Los ojos del perro1
Los ojos de ese perro nunca cambian
son los mismos que brillan de día y de noche.
El mundo parece girar de lejos cuando él mira
y todo es gris y casi blanco
como si hubiera un aire que los traspasara.
Los ojos de ese perro son de aire,
no guarda nunca ni el eco de un ladrido,
ni siquiera un parpadeo que señale
el fondo de las cosas.
No mires a los ojos a ese perro,
su corazón es niebla
y su sombra
la voz invisible de otro sueño.
El roba nombres
¿Alguna vez se fue tu nombre
como un balón rodando por la calle?
¿Alguna vez alguien te dijo “Ey, tú”
y viste sus ojos de pez de aire?
¿Alguna vez en el salón de clase
no supieron nombrarte y te quedaste
como un pájaro mudo?
Era el fantasma roba nombres
que espera siempre
en cada esquina,
en cualquier puerto
o bajo un árbol,
está ahí parado
con el silencio en sus ojos
escuchando, escuchando
que alguien pronuncie
lo que él puede llevarse: tu nombre.
El coyote y su sueño
Un coyote sueña
mar adentro de su cueva.
Piensa en barcos
que lo lleven lejos
donde nadie se asuste
con su aullido.
Sueña que es un caballo
que va trotando
y que a su paso
se detienen todos
a saludarlo.
Y siente la noche
como si fuera una lámpara
de puras estrellas
donde su voz
es la llama de una vela.
Un coyote sueña
mientras todos duermen
para perderse lejos,
lejos de su miedo.
1 Textos incluidos en La casa del dragón y otros poemas de horror, Ediciones SM, México, 2016.