “A nadie”, fue la respuesta que lo llevó a escribir sus primeros poemas: “Yo escribía escribía y escribía y junté una cantidad de páginas, hasta que a la hora de exprimirlas las publiqué; mi obra completa, la primera edición, no alcanzó lomo; tuvo que ser engrapada.”

Ya en la Facultad de Filosofía y Letras, empezó a hacer el trabajo de los obreros: escribir reseñas. Así fue como los editores de la ya desaparecida Editorial Novaro se fijaron en él y le encargaron dos libros: uno de versiones de leyendas de espantos de la época de la Colonia y de mitos de la creación prehispánica.  

Gracias al éxito de estas versiones, lo invitaron a ser uno de los seis autores que escribirían un par de cuentos originales dedicados a cierta etapa de la historia de México. En su caso fueron los comienzos del siglo xx, época en que transcurre A golpe de calcetín. Después seguiría Joaquín y Maclovia se quieren casar. “Hasta ahí, todo lo que había hecho para niños había sido por encargo, hasta que el siguiente libro, La fórmula del doctor Funes, que escribí porque se me ocurrió la historia, que me divirtió mucho. Entonces empecé a tener contacto con jóvenes de secundaria a los que les leí A golpe de calcetín. Al ver sus caras de gusto y de felicidad dije ‘quiero seguir participando en la lectura de estos jóvenes’, y desde entonces agarré camino y seguí por ahí”.

Hacer literatura para niños no es sencillo, mucho menos cuando se usan ciertas palabras, como las groserías, que Hinojosa utiliza en uno de sus libros —Inchi farofe— para hacer una crítica. “A veces he tenido que autocensurarme por poner una palabra. Si escribo cabrón en un libro para niños, sé que no va a entrar nunca a una escuela. Durante muchos años estuve tratando de escribir un libro para niños que se llamara Pinche. ¿Qué editor lo iba a publicar? ¿Qué padres de familia iban a permitir que sus hijos leyeran un libro llamado así? Hasta que se me ocurrió darle una vuelta de tuerca: no iba a poner pinche, sino la pronunciación que se hace en el norte: inchi; entonces, el niño llega y dice ‘Oye, inchi Peter préstame tu tarea’, ‘InchiJuana Margarita, ¿quieres ser mi novia?’. Entonces el niño decide cambiarla por farofe. Entonces, dice ‘Farofe Peter, préstame tu tarea’, ‘Farofe Juana Margarita, ¿quieres ser mi novia?’. Luego la gente empieza a decir ‘¿Cuánto cuestan los farofes tacos de carnitas?’, ‘¿Sabe dónde está el farofe Museo de Antropología?’. Los miembros de la Academia de la Lengua se vuelven locos por esta palabra que no está en el diccionario y mandan a un investigador a buscar al niño que la inventó y cuando lo encuentra le dice que farofe significa lo que usted quiera que signifique. Como decía Ricardo Piglia, en un cuento hay dos cuentos, pues detrás hay una crítica a la Academia que quiere imponernos ciertos cánones, y yo digo la lengua, al ser un organismo vivo, es de quien la utiliza”.

Acerca de sus influencias, Francisco Hinojosa no duda en responder que Roald Dahl es la más importante: “Creo que quien más me influyó por su tono irreverente, quizá el parteaguas de la literatura infantil en el siglo xx, es el autor de Charlie y la fábrica de chocolate, Las brujas, El superzorro, son menos de veinte obras, pero todas son maravillosas. Sus libros para adultos tienen un humor fantástico y su irreverencia me contagió. Roald Dahl influyó muy directamente en mí y en lo que escribo”.

Aunque siente que lo encasillan en el rubro de la “literatura infantil y juvenil”, Francisco Hinojosa considera que los autores de literatura con L mayúscula creen que es muy sencillo escribir para niños: “Suelen decir ‘Si yo escribo para gente pensante, hacerlo para un mocoso es lo más fácil del mundo y luego se dan contra el muro de Trump. Se necesita cierta sensibilidad. Quizá por eso, los autores de literatura infantil somos bastante unidos y hemos participado en causas comunes como impulsar a que el Sistema Nacional de Creadores de Arte considerara a los autores de libros para niños como candidatos a obtener el apoyo. En el Fondo de Cultura Económica (fce) pensaban desaparecer la colección para niños hasta que vieron los números y se dieron cuenta de que es la que más vende. Por eso hay que respetar la inteligencia y la exigencia del niño lector. Yo sé que si me divierto escribiendo una historia, si a mí me gusta, le va a gustar también al niño lector. Hay libros que he tardado en escribir: el más longevo todavía no lo público, tiene veinte años que lo empecé a escribir. El proceso de otro duró catorce años hasta que quedé convencido de que funcionaba”.  

Antes de concluir la entrevista, Francisco Hinojosa recuerda su paso por la Universidad Autónoma Metropolitana (uam), donde trabajó como editor en la Unidad Iztapalapa, y en Casa del tiempo donde “empecé a escribir mis primeras columnas, publicadas con alguna regularidad. Le tengo mucho cariño”. También habla de los proyectos por venir en la era postcoronavirus:   

“Estoy trabajando en dos proyectos para el Sistema Nacional de Creadores de Arte. El primero es algo que escribí hace muchos años, Informe negro, un cuento que publiqué en el 87 y que se ha convertido en cómic, obra para títeres y videos. Son cien capítulos muy breves, cada uno de tres o cinco líneas. La propuesta al sistema es desarrollarla como novela. Ya tengo el esqueleto, pero ahora, en vez de dos o tres líneas, serán de dos o tres páginas. El segundo proyecto es para adultos, una especie de continuación de otro libro que publiqué hace diez u once años llamado Poesía eras tú. Es una novela con mucho sentido del humor, escrita en versos de amor que no tiene nada que ver ni con la poesía ni con el amor ni con la novela. Siento que mientras lo escribía, las musas se sentaron a mi lado y durante tres meses no me soltaron hasta que lo terminé. El personaje principal le escribe poemas a su amada, poemas muy malos, es muy mal poeta, pero en ellos se confiesa, le dice todo lo que quiere pero termina matándola. Yo soy bien asesino literario en serie y en serio, los muertos que hay en mis cuentos para adultos se cuentan por cantidades. Es un cementerio completo. Luego aparece una aeromoza que en un mal vuelo, ella lo tranquiliza y le dice ‘Tómese un tequilita, no pasa nada’; él se enamora de Dorothy, la aeromoza. Estoy escribiendo esta segunda parte que se llamará Cartas a Dorothy”.

Por último, para cerrar con un aire de irreverencia, le preguntamos a Francisco:

—Citando uno de tus libros más famosos, ¿fuiste un pinche chamaco?

—No, la verdad, no fui un piche chamaco.

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Carolina Gómez Gutiérrez

(Ciudad de México, 1980)

Editora y maestra en Diseño y Producción Editorial por la uam. Actualmente coordina y edita libros de investigación y literatura en la Dirección de Publicaciones y Promoción Editorial, de la Universidad Autónoma Metropolitana, y para jóvenes y niños en Trucha Salmonada Ediciones.


Jorge Vázquez Ángeles

(Ciudad de México, 1977)

Editor y escritor mexicano. Licenciado en Arquitectura. Es fundador de la plataforma digital Metrópoli Ficción. Ha sido becario de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Autor de la novela El jardín de las delicias.