Reconstruir geografías Entrevista a Abraham Cruzvillegas

Virginia Negro
Noviembre-diciembre de 2020

 

 

Abraham Cruzvillegas es un artista que desde el principio de su carrera artística se inspiró en las historias de casas autoconstruidas en su México natal, y Autorreconstrucción: insistir, insistir, insistir es de hecho una iteración más de su serie Autoconstrucciones. Esta vez se convierte en el escenario de la performance protagonizada por la coreógrafa, y coautora, Bárbara Foulkes, quien activa con la música de Andrés García Nesitla. Moviéndose, su cuerpo desmantela los objetos provenientes de las calles usados en la escultura, destruyendo anárquicamente la estructura inicial de Cruzvillegas, recordando así el papel de la destrucción en el proceso de reconstrucción. Todo sucede en The Kitchen, un espacio histórico alternativo neoyorquino, una de las primeras instituciones estadounidenses en abrazar los campos del video y la performance, ayudando a definir la vanguardia artística estadounidense. La conversación comienza volviéndose al pasado y mirando hacia el futuro.

 

¿Qué significa “Reconstrucción” para ti hoy?

Las acciones de las diversas construcciones involucran una violencia con y hacia los objetos que no es simplemente la manifestación de la ira, sino la condición necesaria de la construcción. El yo y el entorno, codependientes, se construyen mutuamente en un proceso violento, radicalmente creativo, de cambio y adaptación mutuos.

En esta obra todo objeto que cae al suelo arrojado por el cuerpo danzante hace honor al subtítulo de la obra Insistir, insistir, insistir. Un proceso destructivo que se abre a la anarquía de la materia, un proceso de destrucción aparentemente pura se revela, en realidad, como una reconstrucción.

La pandemia ahora está cambiando definitivamente la forma en que se hace el arte. Por ejemplo, así ocurrió la participación de Andrés García Nesitla, colaborador de mucho tiempo, que tocó en vivo, pero desde México: todo posible gracias a Skype. En este caso no se debe a la pandemia sino a una solicitud de visa rechazada por el gobierno de Estados Unidos (sin un motivo claro), pero gracias a un portátil conectado al sistema de audio del teatro The Kitchen, colocado sobre una pila de sillas, pudieron trabajar juntos. En estos tiempos de autoritarismo reaccionario en todo el mundo, eventos como estos nos recuerdan la necesidad de reinventar siempre cómo trabajar con los recursos que existen a nuestro alcance. Autorreconstrucción es un testimonio del hecho de que mientras las autoridades sigan construyendo muros entre nosotros, la destrucción es un paso necesario en el proceso de reconstrucción.

 

Cuéntanos tus últimos trabajos.

Solo el año pasado traje once nuevas obras al Arts Club en Chicago. Recogí basura y escombros de Chicago y de una casa en Michoacán para construir una serie de esculturas altamente contingentes cuyos elementos están vinculados con finas cuerdas y cordeles en las paredes y en el techo de la galería. Las obras reflejan mis manos, mis ojos: elegí varios objetos desechados por su “inutilidad” (por ejemplo, una silla con una pierna rota, un pedazo de perchero) y los reutilicé para hacer un nuevo trabajo.

 

Y en estas geografías cosmopolitas, ¿cómo entra tu México?

En la técnica, en los materiales. Por ejemplo, muchas de las construcciones incluyen piezas de madera laqueadas en una técnica tradicional llamada “maque”, trazando círculos entrecruzados y concéntricos. Pero también en los materiales: las esculturas están ancladas por plantas en macetas, como algunas especies nativas de aquella región de los Estados Unidos, como la asclepia, la única planta en la que la mariposa monarca migratoria pone sus huevos…

Así como en la serie Recetas, en la cual he participado para el Mori Art Museum de Tokio y que se puede consultar en Facebook, donde expliqué cómo hacer el “Mole”, uno de los alimentos más tradicionales, con el que crecí. O el guacamole.[1] Desde las tradiciones culinarias, desde indagar en la historia del aguacate, podemos abrir mundos enteros: el tema de la identidad, sus conflictos, el colonialismo, el mestizaje.

 

La geografía también permea de manera interesante el contraste entre las obras y las galerías y museos donde se pueden ver y casi crea una sensación de malestar. Las “autoconstrucciones” son dramáticamente provisionales y transforman los materiales, abriéndolos a las vulnerabilidades de las relaciones contemporáneas, como entre Estados Unidos y México, entre Chicago y Michoacán, trazando un equilibrio entre geografías, por ejemplo a través de especies que traspasan las fronteras y encarnan en sí mismas la precariedad, pero también la esperanza, si no el peligro, de las nociones contemporáneas de fronteras y de las fuerzas que las hacen a veces porosas o impenetrables.

 

Sin embargo, tu presente es París, donde enseñas en la École des Beaux-Arts: ¿ha cambiado tu visión del mundo con este cambio de perspectiva?

De hecho, siento que siempre he estado en movimiento. Lo que ha cambiado es el tiempo y la importancia que le estoy dedicando a la educación desde la práctica del arte. Intento trabajar de forma muy horizontal con mis alumnos, aunque a menudo siento que la forma de enseñar arte no ha cambiado mucho desde el Renacimiento hasta hoy. Aún el mecanismo hegemónico es el funcionamiento típico del maestro del atelier, con sus alumnos que miran, aprenden por mimesis, antes de poder adquirir la experiencia necesaria para viajar solos. Intento trabajar creando algo juntos; para algunos funciona y está bien, para otros no.

 

Una última pregunta: ¿qué significó el encierro para ti y tu forma de hacer arte?

En parte, el encierro impide una relación libre con los objetos y con los demás; por otro lado, para mí está imbuido de una forma de ensueño, es un estímulo para poder soñar un lugar más allá del aquí y ahora, traduciendo esta dimensión onírica en las obras. Intimidad y recuperación de un cuerpo, de un estrecho contacto con la técnica, con los objetos: materiales sencillos que tenemos a la mano, respondiendo a las condiciones y límites del encierro.

De hecho, en la galería Thomas Dane, de Londres, en mi galería de París, Chantal Crousel, y en mi galería de Los Angeles, Regen Projects, expuse —virtualmente— dibujos realizados durante la cuarentena. Son trabajos espontáneos, algunos monocromáticos, a mano alzada con tinta y grafito, a veces con acuarela, líneas que en un momento se leen como signos caligráficos y en el siguiente se transforman lúdicamente en siluetas de primates.

 

Desde la práctica escultórica participativa y coloquial de Cruzvillegas, al regreso al dibujo, a la representación de babuinos, gibones y chimpancés, se necesita un registro más sensible para defender la lógica de comunidad, sociabilidad y solidaridad de la que estas especies son sinónimos, y a las cuales debemos volver a aprender.

 


[1] https://bit.ly/3560agL

Imagen cortesía del artista y Kurimanzutto, Ciudad de México / Nueva York. Fotografía: Omar Luis Olguín, 2019

Fotograma de la serie Recetas para el Mori Art Museum, Japón, 2020. Video: Alberto Cabrera Luna. Cortesía del artista y María Gutiérrez

Fotograma de la serie Recetas para el Mori Art Museum, Japón, 2020. Video: Alberto Cabrera Luna. Cortesía del artista y María Gutiérrez

Ir al inicio

Virginia Negro

(Italia, 1985). Periodista, investigadora y académica. Se licenció en Comunicación en las universidades de Bologna y París. Ha realizado trabajos de investigación en España, Polonia, Argentina y México. Actualmente estudia el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la unam. Es colaboradora de medios como La Reppublica y Milenio Diario, entre otros.


Compartir