Editorial

Mayo-junio de 2021

 

 

El “corazón se llena de agua/ con pececillos/ de sombra y plata”, escribió Federico García Lorca en sus Canciones para niños, escritas entre 1921 y 1924, al recibir una caracola que bien podría servir como una alegoría de la literatura infantil y juvenil, al contener en ella todo el sonido del mar. Conseguir ese efecto en una obra representa un desafío y encierra tal vez el secreto de un arte. Si escribir libros de ficción especulativa o literatura policial entraña retos y dificultades concretas para sus autores, es ineludible que la literatura escrita para niños y jóvenes implica cultivar un oficio nada sencillo, sobre todo si se toma en cuenta que se han de confeccionar obras para los lectores más exigentes. Sin embargo, como todo género, la literatura infantil y juvenil ha debido cursar sus propias batallas para hacerse un lugar no sólo entre su público sino entre el gremio de los escritores y en la veleidosa industria editorial

Así, este número de Casa del tiempo está dedicado a la reflexión, el análisis y la anécdota del panorama actual de la literatura infantil y juvenil en México por algunos de sus protagonistas, escritores, editores e ilustradores cuyo amoroso oficio es parte importante de su historia: María Baranda, Mónica B. Brozon, Antonio Malpica, María Fernanda García, Antonio Ramos Revillas, Adolfo Córdova, Graciela S. Silva, Elisa Castellanos, Mauricio Gómez Morín y Ana Romero —que nos propone un relato ilustrado por Valeria Gallo en el suplemento Tiempo en la casa—. Del mismo modo, en “De las estaciones” conversamos con Francisco Hinojosa y Juan Villoro, quienes han forjado algunos de los personajes más memorables del género. Y en el “Ensayo visual”, cuatro ilustradores, Israel Barrón, Estelí Meza, Alex Herrerías y Beatrix G. de Velasco, nos ofrecen una breve muestra del trabajo realizado a lo largo de su trayectoria.

Además, en las secciones Ménades y Meninas y Antes y después del Hubble, presentamos ensayos a propósito de los directores Agnès Varda y Don Siegel, el anarquista Joaquín Penina, y el centenario de “La suave Patria”, de Ramón López Velarde.

Sea, pues, este número una oportunidad para recordar primeras lecturas, reconocerse en algunas nuevas y, como niños, junto a García Lorca, observar “convertirse en pájaros/ un árbol amarillo”.

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